Pedro Roemro por Goya

La Tauromaquia olvidada de Pedro Romero

Pedro Romero, la primera gran figura del toreo que basó su éxito en la perfección técnica, mató cinco mil seiscientos toros sin recibir herida alguna. Fue cogido sólo una vez por un novillo que le rasgó los calzones sin hacerle sangre ni contusiones. Torero austero, máximo exponente de la escuela rondeña, nieto, hijo y hermano de toreros, ha pasado a la historia por su longevidad. Comenzó con 17 años, en 1771 como segundo espada en la cuadrilla de su padre Juan, y terminó a los 77 matando un toro en Madrid en honor a la princesa que luego sería reina Isabel II. Sesenta años de actividad taurina.

Su dominio del toreo fue tal que dirigió de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla en tiempo de Fernando VII, formando entre otros a Manuel Domínguez «Desperdicios», Francisco Arjona «Cúchares» y Francisco Montes «Paquiro»

Su filosofía de la lidia, y también de la vida, se extracta en sus ocho preceptos, simples y conceptuales que ofrecemos a continuación:

I- El cobarde no es hombre, y para el toreo se necesitan hombres.

II- Más cogidas da el miedo que los toros.

III- La honra del matador está en no huir ni correr jamás delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos.

IV- El espada no debe saltar nunca la barrera después de presentarse al toro, porque esto es ya caso vergonzoso.

V- Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada; que el toro ciega al embestir y con nada se evita el derrote.

VI- El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros debe matar o morir antes de volver la cara o achicarse.

VII- Parar los pies y dejarse coger; éste es el modo de que los toros se consientan y se descubran bien para matarlos.

VIII- Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que la revés.

Sorprende que uno de los toreros más poderosos y seguros de la historia resuma de una manera tan simple las normas que deben observarse para el triunfo. No existe disquisición técnica alguna, como en otras tauromaquias, que verse sobre la naturaleza del toro, y disponga el modo de citar, los terrenos idóneos, la forma de ejecutar las suertes, las distancias y las alturas. Parece que todo eso es menos relevante y quizá conscuencia de ocho normas básicas que destilan filosofía.

El estudio pormenorizado de los ocho principios permite obtener tres conclusiones de gran utilidad en la plaza y en la calle:

  • El valor y la superación del miedo son el motor de la vida
  • El honor, como valor supremo, está basado en la aceptación de los retos
  • La espera, dando ventajas al antagonista, es la clave del éxito en el combate

Tres principios que constituyen una filosofía de vida práctica, alineada con corrientes de pensamiento de gran notoriedad. Romero no frecuentó ateneos ni tertulias de intelectuales. Todo lo que supo y enseñó se basó en su experiencia en los ruedos y en el amplio universo taurino que tan bien conoció. Vivió las luces del éxito, pues fue torero reputado, y también las tinieblas de la muerte, ya que dos de su hermanos, Antonio y Juan Gaspar, entregaron su vida en plena juventud en las plazas de Granada y Salamanca respectivamente, corneados por toros de la tierra.

Es, la de Pedro, una vida larga y plena, llena de contrastes que esculpieron una personalidad de gran relieve, cuyo legado técnico, artístico y filosófico no ha sido valorado aún en su auténtica dimensión.

Sus normas para torear, condensadas en ocho preceptos, constituyen desde su simplicidad un manual válido para la lidia dentro y fuera del ruedo.

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