Diego Urdiales desata la emoción
Pasaba de muleta con pureza Diego Urdiales al cuarto de la tarde a los sones del pasodoble “Martín Agüero” cuando, al finalizar una serie al natural se salió despacioso, con paso breve y mirada al tendido, disfrutando de los aplausos. El toro, sin que él pudiera preverlo, se le vino veloz por la espalda, volteándole con saña, prendiéndolo después en el suelo y propinándole una segunda voltereta que pareció haberle herido. Cesó la música, el público, conmocionado, reparó en la anatomía del diestro mientras sus compañeros le ayudaban a levantarse comprobando que no estaba herido. La plaza prorrumpió en la ovación más cerrada de la feria, y el diestro, sin mirarse siquiera la taleguilla, se fue al toro enrabietado instrumentando dos nuevas series dando el pecho, ajustando cada pase, con casta y regusto torero. Igualó junto a las tablas y entró a herir con arrojo, dejando una gran estocada en el hoyo de las agujas que hizo rugir al circo como en las mejores tardes, y flamear pañuelos al aire en la convicción de que aquella gesta valía la puerta grande. Mas no fue así, y el palco, en ejercicio de sus atribuciones, dejó el premio en un solo trofeo, que a la inmensa mayoría del cónclave le pareció poco reconocimiento para el arte y el arrojo del maestro de Arnedo. La pasión había prendido en el aire cálido del coso de la Ribera, y la emoción desatada vivida instantes antes hizo que fueran dos las vueltas al ruedo en medio del clamor y de gritos de reconocimiento a su torería.
Miguel Ángel Perera volvió a demostrar su toreo poderoso, pleno de recursos, así como su compromiso con el arte. Pasó con solvencia a sus dos antagonistas, de diverso cariz, pues el quinto se orientó y buscó al torero al finalizar cada pase, sin que el torero desistiera de su intención de rematar faena. Sin embargo el público mostró indiferencia cuando sus toros doblaron, sin valorar la entrega del matador.
Cayetano castigó a sus dos toros en la suerte de varas con dureza y pasó después de muleta con facilidad, si bien no hubo apreturas, ni pisó los terrenos que otras tardes le han sido propicios. Su actuación fue silenciada, si bien su presencia fue muy celebrada por el público, siempre en busca de una fotografía con el torero de legendaria estirpe.
El toreo es emoción, y toro de El Pilar y el maestro Urdiales crearon el clímax necesario para que emergiera, una vez más, la pasión que alimenta esta Fiesta ancestral.
Reseña:
Plaza de Toros de la Ribera de Logroño, veintiuno de septiembre de 2017, más de tres cuartos del aforo cubierto en tarde calurosa.
Toros de El Pilar, bien presentados, con romana y trapío, en capas castañas salvo el último, de pelo negro. Primero: Un puyazo y un picotazo. Flojo y descastado. Silencio al arrastre. Segundo: Dos puyazos. Noble y entregado. Palmas. Tercero: Dos duros puyazos. Noble y de alegre embestida. Silencio. Cuarto: Dos puyazos. Con tendencia a chiqueros y buen son. Silencio. Quinto: Dos puyazos. Orientado y de viaje corto. Silencio. Sexto: Dos entradas al caballo recibiendo tres puyazos. Flojo y noble. Silencio.
Diego Urdiales, de berenjena y oro: Pinchazo y estocada casi entera (silencio tras aviso). Gran estocada (oreja tras aviso).
Miguel Ángel Perera, de teja y oro: Dos pinchazos, estocada casi entera y un golpe de descabello (silencio). Estocada y un golpe de descabello (silencio).
Cayetano, de turquesa y oro: Dos pinchazos, estocada y un golpe de descabello (silencio). Estocada y dos golpes de descabello (silencio).
Incidencias:
Cuarto festejo de la Feria de San Mateo 2017
Javier Bustamante
para Toro Cultura
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