Por qué nos gustan los toros: neurociencia y tauromaquia (parte primera)

La tauromaquia es una actividad de tal dimensión emocional que genera intensas pasiones, a favor y en contra, sin dejar a nadie indiferente.

Este es un hecho constatable desde hace siglos, si bien es en el momento presente, con la aparición de las neurociencias, cuando es posible encontrar una explicación rigurosa de este fenómeno y disponer de recursos para intensificar los sentimientos.

Las investigaciones de Antonio Damasio (Lisboa, 1944), uno de los más reputados neurocientíficos de la historia y líder natural del avance actual en esta materia, demuestran empíricamente, con sus estudios en la Universidad del Sur de Carolina (USA),  que el ser humano se rige por el cerebro triuno, es decir, por las tres dimensiones que componen este órgano vital.

En el estrato más recóndito y ancestral se manifiesta el sistema reptiliano, gestor de los instintos básicos, como son la búsqueda de la seguridad, la alimentación y el impulso sexual.

Alrededor de éste se encuentra el cerebro límbico, escenario natural de emociones y sentimientos.

Como tercer componente se observa el córtex, prodigio de la evolución humana, que asiste a las personas en su pensamiento lógico desde hace cuatro millones de años.

Los procesos mentales otorgan preeminencia al cerebro reptiliano, guardián y garante de la supervivencia de la especie. En segundo lugar es el sistema límbico quien, a través de los impulsos emocionales, determina el comportamiento de las personas. En última instancia será el córtex quien mediante un sistema de juicios lentos, apruebe lo que instintos y emociones dictan.

Por consiguiente nos encontramos ante una jerarquía clara en la que se anteponen los instintos sobre las emociones y éstas sobre el pensamiento lógico.

El premio Nobel de economía Daniel Kahneman explica este fenómeno de una manera más sencilla y no por ello menos precisa. Su teoría diferencia dos sistemas en la mente humana: el “sistema uno”, emocional e intuitivo, rápido y dominante, y el “sistema dos”, racional, lento y perezoso, puesto que sólo actúa cuando se le exige y casi siempre es desbordado por el primer sistema.

Kahneman (Tel Aviv, 1934) postula y demuestra mediante la praxis con sus profundas investigaciones en la Universidad de Princeton (USA), que el ser humano se encuentra con el sistema uno permanentemente activado, de modo que son centenares los impulsos, instintivos y emocionales que surgen y se manifiestan de un modo espontáneo. La función del sistema dos es intervenir cuando es necesario tomar una decisión crítica, valorar las diversas alternativas que surgen por intuición o instinto, y validar aquella que parece más adecuada.

Como quiera que el sistema dos consume una gran cantidad de energía y su activación agota al ser humano, su concurso es sólo puntual, y su protagonismo relativo, ya que con frecuencia la decisión ha sido ya tomada por el sistema uno y el dos sólo le otorga un carácter consciente.

El fervor o la repulsa que la tauromaquia generan son perfectamente explicables son estos dos modelos complementarios, y ha de buscarse en los instintos y las emociones los resortes más elementales del comportamiento que cautivan al espectador de una corrida.

En las próximas entregas de este artículo va a analizarse el impacto que los espectáculos taurinos tienen sobre el cerebro reptiliano, y cómo los instintos ancestrales son activados generando un impulso de enorme intensidad.

También se hará una revisión de las emociones básicas, entre las que están el miedo, la ira, la sorpresa y la alegría, y otras derivadas de gran relevancia, y el modo en que la lidia genera un estado de profunda emotividad.

En última instancia se referirá el conjunto de recursos que el intérprete del arte y los demás protagonistas de la tauromaquia pueden emplear para causar emociones positivas, generar recuerdo y, volviendo al enfoque científico de Antonio Damasio, crear marcadores somáticos, fundamento del éxito en cualquier actividad.

De este modo, de acuerdo con nuestro objetivo de difundir los valores de la tauromaquia, abrimos una nueva línea de desarrollo, que pone al alcance de un arte milenario conocimientos de vanguardia, útiles y de aplicación inmediata.

No se trata de opiniones, es ciencia, ciencia al servicio del arte.

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