El hieratismo de Sebastián Castella

El rigor que imprime Sebastián Castella a la lidia denota la personalidad del diestro francés, cincelada a lo largo de dieciséis años de alternativa en los que ha conocido grandes triunfos, e incluso liderado el escalafón en 2006

Su toreo es verdad absoluta, sin ambages ni espacio para la especulación. Se pone en el terreno que corresponde, hunde el mentón en el pecho y espera paciente la acometida del toro para conducirla, ya sea pastueña, encastada o descompuesta, sin otra meta que evidenciar su valor y el dominio del toro.

Compareció ayer en el coso de la Ribera para reeditar el cartel que constituyó un año atrás una memorable ofrenda al arte del toreo, pues en esa fecha el propio Castella rivalizó con Diego Urdiales, titular de la cátedra del toreo clásico, lidiando un encierro encastado de Fuente Ymbro que propició el logro de siete trofeos y la clamorosa salida a hombros de los dos por la puerta grande del coso riojano.

Ayer no se repitió el evento, pues el ganado enviado por Ricardo Gallardo careció, salvo el sexto, de casta y de poder, generando insulsas embestidas y lidias planas y previsibles, carentes de emoción.

Se había presentado el torero de Beziers en el patio de cuadrillas vestido de berenjena y oro, con rictus solemne y halo de concentración máxima, previendo ya las acometidas de los toros y vislumbrando un nuevo éxito, y hubo de esperar al epílogo de la corrida para encontrar un antagonista digno de su toreo enhiesto y vertiginoso.

Fue entonces cuando dictó una nueva lección de hieratismo, con asombrosa verticalidad, gesto grave, zapatilla fija en el albero y muñeca poderosa. Se pasó a Valdivia cerca de las femorales, sin rectificar terrenos, con tal precisión que parecía tener un pacto con el toro para engendrar su toreo y electrizar la cálida atmósfera del coso logroñés.

Ensayó el pase cambiado con arrojo, el natural con hondura, el redondo con templanza, el pase del desprecio con suficiencia, y aún tuvo tiempo de trastear mirando al tendido con gesto de absoluto dominio. Cuando el toro estaba dominado y su casta brava había brillado en el bello combate, se tiró tras la espada con decisión de quien otea el triunfo, dejando una estocada trasera que fue suficiente para abatir al toro y desatar la pasión en los tendidos que pedían trofeos.

Ayer, una vez más, Sebastián Castella desarrolló su libreto e hizo gala de su valor indómito y de su corazón de torero grande.

 

Reseña:

 

Coso de la Ribera de Logroño, veintiuno de septiembre de 2016, casi tres cuartos plaza en tarde soleada y calurosa.

Cinco toros de Fuente Ymbro, terciados, de hechuras diversas; nobles, flojos y descastados, salvo el sexto, bravo y encastado.

Un sobrero de Juan Manuel Criado jugado en quinto lugar, con gran trapío, bravo y noble.

 

Diego Urdiales, de turquesa y oro: Pinchazo y gran estocada (ovación y saludos tras aviso); Estocada caída (silencio); Media estocada (silencio tras aviso)

 

Sebastián Castella, de berenjena y oro: Estocada caída (silencio); Estocada caída y dos golpes de descabello (silencio); Estocada trasera (oreja)

 

 

Incidencias: Última corrida de la Feria de San Mateo en la que se repetía el exitoso cartel de la temporada anterior.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

 

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