Emilio de Justo indulta a un toro de dulce

Emilio de Justo exhibió ayer en el Coliseum de Burgos su toreo y la almibarada nobleza de un toro de Juan Pedro Domecq, y ambos salvaron la tarde del desastre ganadero que se cernía sobre el ánimo de la afición. No fue una faena al uso, pues a la acreditada técnica del matador se unen ahora otros registros ajenos a la lidia, como la despaciosidad, la gestualidad y la conexión con el tendido, que hacen de sus nuevas faenas una obra solemne.

Podrá discutirse si un solo toro puede valer por toda una tarde, si bien en el caso que nos ocupa fue el sexto el que enamoró a la afición por su fijeza, su humillación, su repetición y ese instinto que solo tiene el toro bravo de acometida permanente. Y ese estado de euforia del público desfilando hacia otros enclaves de la fiesta tardará en olvidarse.

Le dio Emilio de Justo el sitio adecuado y la distancia que pedía. Así las cosas dibujó el toreo fundamental sobre ambas manos además de algunos recursos de adorno, como trincherazos y molinetes, tanto como su inicio de faena, vibrante, de rodillas en el platillo. La faena fue larga y despaciosa, y más larga podía haber sido si no hubiera un reglamento que limita el tiempo del último tercio, pues el toro no se cansó de embestir, y con toda seguridad habría seguido haciéndolo hasta rendir el último aliento. Un toro memorable que no dejó huella en varas, piedra de toque fundamental de la bravura, pues recibió un solo puyazo que más pareció un picotazo. Habrá que arbitrar el modo de calibrar la bravura en su más estricto sentido y en todos los tercios para conceder un indulto a carta cabal.

El resto de la corrida naufragó sin paliativos por su debilidad y su falta de casta contra la que poco pudieron hacer Ponce y Luque, más allá de alargar innecesariamente los trasteos ante animales de comportamiento mortecino. Se comprende que quieran justificar su presencia en el cartel y sus honorarios, si bien alargar las con contenidos irrelevantes rayando las tres horas parece un desatino que no agrada al aficionado.

Hoy con lleno asegurado en el Coliseum, último festejo a pie con toros de Sorando para Talavante, Joselito Adame y Roca Rey.

Reseña:

Coliseum de Burgos. Lunes 1 de junio de 2024. Casi lleno bajo la cubierta del multiusos.

Toros de Juan Pedro Domecq, casi todos chicos y descastados, a excepción del sexto de extraordinaria nobleza, como a continuación se detalla.

Primero: Colorado, justo de presentación con poca cara. Un puyazo. Flojo y descastado. Palmas en el arrastre.

Segundo: Negro, anovillado de 445 kilos. Un puyazo empujando. Flojo y con poco celo. Silencio.

Tercero: Colorado, con volumen y poca cara. Un puyazo dejándose herir. Flojo y descastado. Ovación.

Cuarto: Negro, pobre de cabeza. Un puyazo. Lánguido y descastado. Silencio en el arrastre.

Quinto: Negro, justo de presentación. Un puyazo. Descastado. Silencio.

Sexto: Negro justo de presentación. Un puyazo suave. De extraordinaria nobleza y repetición. Indultado.

Enrique Ponce, de pizarra y oro: Dos pinchazos, pinchazo hondo en la paletilla y un golpe de descabello (silencio). Pinchazo y estocada trasera caída (silencio)

Daniel Luque, de azul marino y oro: Estocada baja (silencio). Estocada trasera tendida (oreja).

Emilio de Justo, de azul ultramar y oro: Pinchazo y estocada (oreja). Estocada simulada (dos orejas y rabo simbólicos).

Incidencias:

Tercera corrida de la Feria de San Pedro.

Emilio de Justo salió a hombros.

El paseíllo se inició con diez minutos de retraso, y se demoró más aún el inicio de la lidia por recibir Juan Pedro Domecq y Enrique Ponce sendos reconocimientos.

Tras el tercer toro la presidencia se retiró del palco para facilitar la merienda de los asistentes.

El festejo duró cerca de tres horas.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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