La crisis taurina: una mala salud de hierro

Vicente Royuela @VicenteRoyuela

2018 no ha sido un buen año para los festejos taurinos. Si 2017 parecía un punto de inflexión, apoyado por la recuperación económica, en 2018 ha seguido cayendo el número festejos. ¿Cuáles son las causas?

En 2018 se han dado 31 festejos menos que en 2017. Si bien en 90 localidades en España han aumentado los festejos, en 118 han bajado. En comparación con 2017, 28 municipios han dejado de dar toros. En 2018 el número de localidades que han ofrecido novilladas con picadores o corridas de toros se ha quedado en 387, cerca de la mitad de los que había en el año 2001. Desde 2001, de los algo más de 8.000 municipios españoles, en algo más de 1.500 se ha celebrado algún festejo con picadores. En 2018 sólo una cuarta parte de los municipios con tradición han celebrado corridas. Los mapas adjuntos representan gráficamente la desertificación taurina de España en el siglo XXI.

Ni que decir tiene que este tsunami que ha arrasado la piel de toro tiene una componente económica fundamental. En trabajos anteriores me atreví a hacer predicciones de la evolución futura de los festejos en España, basándome únicamente en las perspectivas económicas que nos esperaban. La caída de los festejos había sido paralela a la crisis económica y se podía esperar que la recuperación ayudase a salir del pozo. Así, al terminar 2015 preví que las expectativas de la recuperación económica en España iban a suponer un aumento de los festejos en 2016 y 2017 de algo más del 6% para cada uno de estos ejercicios. La realidad ha sido bien distinta. Desde 2015 la cifra de festejos ha seguido cayendo, y al terminar 2018 hay un 10% menos de festejos que en 2015. Aunque en España no ha habido un aumento sustancial de los salarios, el crecimiento económico ha ido acompañado de la caída del desempleo y sin embargo, cada vez se dan menos festejos. Parece que hay que buscar otros motivos más allá del meramente económico. Vayamos pues por partes.

Bajo mi punto de vista, hay un primer factor que a nadie se le escapa, y es la destaurinización de la sociedad española. Cada vez se habla menos de toros en la calle, en los bares o en las aulas. La gente está cada vez más alejada de la fiesta de los toros y aunque el veganismo es residual, cada vez hay más gente que equipara la tauromaquia con el maltrato animal.

El segundo factor al que me quiero referir es el político. Al ataque directo de algunas formaciones, que puede resumirse en la irrupción de Podemos en las elecciones generales y municipales de 2015, se le sumó la falta decidida de apoyo a la tauromaquia de la mayoría de partidos, por no decir todos (lo cual creo que es cierto si miramos el conjunto de las regiones españolas). La respuesta de los votantes a este tipo de políticas no se hizo esperar. Cabe recordar que la repetición de elecciones generales en 2016 ya permitió vislumbrar que el ataque frontal de Podemos a la fiesta de los toros nada más entrar a las instituciones le estaba pasando factura electoral, como analicé en un trabajo elaborado en colaboración con La Economía del Toro. De aquel aviso, que ya comentamos en esta julio de 2016 en un artículo en la revista 6toros6, se hizo eco el diario La Vanguardia y en cambio no se tomó en serio por parte de muchos, y se ha visto refrendado en siguiente convocatoria electoral en el taurino territorio andaluz. Es más que evidente que cuando votamos no pensamos solo en los toros. Valoramos tantas cosas… Pero entre ellas, para muchos también cuenta la tauromaquia. Pendiente queda un análisis profundo de la asociación entre el cambio electoral andaluz y los festejos taurinos.

El tercer factor que creo relevante es el de la gestión del sector. Y en este sentido es obligatorio referirse a la política de precios. Lo primero que nos viene a la cabeza es la bajada del IVA. Cuando los economistas evaluamos el efecto neto de una reducción de impuestos, asumimos que hay diferentes opciones válidas. La primera es efectivamente que las empresas mantengan sus precios y que, con menos IVA, baje el precio final. En este caso sería de esperar que se produzca un aumento de la venta de entradas y en consecuencia que se den más corridas. La segunda opción es que las empresas mantengan el precio de venta final, lo cual implica un aumento del precio que cobra efectivamente la empresa. Esto debería conllevar que saneen balances, y que, por ejemplo, se puedan dar más novilladas, o en general más festejos a priori menos rentables. De nuevo es de esperar que se den más festejos. Las cifras son bastante elocuentes: en general no se han bajado los precios de las entradas, pero dicha subida de festejos no se ha dado. ¿Y dónde ha ido a parar la mayor recaudación? Pues al bolsillo de: a) empresarios; b) figuras del toreo; c) toreros en general; d) ganaderos; e) organizaciones benéficas o cualquier otro organismo o entidad que se nos ocurra. A falta de datos para poder contrastar nada, el orden y la magnitud del reparto se lo dejo a usted, querido lector.

Aquello de “empeñar el colchón” para ver a nuestro torero o ganadería, ha pasado a mejor vida. En cambio, no cabe la menor duda de que una política de precios bajos permite una mayor afluencia de público. La recomendación de que los costes de producción de la fiesta deben bajar para permitir que el sector se recupere, no ha ido en ningún caso acompañada del mensaje de que esta reducción de costes permitiría bajar precios y en consecuencia atraer más público a las plazas.

Para valorar la carestía de las entradas a los toros habría que hacer un análisis pormenorizado de los precios de las entradas para cada festejo, entendiendo que todas las plazas tienen entradas caras y baratas, que hay promociones para jóvenes y mayores, para desempleados, etc. En todo caso me he atrevido a hacer un ejercicio econométrico en el cual comparo la evolución de los festejos taurinos en etapa de recuperación económica (contando que comienza en 2013 y contabilizando los datos hasta 2018) respecto la renta mediana y su distribución por quintiles en los 146 municipios españoles con más de 5.000 habitantes y que tuvieron un promedio de al menos dos festejos al año desde 2001 hasta 2018. Los resultados, que no detallo en este artículo por motivos obvios, permiten ver que no importa tanto el nivel de renta de los municipios como su distribución. Así, los municipios donde hay menos desigualdad de la renta es donde menos han disminuido los festejos[1]. Dicho en lenguaje sencillo: es necesario un volumen de población suficiente con niveles de renta adecuados para poder pagarse una entrada a los toros.

Evidentemente lo ideal es que fuésemos todos muy ricos y que no nos faltase de nada: jamón, gambas y entradas de barrera. Pero la realidad es más cruda: hay mucha gente que no puede decir que la recuperación haya pasado por su puerta. Ni comen jamón, ni gambas, ni van a los toros.

Los factores económicos están íntimamente ligados a los políticos y sociales. A veces parece que sorprenda que algunos partidos de izquierdas se declaren antitaurinos. Lo cierto es que si construimos una fiesta solo apta para ricos, esperar el apoyo de los menos pudientes parece una utopía. En América tenemos claros ejemplos en Perú, Colombia, Ecuador… ¡Una entrada puede costar cerca de un salario mínimo! ¿Cómo queremos pues que vean la fiesta las clases populares?

¿Y en España? ¿Cómo lo tenemos? Dentro de poco se publicarán los resultados del estudio del impacto económico de la Feria Ibérica del Toro de Olivenza elaborado conjuntamente por la Universidad de Extremadura y la Universidad de Barcelona. Hemos constatado el notable apoyo de la población a la feria taurina. No obstante, también hemos comprobado que la gente joven y los oliventinos con menos estudios, a priori los grupos con menos poder adquisitivo, son de largo los grupos que menos van a los toros.

Esta evidencia me hace preguntarme si de verdad la fiesta es del pueblo. ¿De todo el pueblo?

[1] Nota: aproximo la desigualdad usando como indicador inverso la proporción de la renta que tiene la ‘clase media’: el 20% de la población con una renta intermedia, a partir de los datos de distribución de la renta municipal de Hortas y Onrubia (2016).

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