Toros de otro tiempo

En 1842 la Reina Isabel II ocupaba el trono bajo la regencia de su madre María Cristina de Borbón. Se libraba la primera guerra carlista entre absolutistas y liberales. Faltaban aún seis años para que se inaugurara la primera línea de ferrocarril. La gente viajaba a caballo o en carruaje, empleando varias jornadas en desplazarse a ciudades próximas. Faltaban más de cuarenta años para que se instalara la red eléctrica. La esperanza de vida en España se aproximaba a los treinta años. La talla media de los ciudadanos no alcanzaba el metro y medio. En analfabetismo era superior al setenta por ciento. Y Juan Miura formaba una ganadería de bravo con reses de origen Gallardo.

Ciento setenta y cinco años después el nombre de esta honorable familia sigue apareciendo en los carteles de las ferias más prestigiosas, siendo sinónimo de dureza y peligro. La sangre que riega la aparatosa anatomía de estos toros no es muy diferente a la que derramaron los estoques de Paquiro, Lagartijo, Frascuelo, El Espartero, Machaquito, Pepete, El Guerra, Joselito, Belmonte, Pepe Luis o Manolete. Es un toro de otro tiempo, con un carácter diferente que se define por otros parámetros de medida. Su comportamiento es distinto, no cabe hablar de nobleza, sino de listura. El toro de Miura es más o menos listo, tiene más o menos personalidad, aprende más o menos rápido es más o menos certero manejando sus astas. La lidia a aplicar no es la que interpretan las figuras modernas y embelesa a los públicos del siglo XXI, sino que se fundamenta en el valor, el conocimiento del toro y la brega contínua. Es un diálogo de común breve, con palabras altisonantes, en el que no cabe la lírica, sino la épica.

Los lidiados ayer en Bilbao fueron irreductibles, desarrollaron listeza y peligro, y alguno hubo diestro en el manejo de arma blanca.

Es la escena perfecta para que Octavio Chacón desarrolle su discurso, pleno de saber, oficio y vergüenza torera. Ayer dio una master class en su enfrentamiento con el listo cuarto, que por momentos parecía tener dentro a una persona. Lidió con verdad, ensayó pases por ambos pitones con seguridad y entendimiento, esquivó gañafones, se puso a salvo con conocimiento de las querencias, e hirió con gran habilidad, una vez que el toro manifestó con sus gestos que no iba a pasar ni una vez más. Al primero lo lidió con semejante estilo, e hizo una faena larga coronada con una gran estocada. En el sexto turno hubo de intervenir de nuevo, pues Juan Leal estaba siendo intervenido en la enfermería por los cirujanos de una grave cornada, y asumió sin un mal gesto esperas, tornillazos, gazapeos, viajes cortos y escorzos inverosímiles en busca de su pechera, e incluso el arreón final del toro, que una vez herido por el estoque, buscaba venganza.

 

 

 

 

 

Pepe Moral recibió con largas cambiadas en el tercio a sus dos miuras, si bien el que hacía quinto fue devuelto tras el segundo puyazo, y sustituido por un bravo de Salvador Domecq al que dio fiesta en una faena templada y ligada que no tuvo premio, pues la estocada fue antecedida por un pinchazo y un metisaca. Torero de empaque, valeroso, bien dotado técnicamente que desarrolla un concepto muy clásico.

Juan Leal exhibió un valor temerario ante un toro orientado de Miura que, al no mediar la providencia, terminó naturalmente en la enfermería. Su valentía parece no tener límites, no se arredra, allá le quite el toro el chaleco en una angustiosa cogida, y se tira a matar con decisión bélica, pagando el tributo de la oreja ganada con una cornada de quince centímetros en el muslo.

El toro decimonónico tiene argumentos para interesar al aficionado y es la piedra de toque perfecta para calibrar las habilidades de grandes lidiadores. Verlos saltar a la arena, con sus capas polícromas, su acusada personalidad, y su comportamiento incierto, es una experiencia instructiva y de intensa emoción que no debería perderse por los siglos de los siglos.

 

Reseña:

 

Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, 26 de agosto de 2018, media plaza cubierta en tarde soleada.

 

Toros de Miura, de impresionante trapío en capas diversas, con carácter, listos y de comportamiento avieso. Sobrero que hace quinto de Salvador Domecq, bien presentado, burraco y bravo. Primero: Ensabanado capirote, ovacionado de salida, mugidor. Dos puyazos arrancándose de largo y empujando. Duro y peligroso. División de opiniones en el arrastre. Segundo: Cárdeno, aplaudido de salida. Dos puyazos viniéndose de largo. Duro y peligroso. Pitos. Tercero: Cárdeno. Dos puyazos arrancándose de largo. Devuelto, tal vez por flojo. Tercero bis: Corre turno y sale el previsto como sexto. Negro bragado, aplaudido de salida. Dos duros puyazos. Correoso y reservón. Cuarto: Castaño, ovacionado de salida, mugidor. Dos puyazos. Listo, duro y correoso. Palmas. Quinto: Negro, bragado, axiblanco, ovacionado de salida. Devuelto por cojo. Quinto bis: Burraco de Salvador Domecq. Dos puyazos. Bravo. Palmas. Sexto: Cárdeno. Dos puyazos. Listo, duro y peligroso. Pitos al arrastre.

 

Octavio Chacón, de azul turquesa y oro: Gran estocada (ovación y saludos). Estocada casi entera (oreja). Pinchazo y estocada habilidosa saliendo acosado (ovación y saludos).

 

Pepe Moral, de grana y oro: Estocada trasera (silencio). Dos pinchazos y estocada caída (ovación y saludos tras aviso).

 

Juan Leal, de grana y oro: Estocada a toma y daca saliendo herido (oreja). Hubo de ser intervenido quirúrgicamente y no pudo lidiar el sexto.

 

 

Incidencias:

 

Octava y última corrida a pie de la Semana Grande de Bilbao.

Juan Leal, corneado por su primer toro, fue intervenido en la enfermería de la plaza de una herida de 15 centímetros en la cara inferior interna del muslo derecho y conducido después a un hospital. Diagnóstico menos grave.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

 

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