Manantial de toreo cristalino

Diego Urdiales se vestía de luces por tercera vez en la temporada y dictó una clase magistral de torería, ese don que le adorna y debería mostrar con mayor asiduidad a los públicos, tan necesitados de eventos edificantes.

Su breve pie pareció flotar sobre el albero desde que los alguaciles despejaron el ruedo hasta que fue izado a hombros, y conducido junto al monumento a Iván Fandiño, recién colocado en la explanada de Vista Alegre, a quien dedicó su rotundo éxito en un gesto que es ya una bella tradición en Bilbao.

Su toreo exhala aromas de romero, y se alinea con el más puro clasicismo, pues no emplea el artificio, ni alardea de valor, no violenta a sus toros, no se precipita en la ejecución de las suertes, y deja que la lida fluya con la misma naturalidad con la que el agua surge de un manantial.

La levedad de su figura engrandece la obra, pues se trae al toro reunido y remata junto a la cadera, componiendo escenas de gran carga dramática, y cuando llega el momento de estoquear se tira tras la espada con la decisión de un lego y la verdad de quien ansía el triunfo más que cualquier otra cosa. La aparente fragilidad de sus muñecas es, sin embargo, la clave de un toreo de seda, con vuelos medidos y siempre armónicos, que seducen al toro y le embelesan para el embroque siguiente. Ayer en Bilbao volvió a lucir la diferencia que le convierte en un torero de culto, y cruzó a hombros el dintel de la puerta grande entre el delirio del público, que se sabía testigo y partícipe de una faena para el recuerdo.

Enrique Ponce templó la floja embestida de sus toros consiguiendo series perfectamente ligadas que alcanzaron vuelo, con la impronta de la elegancia que siempre imprime a su toreo, mas mató mal y eso frustró el éxito que estuvo cerca de lograr.

El Juli pronunció un alegato a favor de la responsabilidad y la capacidad lidiadora que llegó pronto a los tendidos. El quinto turno deparaba dos castaños chorreados devueltos al corral y un manso de bella lámina con peligro frente al que volvió a presentar sus credenciales de torero con una capacidad excepcional de entendimiento y ejecución. Pudo aliviarse o acortar la faena, mas ese no es su estilo, y la vergüenza torera con la que se fajó cercano a los dos pitones que portaba Lancero, debería ser materia obligatoria en las escuelas de tauromaquia.

La plaza de Vista Alegre ha sido el marco ideal para escenificar tres conceptos del toreo, tres estilos diferentes de tres grandes toreros, mas el toreo fesco, natural y cristalino de Diego Urdiales queda grabado a fuego en la memoria de los aficionados.

 

Reseña:

 

Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, 25 de agosto de 2018, tres cuartos del aforo cubierto en tarde soleada.

 

Toros de Alcurrucén de desigual presentación y de juego diverso. Primero: Negro listón. Dos puyazos. Flojo y noble. División de opiniones en el arrastre. Segundo: Castaño, chorreado, bragado, axiblanco y calcetero. Flojo y descastado. Pitos. Tercero: Castaño, chorreado, axiblanco y bragado. Un puyazo y un picotazo. Flojo y noble. Ovación. Cuarto: Castaño chorreado. Dos puyazos. Noble sin humillar. Palmas. Quinto: Castaño chorreado en verdugo, pobre de cabeza. Devuelto por partirse un pitón en su encuentro con el piquero. Quinto bis: Castaño chorreado bragado meano. Devuelto por cojo. Quinto tris: Berrendo en castaño de muy bella lámina, ovacionado de salida. Dos puyazos. Manso con peligro. Pitos. Sexto: Negro listón. Dos puyazos. Bravo. Ovación al arrastre.

 

Enrique Ponce, de grana y oro: Dos pinchazos, un metisaca y una estocada (silencio tras aviso). Pinchazo, pinchazo hondo y un golpe de descabello (ovación y saludos).

 

El Juli, de azul marino y oro: Estocada trasera (silencio). Dos pinchazos y estocada caída (ovación y saludos tras aviso).

 

Diego Urdiales, de oliva y oro: Estocada contraria (oreja tras aviso). Pinchazo y gran estocada (dos orejas tras aviso).

 

 

Incidencias:

 

Séptima corrida a pie de la Semana Grande de Bilbao.

Diego Urdiales salió a hombros de la plaza, y fue conducido junto al monumento a Iván Fandiño, tocó la estatua y lanzó un emotivo beso al cielo.

Es el segundo matador que sale a hombros de Vista Alegre tras la inauguración del monumento y repite el ritual que ya hiciera Roca Rey la víspera, gesto que debe convertirse en tradición.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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