Cómo se crea un torero, según El Pipo
Rafael Sánchez “El Pipo” es un personaje de honda significación en la España del siglo XX. Castizo, largo y negociante como pocos, es además pionero en la aplicación de las técnicas de Marketing Taurino.
Nacido en Córdoba en 1912 en el seno de una familia de comerciantes de camarón, pronto mostró una enorme pasión por el toreo, buscando oportunidades en los cercados y las dehesas del campo bravo de los años veinte sin éxito, razón por la cual hubo de exiliarse al escalafón de plata en el que tampoco obtuvo la notoriedad pretendida. Como recurso de mero alcance económico comerció con marisco en ciudades como Madrid, Córdoba, Zaragoza y San Sebastián, simultaneando la venta con el apoderamiento de jóvenes valores, entre los que se encuentran Pepe Escudero, José Ramón Tirado, Manuel Cascales «Capetillo» y José María Montilla. Más tarde dirigió la carrera de diestros consagrados, como José Fuentes, Curro Vázquez y Espartaco (padre), siempre luciendo sus generosos sombreros cordobeses, y un gracejo que hizo época en el universo taurino.
En 1960 conoce a Manuel Benítez, un pobre albañil entonces conocido por “El Renco” a quien convertiría en dos años en “El Cordobés”, una de las figuras más emblemáticas de la historia de la Tauromaquia. Sólo dos temporadas de apoderamiento militando en el escalafón de novilleros fueron suficientes para que El Pipo creara doctrina en materia de representación de toreros, y mostrara un procedimiento para encumbrar a un muchacho que venía del hambre, al olimpo de los elegidos.
El proceso de creación de un torero que efectúa “El Pipo” se basa, según se observa en la obra escrita del propio Sánchez, las entrevistas concedidas a medios de comunicación y otras obras de estudio sobre él, en quince premisas, algunas polémicas, otras geniales, las más lógicas a la óptica del marketing, que son resumidas en las siguiente líneas.
Primero: El valor es el fundamento del éxito.
El primer tentadero de Benítez fue un desastre sin paliativos, recibiendo una auténtica paliza de la vaca que pasó de muleta, hasta el punto que el ganadero reprocha al apoderado que presente a semejante aspirante. El Pipo, sin perder la sonrisa le responde que ya sabía que carecía de técnica, mas “cuando iba por el aire volteado por la vaca no perdía el color”
Segundo: La transgresión de la norma interesa y apasiona.
La masa, dúctil por naturaleza, está contra las normas establecidas, y a quien le ofrezca otro registro le hará una cuenta diferente y mucho más generosa. Benítez rompe con la regla y los públicos valoran su arrojo, sin reparar en sus evidentes carencias técnicas.
Tercero: La emoción mueve a la humanidad.
Hay becerros que le cogen hasta veinte veces y otras tantas se levanta sin mirarse, yéndose de nuevo al toro aún con mayor determinación. Los públicos sienten en su piel el valor temerario del joven diestro, y salen de las plazas portátiles poseídos por la emoción que comporta el riesgo de la lidia.
Cuarto: Practicar la publicidad con ingenio.
Cuando su proyecto de torero se anuncia en plazas como Pozoblanco, el apoderado reparte días antes en los colegios cartuchos de caramelos, y tabaco para los ancianos en nombre del espada, logrando así una amplia notoriedad. La viralidad del mensaje, tan valorada hoy por los publicistas, es la clave del éxito en la comunicación que propiciaba medio siglo atrás. Para él inventa el slogan “Sólo ante el peligro”, que prende como concepto compatible con el perfil desvalido del torero. Por primera vez en la historia las plazas de toros anuncian con carteles luminosos la presencia de un torero.
Quinto: Valorar el Publicity.
La película “Aprendiendo a morir” es impulsada por Sánchez como acción promocional del nuevo torero y dirigida por Pedro Lazaga en 1962. El guión es muy básico y tópico, mas la popularidad del protagonista la convierte en un éxito en taquilla, lo que reporta importantes ingresos al espada, así como una privilegiada posición para la campaña taurina que va a iniciarse.
Sexto: Hacer obras de caridad.
Ya en su tercera becerrada el torero dona a los más necesitados una buena parte de la ganancia del festejo. Su apoderado se ocupa de que él mismo entregue la mitad del dinero a los pobres, con el consiguiente refuerzo mediático. En la sociedad se instala la idea de que El Cordobés es un torero del pueblo que se rige por la bondad, y por consiguiente ha de ser buen torero.
Séptimo: Crear la sensación de vivir en la abundancia.
El Pipo busca un nuevo golpe de efecto en Barcelona, ciudad de gran relevancia taurina en la época. Para ello se asoma al balcón de su habitación, se dirige a la gente que pasa por la calle de su hotel, y comienza a lanzar fotografías del diestro y billetes de cien pesetas generando un revuelo tal que se corta el tráfico rodado y durante horas se colapsa en centro de la ciudad. Y todo por el fervor que los barceloneses profesan por el torero de Córdoba, así como por la abundancia de sus donativos.
Octavo: Hacer propaganda también para los ricos.
El apoderado consigue que su pupilo sea invitado a Los Alburejos, finca del conocido rejoneador, criador de toros bravos y rico terrateniente gaditano Álvaro Domecq, a descansar y vivir cerca de lo toros. Se deja fotografiar subido a caballo logrando un impacto mediático en todos los estratos sociales. El Cordobés comienza a ensanchar su leyenda de hombre hecho a sí mismo, capaz de escalar en la rígida estructura social de la época. Meses después, y para poner colofón a la temporada, El Pipo tiene una de sus más geniales ideas: organizar un festejo benéfico en el palacio de El Pardo, residencia oficial del jefe del estado Francisco Franco, patrocinado por su esposa Carmen Polo. El dictador no era aficionado a los toros, sin embargo, como cualquier político, estaba siempre dispuesto a celebrar actos que mejoraran su popularidad, y la oportunidad de aparecer en un acto benéfico junto con el hombre a quien admiraba su pueblo fue aprovechada con gran eco informativo.
Noveno: Aplicar la locura con mesura.
A El Pipo se le achaca estado de locura, pues sus decisiones para promocionar al torero son poco sensatas, mas él sonríe de nuevo, y acierta con un aserto que explica muy bien su concepto del negocio “Si loco es el que desdeña la rutina de lo que hay, y se emplea en descubrir lo que no hay, entonces estoy muy loco»
Décimo: Encontrar un buen detractor.
Sánchez contrata a un joven conocido para que siga a El Cordobés a todas sus actuaciones y vocifere de forma ostensible en contra del torero, a condición de que nadie sepa que le paga por ello. El público bondadoso del tendido veía una agresión intolerable al matador, y por esa razón se afianzaba en su apoyo al torero. Irritar con moderación es una buena manera de consolidar las adhesiones.
Undécimo: Asegurarse un enemigo “flojo”
En los primeros meses de apoderamiento Sánchez admite en privado que su pupilo tiene evidentes carencias técnicas, y que “la única verdad que hay en él es su ineptitud y el valor arrollador con que se comporta”. El Pipo vista las principales tierras taurinas y compra las camadas de aquellos hierros que le parecen más flojos, al objeto de asegurarse enemigos poco temibles y poder ganar así tiempo y dinero.
Duodécimo: No vender, sino esperar a que te compren.
A principios de 1961 el incipiente torero alcanza una gran popularidad, la gente quiere verle sobre la arena luchando sin retórica. Los empresarios lo saben y conocen su gran impacto en taquilla. El Pipo espera, evita llamar a las grandes firmas organizadoras de espectáculos, pues sabe que si ellos dan el paso su posición negociadora será muy firme. Una vez más acierta, y su teléfono comienza a sonar, los contratos a firmarse y la cuentas corrientes a crecer con saldos impensables.
Decimotercero: Capitalizar el fracaso, porque si es clamoroso, también vende.
En 1961 El Cordobés inaugura la temporada en la Monumental de Barcelona luego de un intenso trabajo publicitario. El público se agolpa para ver al nuevo fenómeno, ansioso de vivir emociones fuertes, mas la decepción deja paso a una protesta airada, pues el torero no es capaz de afrontar la lidia con la entereza que se le supone, y abandona el circo entre los ecos de una sonora bronca. Sin embargo El Pipo ha trazado un plan alternativo y ordena detenerse al coche en que viajan hacia el hotel junto a un grupo de partidarios a quienes se ha encargado el trabajo de pasearlo a hombros por la calles de Barcelona, dejando entre los que no acudieron al coso una imagen de gran triunfo. Al anochecer las calles y tabernas son el escenario de encendidos debates entre los que estuvieron en la plaza y aquellos que sólo le vieron a hombros por las calles. Al día siguiente la prensa se hace eco de la imagen del torero izado por la masa, sin reparar tanto en la mala actuación del espada. La polarización de sentimientos, la polémica desatada y, de nuevo, la viralidad de los comentarios acrecientan la fama de Benítez, quien llena la plaza días después en su siguiente comparecencia.
Decimocuarto: Cortar la temporada para poder ganar más en la siguiente.
El calendario de El Cordobés es muy apretado en octubre de 1961. Tras su triunfo apoteósico en Jaén, ha adquirido compromisos en plazas importantes, como Zaragoza, en la que cobraría una suma verdaderamente importante. Sin embargo una lesión en la muñeca y, especialmente, la oportunidad que ve su apoderado de salir de escena en la cumbre del prestigio, le lleva a cortar la temporada, suspendiendo sus últimas actuaciones. El argumento es de nuevo antológico “lo que dejes de ganar ahora lo ganarás el año próximo multiplicado por dos” Es la ley de la escasez manejada con maestría por un gestor genial.
Decimoquinto: Ganar el recuerdo.
El Pipo ha sido asesor presidencial en las plazas portátiles que vieron debutar a Benítez, y más tarde inspirador de la prensa, a la que trata con grandes atenciones en todos lo órdenes. Puede decirse que ha sido capaz de enjugar las escasas condiciones de su torero hasta hacerlas invisibles, pues nadie se hace ya eco de ellas, y el triunfo le llega basado en la generosidad del palco. En una confesión ante un amigo muy cercano el apoderado reconoce que en el mundo “no importa le que ocurrió, sino lo que se recuerda”, lo que constituye un aserto magistral, adelantado a su tiempo, postulado en el siglo XXI por la neurociencia.
Javier Bustamante
Para Toro Cultura
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