toro victorino

Manuel Escribano hace el toreo

Manuel Escribano lancea al aire en tablas mientras los areneros acondicionan el ruedo y suenan las notas festivas de un pasodoble. Mira hacia chiqueros con disimulo, baja levemente la cabeza, toma el capote con su mano izquierda y se dirige con gesto solemne y breve balanceo del brazo derecho hacia toriles. Se para junto a la segunda raya, despliega la capa con una sola mano en movimiento lento y calculado, la prende con las dos, la lanza levemente hacia delante dándole vuelo, y se hinca de rodillas, montera calada, rostro lívido y labios apretados con fuerza. Da la orden de que se abra el portón con un gesto nimio, y aún tiene tiempo de mirar al tendido, a diestra y siniestra brindando al público lo que allá vaya a ocurrir. Aún tarda unos segundos en comparecer Botijero, y los tímpanos del torero son un instrumento de percusión. Recorre su espalda un cosquilleo gélido y su sangre se sabe envenenada por el miedo. Media tonelada larga de músculo y pedernal en forma de toro de Victorino se adivina en movimiento entre la oscuridad y el polvo. Se viene. Se viene con velocidad endiablada, sale a la luz y acomete con furia sobre el torero, que lanza una larga para descarrilar el tren en un instante de angustia. El toro pasa y sale suelto. Ganan el tercio y lancea a la verónica jugando los brazos con hondura. Clava tres pares de banderillas, el segundo asomándose al balcón y el tercero por los adentros, chocando con la barrera en un espacio inverosímil. Toma la muleta, ciñe naturales, se estira en redondo, remata con pases de pecho ortodoxos, conduce al toro y lo domina. Templa con la muleta en trasteo clásico, sin aspavientos, de toreo seco y ritmo lento, sin artificio. Suena Nerva y la plaza paladea el aroma a almizcle y maderas nobles de la faena sobria de Manuel Escribano. Se hace el silencio y de nuevo el corazón del torero se desata, hay que matar, y ensaya el volapié con tal fe que, de pinchar en hueso, podría haberlo esquirlado. Sin embargo cobra una estocada canónica que es una escultura. El toreo ya está hecho. Quien lo haya entendido que lo premie, y quien no que lo demande. Toreo sin retórica, sin una palabra de sobra, pero todas de verdad.

Diego Urdiales ganó una oreja como premio a su toreo clásico y a la torería que esparce en el aire desde el momento mismo que comienza el paseíllo. Torero diferente que siempre interesa pues el juego de sus muñecas desprende aroma a romero.

Paco Ureña plantó cara a su lote con su depurada técnica y entrega habitual, y pudo ligar una serie al natural en su primero, de corto recorrido y escaso celo, que fue el prólogo de una gran estocada, que por si misma valía una oreja.

Pero el toreo estaba ya hecho.

 

Reseña:

Plaza de Toros de Vista Alegre de Bilbao, veintitrés de agosto de 2017, la mitad del aforo cubierto en tarde cárdena y agradable.

 

Toros de Victorino Martín, de excelente presentación, cárdenos y entrepelados, asaltillados, musculados y finos de cabos. Primero: Dos puyazos; bronco, duro de pezuña y correoso. Pitos al arrastre. Segundo: Dos puyazos; parado, sin codicia. División de opiniones. Tercero: Dos puyazos; flojo y noble. Ovación. Cuarto: Un puyazo y un picotazo; flojo, noble. Ovación. Quinto: Dos puyazos; bravo, noble, de alegre embestida. Ovación. Sexto: Devuelto al lesionarse de salida. Sexto bis: De Salvador Domecq. Un puyazo y un picotazo; flojo y de mal estilo. Silencio.

 

Diego Urdiales , de turquesa y oro: Estocada (aplausos). Pinchazo y estocada (oreja tras aviso).

 

Manuel Escribano, de nazareno y oro: Dos pinchazos, media estocada y dos golpes de descabello (ovación y saludos). Gran estocada (oreja con fuerte petición de la segunda)

 

Paco Ureña, de caña y oro: Gran estocada (oreja). Pinchazo, pinchazo hondo y tres golpes de descabello (silencio).

 

 

Incidencias:

Los toreros hicieron el paseíllo desmonterados en recuerdo de Iván Fandiño.

El público sacó a saludar a Diego Urdiales en los prolegómenos reconociendo su excelente actuación de la feria precedente. El torero invitó a sus compañeros a compartir la ovación.

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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