Tito Sandoval y toro de Pedraza de Yeltes

Pedraza de Yeltes: impresionante reservorio de casta brava

Burreñicio; hijo de Medicero, primer semental de Pedraza de Yeltes; nieto de Deslumbrero del hierro de Moisés; hizo ayer honor a su indómita ralea y retrotrajo a los aficionados a tiempos ignotos, con un impresionante salto atrás en la genealogía del toro bravo. Cabría remontarse a los singularísimos atanasios, al flexible tronco de parladé, e incluso a la legendaria y romántica casta de Vistahermosa para hallar razón de semejante temperamento, siglos enteros de cultura en la crianza del toro de lidia, siglos de pasión y perfeccionamiento.

Algunos dudaban que pudiera quedar en el campo un reservorio de casta de esta catadura, mas Pedraza está comenzando a normalizar experiencias de esta enjundia, desde que en 2011 debutara en este mismo escenario, con otro triunfo memorable de un hermano de Burreñicio.

Bravo como para doblegar el poderoso brazo de Fernando Sánchez, romanear contra la barrera, derribar su montura con estrépito, cebarse con el caballo y mantener al picador inerme a sus pies hasta ser coleado por un monosabio. Noble como para seguir el vuelo de la muleta de Javier Castaño, que aleteaba inspirada, aromatizando el cálido aire de la tarde azpeitiarra. Encastado como para prestar atención a cada movimiento y hacer hilo con las cuadrillas incluso en el último tercio. Poderoso como para acosar a los banderilleros en el epílogo de su vida con tres palmos de acero en el hoyo de las agujas.

Duro como para soportar una lidia prolongada con dos intensos puyazos, tres pares de banderillas, decenas de pases obligado por el poderoso señuelo del matador salmantino y morir de pié tras certero cachetazo.

El centenario coso azpeitiarra tuvo el privilegio de acoger ayer escenas de añejas Tauromaquias, pues Javier Castaño quiso darle fiesta al noble toro con un ritual digno de la mejor liturgia, pasando tocado con la montera, irguiendo figura de maestro en madurez, y andando despacioso con el rigor que la obra merecía. Escogió terrenos, administró distancias, ciñó trincherazos, dibujó naturales eternos, mandó en redondo y esbozó trazos pintureros con aromas de azahar y albahaca. Aún tuvo tiempo de descabellar valiéndose de la montera y saludar unas palmas como premio menor para sus francos merecimientos.

Finaliza la Feria y la sonrisa del éxito asoma de nuevo para compensar el esfuerzo, el criterio y el rigor de un grupo de aficionados que han sido capaces de demostrar que existe otro modelo, que la Fiesta es mucho más que un negocio seriado.

El toro fiero y los toreros valientes son la esencia de esta liturgia ancestral, y quien quiera conocer sus arcanos y sentir la emoción indescriptible que emana de la lidia deberá viajar al corazón de Guipúzcoa en 2016

Larga viva a Azpeitia, su Feria y su Comisión Taurina.

 

Reseña:

 

Plaza de toros de Azpeitia, 2 de agosto de 2015. Casi lleno en tarde calurosa.

Toros de Pedraza de Yeltes. Cinco colorados y uno negro, de excelente presentación. Dos de ellos aplaudidos de salida. Duros, encastados y nobles, salvo el primero y el quinto, con marcada tendencia a chiqueros. El cuarto, de nombre Burreñicio, exhibió casta y poder, siendo premiado con la vuelta al ruedo.

Javier Castaño: Silencio. Silencio.

Juan de Álamo: Oreja. Silencio.

López Simón: Oreja. Aplausos tras dos avisos.

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