Juan sin miedo

Juan Leal espera paciente en el patio de cuadrillas con su rostro angelical y su fino cabello dorado al aire de la tarde a que se cumpla la hora. Saluda con una sonrisa a aficionados, y con un leve guiño a partidarios, posa para las cámaras como si fuera a dictar una conferencia, y se mueve quedo entre el gentío que atesta el exiguo espacio que conforma la antecámara del albero. Mas por dentro sabe lo que tiene que hacer, tarde tras tarde, para ocupar el lugar que pretende en el escalafón. Sabe que habrá de hincarse de rodillas, a porta gayola, en el tercio o en el platillo, y que habrá de librar derrotes y tornillazos a la altura de la femoral o de la yugular, uno tras otro, sin enmendarse, sin arredrarse, superando la emoción básica que es el miedo. Sabe que los toros cogen y hieren, conoce el aroma de la sangre manando en tromba de sus arterias, y el sonido grave de los varetazos en el vientre. Sabe cómo queman las heridas y conoce el narcótico instante que anuncia el inminente desmayo. Jamás palidece ni demuda el gesto sereno que lleva puesto en el rostro, y menos aún tiembla, más allá de que los bruñidos pitones le acaricien los muslos. Juan Leal es, sin duda, el alter ego del “Juan sin miedo” que los hermanos Grimm inmortalizaron en el siglo XIX. Tal vez busque también como él “algo que le haga temblar”. Ha vivido momentos dramáticos junto a sus ogros favoritos, que vienen de Zahariche y tiran cornadas con la misma naturalidad que una mariposa bate sus alas. Ha lidiado lo más duro del campo bravo en las plazas de mayor compromiso, y jamás ha claudicado, por alto que sea el precio pagado por continuar vistiéndose de luces derrotando al dios Tauro.

Ayer en Azpeitia hubo una nueva entrega de esta Tauromaquia que raya el drama para ennoblecer la gloria. Triunfar a cualquier precio. No importa el trance si el premio es el reconocimiento del público y el tránsito, ya sea lento, hacia el altar pagano del toreo. Juan Leal es Juan sin Miedo.

Pepe Moral mantiene las exquisitas maneras que emanan de su espigada figura, torero inspirado, de trazo largo y formas envolventes. Sin embargo ayer fue víctima de la precipitación, tal vez por la imperiosa necesidad de triunfar y poner fin a la sequía de trofeos que padece esta temporada. El miedo a fracasar en el peor aliado del triunfo.

Tomás Angulo debutaba en Azpeitia y dejó una bella impronta de aroma torero. Manejó bien los brazos a la verónica, galleó por chicuelinas, se dobló por bajo al inicio de los trasteos y pasó encajado con temple a su primero. El segundo de su lote, un toro descastado y parado, acabó desarrollando sentido, ante lo cual optó por un alarde de valor, tragando miradas y coladas que a otro le habrían hecho desistir mucho antes.

Derroche de valentía que el público agradeció con una cerrada ovación. Sin embargo el que de verdad no tiene miedo es Juan, Juan sin miedo.

Reseña:

Plaza de toros de Azpeitia, 1 de agosto de 2019, más de media plaza, tarde gris de lluvia fina.

Toros de Murteira Grave , bien presentados, tres de ellos con gran trapío.  Primero: Negro listón. Un puyazo. Inválido. Pitos en el arrastre. Segundo: Negro listón. Palmas de salida. Un puyazo derribando. Flojo y manso. Palmas. Tercero: Negro chorreado. Un puyazo. Flojo y manso. Palmas. Cuarto: Negro, enmorrillado y con gran trapío. Ovacionado de salida. Dos puyazos traseros. Bravo. Gran ovación. Quinto: Negro listón, musculado y bien armado. Un puyazo suave. Noble y flojo. Ovación. Sexto: Negro, de gran trapío. Un puyazo suave. Parado e incierto. Palmas.

Pepe Moral, de pizarra y oro: Pinchazo y estocada caída (silencio). Estocada casi entera trasera tendida (vuelta al ruedo).

Juan Leal, de celeste y oro: Estocada casi entera atravesada y cuatro golpes de descabello (ovación y saludos tras aviso). Estocada desprendida fulminante (oreja con dos vueltas al ruedo).

Tomás Angulo, de nazareno y oro: Gran estocada (palmas). Estocada casi entera perpendicular (ovación y saludos).

Incidencias:

Segunda corrida corrida de la feria de San Ignacio.

Saludan tras parear Agustín de Espartinas, Marc Leal y Manolo de los Reyes.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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