Ser manso no es tan malo, si se tiene casta

En el año convulso que vive la fiesta ser manso no es tan malo, e incluso, tal y como está el escalafón de figuras, puede que sea una ventaja competitiva para reportar al criador réditos y fama.

En un tiempo como el que corre, en que un ganadero reconoce en un coloquio matutino que elimina las vacas demasiado bravas pues no podrían engendrar productos con el temperamento requerido, es evidente que la bravura no es la meta, y se trata de igualar por abajo, esto es, todos mansos y que cada uno lidie según su propio concepto. Los sabios del toreo admiten desde antiguo que citarse en el ruedo con un toro auténticamente bravo es el mayor envite que puede sufrir un torero, y muchos han sido los que no han querido ver ejemplares así ni en pintura. La bravura exige, puede desbordar, y algunas veces pone en evidencia las carencias lidiadoras de los menos avezados. La mansedumbre, por el contrario, es de común permisiva, pues cabe un pacto de no agresión sin vencedores ni vencidos. También es posible plantear la batalla aunque la otra parte acuda al combate sin convicción ni entrega, generando pasajes de una tauromaquia menor, mas también artística.

El huracán peruano entiende como nadie la nueva doctrina taurómaca pues ayer se fajó con valor y torería con un manso contumaz en su instinto de huida. Le plantó cara, lo enceló en la muleta, pisó terrenos de compromiso y logró por ambos pitones series templadas, plenas de ligazón y mando. Lanceó con ajuste y exposición, se movió por el ruedo con majeza y firmeza de figura mayor. Ofició una lidia emocionante, pues descubrió un hermoso fondo de casta en el manso que hizo sexto, y erigió una vibrante y armónica faena, convirtiendo en belleza la brusca acometida del toro de Victoriano del Río. Se tiró tras la espada con gran decisión y cobró una gran estocada después de un honorable pinchazo en junto al hoyo de las agujas que el presidente de Vista Alegre, don Matías González, premió inopinadamente con doble trofeo.

Sebastián Castella dictó otra lección de la moderna tauromaquia con un manso que entró seis veces al caballo, si bien las cuatro primeras salió rebotado al sentir el hierro en escorzos inverosímiles, y la sexta recibió castigo a favor de querencia. Se vino arriba en el último tercio y embistió con casta y celo, posibilitando el torero hierático que identifica a este torero. Nueva entrega de mando y valor que redunda en el perfil de este matador estoico.

José Garrido, que entró en el cartel en sustitución de Cayetano, quiso justificar la decisión de la Junta y se puso a porta gayola para recibir a su primero, mas éste se lesionó quedando tendido en la arena componiendo junto al torero arrodillado una escena inédita. Construyó dos faenas largas y valerosas, cerca de los pitones que finalizaron en arrimones temerarios, de natural poco plásticos, coronadas con estocadas deficientes, especialmente la infligida a su primero.

Al finalizar el festejo, mientras la excelente banda de música atacaba con pasión las notas del pasodoble “Dauder”, Andrés Roca Rey era paseado a hombros por el ruedo ceniciento, y la sangre de los aficionados bilbaínos ardía por la emoción de un triunfo tan grande como necesario, un rumor se extendía de súbito por la dehesa entre añojos, erales, utreros y vacas en edad de merecer: ser manso no es tan malo, si se tiene casta.

 

Reseña:

 

Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, 24 de agosto de 2018, casi tres cuartos del aforo cubierto en tarde nubosa.

 

Toros de Victoriano del Río, 2º, 3º, 5º y 6º; Toros de Cortés, 1º y 4º; y de Encinagrande, 2º bis, jugado como sobrero; de desigual presentación y de juego diverso. Primero: Negro axiblanco. Cuatro picotazos en franca huida, y dos puyazos, el último en chiqueros. Manso y encastado. Ovación en el arrastre. Segundo: Negro listón. Devuelto al corral al lesionarse de manera insólita al recibir una larga cambiada a porta gayola, quedando inmóvil sobre la arena. Segundo bis: Negro listón. Dos puyazos sonando el estribo, el segundo muy trasero. Manso. Pitos. Tercero: Negro bragado. Un puyazo y un picotazo. Manso. Palmas. Cuarto: Burraco. Un puyazo y un picotazo. Noble con poco fondo. Pitos. Quinto: Negro gargantillo, protestado de salida. Un puyazo y un picotazo. Noble y flojo. Pitos. Sexto: Burraco. Un puyazo y un picotazo. Manso y encastado. Ovación al arrastre.

 

Sebastián Castella, de nazareno y oro: Pinchazo y estocada trasera (ovación y saludos). Estocada caída delantera (ovación).

 

José Garrido, de musgo y oro: Espantosa estocada caída, delantera y atravesada (palmas). Estocada casi entera caída, delantera y atravesada (ovación y saludos).

 

Roca Rey, de primera comunión y plata: Media estocada desprendida y un golpe de descabello (ovación y saludos tras aviso). Pinchazo y gran estocada (dos orejas tras aviso).

 

 

Incidencias:

 

Sexta corrida a pie de la Semana Grande de Bilbao.

Andrés Roca Rey salió a hombros de la plaza, y fue arriado junto al monumento a Iván Fandiño, frente al cuál tuvo un instante de recogimiento.

Es el primer matador que sale a hombros de Vista Alegre tras la inauguración del monumento y el instaurador de un gesto que debe convertirse en tradición.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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