El Miura de Pamplona
La estampa de los toros de Miura lidiados ayer en Pamplona fue fiel reflejo de lo que ha solido ocurrir en el más de medio centenar de veces que han sido anunciados en la Feria del Toro. Corpudos, agalgados, huesudos, bien armados, variados de capas y con gran alzada. Su comportamiento, sin embargo, ha variado a lo largo de los años, pues los revisteros de los años setena y ochenta del siglo pasado dan fe en algunas entregas de comportamientos bravos, encastados e incluso en alguna ocasión fieros. Nada de eso ocurrió ayer. Salían de toriles más o menos decididos, auscultaban el escenario con mirada escéptica, medían distancian, se desplazaban con trote cansino para reconocer el terreno, acosaban a banderilleros, incluso a alguno instalado en el callejón, y planteaban lidias de poco celo, embistiendo sólo cuando resultaba imprescindible. No les faltó carbón, e incluso en el caso del sexto se veía que había pies para emplearse de mejor manera. Pero no. La casta no brilló en ningún momento. Tardos, distraídos, violentos, con la cara alta, soltándola como mecanismo de defensa. Corrida dura y mansa, escasa de casta, principal ingrediente de la bravura.
En una situación así los lidiadores optaron por el procedimiento más socorrido, que es la precaución y la aplicación estricta del oficio.

Antonio Ferrera, quien dos años antes se había encerrado en este mismo coso con seis de Zahariche, es un consumado experto en negociar con este encaste. Ayer lanceó con su capa de esmeralda marcando distancias y terrenos, dirigió la lidia con responsabilidad, quitó con imaginación, pasó de muleta con solvencia y estoqueó con habilidad, una vez metiendo la mano con sutileza, y la otra aprovechando la media arrancada del toro cuando ya lo había igualado. Poco brillo y mucha eficacia, que es el discurso más convincente con este ganado.

Manuel Escribano tiene ya poso de maestro. Domina las reses con aparente naturalidad, conoce su comportamiento y se maneja en la gestión de terrenos como nadie en el escalafón. Ayer recibió a sus dos titulares a porta gayola, si bien el quinto prefirió moverse al hilo de las tablas y el maestro hubo de rectificar y emplazarle al encuentro en terrenos más cerrados. Banderilleó con espectacularidad, con quiebros y violines inverosímiles, y pasó por ambos pitones con la firmeza que permitía su torba condición. Ganó una oreja de su segundo y su batalla con el manso de Cebada Gago que sustituyó a su primero quedó en silenciosas tablas.

Jesús Enrique Colombo, salido a hombros de este coso doce meses atrás, es un toreo bullidor, populista, que compone bien la escena y cuenta con la simpatía de las peñas, que lo tienen por predilecto. Ayer estos argumentos fueron suficientes para ganar tres orejas y salir en volandas por la puerta del encierro. Premio a todas luces excesivo, por cuanto no hubo ningún argumento a favor de la concesión de la segunda oreja del cierraplaza. El placo de la Monumental fue ayer poco justo en la valoración de los méritos, ignorando tal vez el daño que se causa al prestigio de la plaza y a la propia Feria del Toro. Tal vez no sea buena idea que un acontecimiento tan trascendente como es la corrida sea dirigido por cargos políticos que no desean contrariar a su votantes bajo ningún concepto.
Reseña:
Plaza de toros Monumental de Pamplona, domingo 14 de julio de 2024. Lleno en tarde calurosa.
Toros de Miura y Cebada Gago (2º bis), agalgados, con caja y romana, en capas cárdenas y castañas, de comportamiento incierto, predominando la dureza y la mansedumbre.
Primero: Castaño, de gran volumen y trapío. Dos puyazos corneando el peto. Correoso y con poco celo. Silencio en el arrastre.
Segundo: Cárdeno de excelente presentación, de alegre salida rematando. Se parte un cuerno por la cepa y es devuelto al corral.
Segundo bis: Burraco, de Cebada Gago, bien presentado. Cuatro refilonazos, dos de ellos junto a chiqueros y un puyazo duro en el uno. Duro y manso, con pies y carbón. Silencio.
Tercero: Castaño de gran trapío remata de salida. Dos puyazos sin emplearse. Bronco, listo, con carbón. Silencio.
Cuarto: Cárdeno de gran trapío en puro tipo miureño. Dos puyazos sin emplearse. Bronco y duro. Pitos en el arrastre.
Quinto: Cárdeno, escurrido, bien presentado. Dos puyazos duros. Tardo, distraído y sin celo. Silencio.
Sexto: Cárdeno corpudo astifino de gran trapío. Dos puyazos viniendo de largo. Duro, con pies y carbón, claudica al final de la faena buscando toriles. Ovación.
Antonio Ferrera, de buganvilla y oro: Estocada a toro arrancado contraria y dos golpes de descabello (silencio). Estocada habilidosa desprendida (silencio).
Manuel Escribano, de grana y oro: Estocada trasera saliendo golpeado y un golpe de descabello (silencio). Estocada desprendida (oreja).
Jesús Enrique Colombo, de pizarra y oro: Estocada caída delantera perpendicular (oreja). Estocada (dos orejas).
Incidencias:
Décimo y último festejo de la Feria del Toro de Pamplona.
Colombo salió a hombros por la puerta del encierro.
El festejo duró dos horas y media.
Javier Bustamante
para Toro Cultura
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir