A Víctor Barrio le mata un toro
Alberto Aguilar lidia el sexto de José Escolar en Pamplona y los gestos de los periodistas , ajenos a lo que sucede en La Monumental, muestran una inquietud creciente. En Teruel Víctor Barrio ha sido corneado de manera certera en el pecho y retirado del ruedo desmadejado e inerte. La confusión es grande, y las noticias que llegan a través del teléfono y los foros, contradictorias. Un toro de Los Maños habría aprovechado un instante en que el torero quedó destapado por el viento lanzando un derrote en el muslo que lo derriba, y ya en el suelo buscarlo, hacer presa en el costado y lanzarlo al aire de forma violenta. Morenito de Aranda, con quien alterna esta tarde, se aproxima a izarlo y llévalo a la enfermería, pero los hombres de plata le piden que se aparte para que no vea el boquete. Algunos medios aventuran que estaría siendo estabilizado en la enfermería de la plaza para ser trasladado a un hospital, otros temen por su vida. Lamentablemente se confirman los peores presagios y, cuando dobla el último en el coso navarro, se certifica la muerte de Víctor Barrio, víctima de una cornada letal de necesidad, que le atraviesa el pecho y causa grandes destrozos.
Mientras las peñas pamplonicas toman sus pancartas y enfilan con estruendo la calle Estafeta, hay un torero cabal sobre una camilla, con el pecho desgarrado por un pitón lacerante, que ha rendido su vida por el sueño de engendrar arte y ser considerado un héroe.
Novillero admirado y premiado, matador modesto, que tan solo se ha vestido de luces tres veces esta temporada, ha sido el tributo a pagar para que la lidia, que se celebra cada atardecer en el orbe taurino, siga siendo considerada una gesta.
El toro mata porque su ancestral sangre brava le impulsa a acometer sin descanso hasta su último aliento. El toro no es un animal más, sino una fiera temible con una anatomía portentosa creada para el combate. El toro es admirado por el hombre desde hace veintitrés mil años por su fuerza, su nobleza y su fertilidad, conquista la condición de divinidad, y desde entonces inspira el sueño de vencerle para apropiarse de sus valores.
El torero es un artista de fina sensibilidad, mas también un guerrero capaz de exponer su vida cada segundo que permanece sobre el albero. El hombre desafía al dios desde la inferioridad, y vencerle le acerca al olimpo. Víctor Barrio encontró el camino más rápido y más seguro para entrar en la leyenda de la tauromaquia.
Esta fiesta singular, denostada en muchos ámbitos, debe mostrarse con toda su grandeza y toda su crudeza, pues es la epopeya más hermosa que perpetúa el hombre desde que existe la memoria.
Gloria y honor a la memoria de Víctor Barrio.
Reseña:
Plaza de toros Monumental de Pamplona, nueve de julio de 2016. Lleno en tarde calurosa. Toros de José Escolar de excelente presentación, cárdenos, finos de cabos y asaltillados. Correosos y mansos en distinta medida.
Francisco Marco, de palo de rosa y oro: Dos pinchazos y estocada caída (silencio). Dos pinchazos y estocada casi entera trasera y tendida (silencio)
Juan Bautista, de crema y oro: Media estocada fulminante (aplausos). Estocada (oreja)
Alberto Aguilar, de azul marino y oro: Pinchazo y estocada (ovación y saludos). Pinchazo y estocada (ovación)
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