La importancia de honrar a los héroes
La naturaleza del héroe
Un héroe es un ser que encarna los valores de una sociedad, se enfrenta a situaciones críticas con valentía, es capaz de realizar acciones admirables y beneficiosas para el colectivo y, gane o pierda en su epopeya, muere finalmente con arrojo.
Los héroes mitológicos lo son por ser sobrenaturales; los épicos tienen carácter puramente humano. Los primeros son hijos de dioses o semidioses, mientras que los segundos se significan por varios elementos comunes, que conforman su singular naturaleza.
Para acceder a la categoría de héroe es necesario recorrer un camino difícil y angustioso, un camino pleno de amenazas y de privaciones que, como la vida misma, siempre termina en tragedia.
El trayecto del héroe
El héroe ha sorprendido en su niñez al mostrar capacidades insondables que le permiten realizar hazañas asombrosas.
Es honesto, valiente, entregado a su estirpe, seguro de si mismo, y perseguidor de sus objetivos con inusual determinación, sin reparar en dificultades ni obstáculos.
Siempre tiene un antagonista con quien libra encarnizadas batallas, al borde mismo del abismo, mas vence siempre, salvo en la contienda final, y retorna victorioso a su entorno natural.
Porta un arma que le da carácter y notoriedad, un arma que le identifica y de la que, a menudo, toma el nombre.
Es un ser superior que, sin embargo, es capaz de ponerse al nivel del común de los mortales, por lo que genera simpatía e adhesión con su gente.
Es portador de un coraje inverosímil, que le faculta para abordar las vicisitudes de su epopeya y asumir su destino con gallardía.
No tiene miedo a la muerte ni rehuye los riesgos, ya que su existencia está al servicio de una causa mayor, que es la supervivencia de su grey, y la perpetuación de sus valores.
Es utópico, consciente de que la meta es imposible, mas cada paso que se logre es un avance hacia el estado de perfección.
Un héroe es, por tanto, un ser venerable, distinto del mártir, que sufre e incluso muere por defender un ideal, mas sin los valores que porta el héroe, ni la épica con que afronta la adversidad. Tampoco las personas muy capacitadas que emprenden grandes metas pueden considerarse héroes, puesto que no existe arrojo, identificación social, encarnación de valores ni muerte.
La palabra héroe ha sido banalizada y, en cierto modo, desprovista de su profundo contenido, si bien el héroe, según la acepción más pura del término, es un ser magnético y sublime, digno de la mayor de las consideraciones.
El precio
El ascenso al olimpo tiene un precio exorbitante: sacrificar la vida propia superando los instintos humanos más básicos, a fin de preservar a las personas, o bien su esencia cultural. El héroe practica una suerte de inmolación, algunas veces provocada por él mismo, otras veces asumida, las más sobrevenida por las amenazas que voluntariamente acepta. Es un precio absoluto, el mayor de los posibles. El héroe se desprende de su más íntima esencia y de su futuro en un acto de conmovedora entrega.
El héroe ha de formarse y esculpir su carácter en el sacrificio, en la abnegación y en la más refinada filantropía. Afronta batallas aparentemente perdidas, y se enfrenta a enemigos formidables, indómitos, cercanos en algunos casos a la propia divinidad.
El valor
Un héroe es el patrimonio más valioso que puede tener un colectivo humano, pues es el más alto exponente de los valores grupales, los reafirma, los exhibe, e inspira a las generaciones sucesivas.
Un héroe fomenta la transmisión oral y escrita de los hechos del pasado, creando tradición y, en muchos casos, también un mito.
Cualquier movimiento social, cultural o político anhela su propio altar habitado por sus titanes. La muerte, un solo muerto, purifica cualquier credo y le otorga trascendencia. Una revuelta popular no se consagra hasta que no muere algún militante ejerciendo la lucha. Una prueba atlética no se engrandece mientras que ningún corredor ofrende su vida en el esfuerzo. Una montaña no es admirable hasta que no se cobra la vida de un experto escalador. La cara de la muerte ha fascinado al hombre desde que tiene consciencia de su propia trascendencia y del desafío que supone soportar su mirada fría y monocorde. El héroe la vence en su derrota final, pues adquiere la condición de inmortal en la memoria de su linaje.
Los héroes del toreo
La figura del torero reúne, en lo esencial, las condiciones necesarias para erigirse en héroe virtual. Sólo la muerte en el ruedo le otorga de forma definitiva ese status. La muerte de un matador no es un accidente, más bien al contrario, forma parte del argumento de la Tauromaquia, que es una lucha cruenta entre la fuerza brutal, desatada del animal, y el conocimiento y la inteligencia del hombre. La ortodoxia del toreo no pretende limitar los riesgos vitales, sino perfeccionar un arte ancestral que permite burlar la certeza de la muerte con galanura. El toreo tiene todos los aditamentos para mitificar las gestas celebradas en el ruedo y convertirlas en leyenda. El santoral taurino consagra varios cientos de héroes. Un siglo atrás la pérdida de la vida de un hombre en las astas de un toro conmovía a la sociedad que se movilizaba, lloraba y glorificaba al caído por la recreación del rito, surgía la lírica, y se ponía en marcha una imparable leyenda. Las culturas se sustentan en mitos y creencias compartidos. Su preservación depende la solemnización a que se sometan. Las culturas más longevas son aquellas que han sido capaces de ensalzar a sus héroes, referentes de sus valores, y compartir con emoción las leyendas que engendraron.
Ignorar a los héroes es la actitud más letal que puedan adoptar los creyentes en cualquier credo. El toreo moderno está muy cerca de ningunear a sus legítimos héroes. Tal vez porque comience a temerse la estética de la muerte.
Honremos a los héroes del toreo por los méritos contraídos, y por la asombrosa capacidad que tienen para explicar sin palabras los arcanos trascendentes de la Tauromaquia.
Honremos la memoria de Víctor Barrio haciendo realidad su sueño más querido.
Honremos a Iván Fandiño difundiendo y perpetuando sus valores.
Honremos a todos los que han hecho más grande la fiesta de los toros, y al hombre un ser más admirable.
Javier Bustamante
Para Toro Cultura
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