Toros inválidos para figuras rutilantes

Salían los toros de Núñez del Cuvillo de chiqueros enseñoreando trapío, luciendo bruñidas cornamentas, algo atacados, y era otear cualquier trozo de percal, acercarse a regañadientes y zozobrar dando con su anatomía en el ceniciento albero bilbaíno. El primero se dio tal costalada que ya no pudo recobrar el aliento, y hubo de ser sustituido por inválido. Los demás no corrieron mejor suerte, especialmente el primero bis y el tercero, que cayeron a plomo y hubo de emplearse toda la infantería en recuperarlos, en un bochornoso espectáculo consistente en agarrarles de los cuernos, o de los cuernos y el rabo, en un manoseo impúdico para la liturgia de la lidia. Cuando estas maniobras se escenifican en el ruedo el toro, paradigma de la fiereza, ser mitológico inabordable, queda descalificado, pues se convierte en un discreto producto cárnico ayuno de los valores que debieran caracterizarle.

Con semejante género la nómina de figuras convocada para el evento fue pasaportando, ora con gesto de desesperación por no poder lucir su arte, ora con postura aflamencada para acompañar el viaje a la querencia, mas siempre tratando de no quebrantar el ánimo de los pupilos de El Grullo, ánimo de por si ya vencido.

Cabe preguntarse qué hacían allí Enrique Ponce, consumado maestro, poseedor de una técnica exquisita y una inteligencia natural superdotada para entender los toros; José María Manzanares, matador en sazón, paradigma de la inspiración y el oficio; y Andrés Roca Rey, joven aspirante al cetro del toreo que debe hacer méritos cada tarde para consolidar su posición de privilegio. Los tres saben el momento que atraviesa cada ganadería y lo que se puede esperar de cada encaste. Los tres deben saber que al conjuro de sus nombres el público acude a las plazas para vivir la emoción y la belleza del toreo, y que no es momento de generar decepciones.

Cabe también preguntarse si tardes como la vivida ayer en Vista Alegre les hacen recapacitar y pensar en enfrentarse a toros más vigorosos. Si estuvieron la víspera en esta misma plaza, sin ir más lejos, pudieron contemplar un encierro de Torrestrella que ponía a prueba las capacidades de los toreros y posibilitaba un éxito rotundo. Cabe preguntarse cuantos partidarios ganó ayer la Tauromaquia y cuántos apóstatas provocó la descastada e inválida corrida de Núñez del Cuvillo con que se anunciaron tres rutilantes figuras del toreo. Y ésta es la pregunta crucial.

 

Reseña:

 

Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, 21 de agosto de 2018, casi lleno en tarde soleada.

 

Toros de Núñez del Cuvillo, cornalones y cuajados, en capas negras, salvo el sexto castaño. Descastados. Primero: Devuelto por inválido. Primero bis: Un puyazo y un picotazo. Inválido por débil y descastado. Pitos en el arrastre. Segundo: Dos picotazos. Inválido por débil y descastado. Pitos. Tercero: Un picotazo y un simulacro de picotazo. Inválido por débil y descastado. Pitos. Cuarto: Dos picotazos. Flojo y noble. División de opiniones. Quinto: Un puyazo y un picotazo. Flojo y descastado. Silencio. Sexto: Dos picotazos, el primero en terrenos de chiqueros. Manso. Pitos al arrastre.

 

Enrique Ponce, de azul turquesa y oro: Estocada (silencio). Estocada caída, trasera saliendo trompicado y tres golpes de descabello (Ovación y saludos tras aviso).

 

José María Manzanares, de coral y oro: Estocada trasera (silencio). Un pinchazo y estocada casi entera (silencio).

 

Roca Rey, de azul marino y oro: Pinchazo y estocada contraria (ovación y saludos tras aviso). Estocada en la paletilla y estocada caída (silencio).

 

 

Incidencias:

 

Tercera corrida a pie de la feria de Semana Grande de Bilbao.

 

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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