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Enrique Ponce alecciona a los jóvenes

Enrique Ponce ha vuelto a demostrar sobre el albero de la plaza de la Ribera de Logroño por qué lleva más de un cuarto de siglo exhibiendo su torería por las plazas del mundo, y triunfando sin ambages cada vez que encuentra dosis, ya sean pequeñas, de bravura en su camino.

Enrique Ponce maneja con magistral precisión terrenos, distancias y alturas, conoce la grey de sus antagonistas, se embriaga de arte torero antes de saltar a la arena, y solemniza con fundamento cada acto de la lidia.

Enrique Ponce ve venir al toro al galope, escruta su mirada, calcula el ritmo de su tranco, mide el ángulo que forma la cerviz con la cruz, prevé la inercia de su masa, y ya sabe cómo darle fiesta.

Esta tarde se ha medido a dos toros escasos de casta y poder a los que ha templado con magisterio, y mandado cuanto se podía, que no era mucho, componiendo en su segundo turno una obra de asombrosa naturalidad y esencia. Comenzó doblándose en el tercio con largas verónicas, llevó al caballo al toro con suficiencia lidiadora, y construyó una faena esencial, basada en la mano izquierda con pases de recurso, otros pintureros y alegres poncinas. La puerta grande se le resistió un año más por estoquear en un lugar poco decoroso, mas la esencia de su toreo quedó de nuevo flotando en la cálida atmósfera de la Ribera.

A José Garrido debió reconocerle el maestro su compromiso y su corazón de torero valiente, entregado a la causa, y tal vez también hubo alguna sutil insinuación sobre el la naturalidad en la composición de la figura. El pupilo se aplicó el consejo y logró un trofeo tras una gran estocada, pasando así la reválida.

Cuando Luis David Adame vino al mundo Enrique Ponce tenía ocho años de alternativa, había triunfado en los principales cosos del mundo y encabezado el escalafón en tres temporadas. La comparación sería estéril y poco respetuosa con ambos, así que el maestro debió limitarse a recomendar al matador de nuevo cuño más reposo y la aplicación efectiva de los arcanos del temple. También el menor de la dinastía hidrocálida logró una oreja fruto de su decisión y de la amabilidad del público logroñés, muy sensible a la voluntad de los toreros.

El maestro irá haciendo cuenta de los progresos de los legos y ya estará pensando en dictar nuevas masterclass para que la transmisión de conocimiento sea del todo efectiva. El sábado, sin ir más lejos, sentará cátedra en el albero maestrante.

 

 

Reseña:

 

Plaza de Toros de la Ribera de Logroño, veinte de septiembre de 2017, menos de la mitad del aforo cubierto en tarde calurosa.

 

Toros de Juan Pedro Domecq bien presentados, en capas negras y castañas. Primero: Un puyazo y un picotazo, flojo y descastado. Silencio al arrastre. Segundo: Dos picotazos; flojo y noble. Palmas. Tercero: Un puyazo y un picotazo; flojo y noble. Silencio. Cuarto: Un puyazo y un picotazo ; flojo y noble. Silencio. Quinto: Un puyazo y un picotazo. Flojo y descastado. Bronca. Sexto: Un puyazo y un picotazo. Flojo y noble. Silencio.

 

Enrique Ponce, de coral y oro: Estocada casi entera (silencio). Bajonazo (oreja).

 

José Garrido, de pizarra y oro: Gran estocada (oreja). Pinchazo, pinchazo hondo y tres golpes de descabello (Silencio).

 

Luis David Adame, de rosa palo y oro: Gran estocada saliendo golpeado (oreja). Media estocada tendida (silencio).

 

 

Incidencias:

Tercer festejo de la Feria de San Mateo 2017

 

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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