Tarde épica
Las dos horas y media de función que se vivió ayer en el coso de Las Ventas resultaron emotivas de principio a fin, con pasajes de gran belleza, e instantes de angustia, pues ambos matadores ensayaron el arte del toreo, y los dos fueron dramáticamente prendidos por los toros negros de El Puerto de San Lorenzo.
Envió la familia Fraile un encierro casi todo cinqueño, con romana y trapío, justo de arboladura, que mostró una profunda mansedumbre, aleada con un genio poco común en el campo bravo, y una dureza de pezuña que le impulsó a plantar cara en todos los tercios y a tundir las anatomías de los toreros ayer anunciados. Buscaban el terreno de chiqueros, huían de las cabalgaduras, ganaban terreno a los banderilleros, hacían hilo con ellos, acortaban el viaje en el último tercio, y acosaban al matador tras la estocada, persiguiéndolo por el ruedo y arrollándolo con saña.
Sin embargo los dos espadas que alternaban mano a mano no se arredraron y, cada uno con su estilo, mostró la grandeza de este arte secular, que convive con la gloria y la tragedia sin saber cuál triunfará.
Curro Díaz se hizo presente en el patio de cuadrillas con un elegante terno grana y oro, mostró torería y una gran determinación desde que se abrió de capa hasta que abandonó el ruedo en dirección a la enfermería donde le esperaba el doctor García Padrós para reconocer sus contusiones y quién sabe si también alguna cornada interna.
Entre esos dos instantes mostró su concepto personal con todos sus atributos, su pinturería habitual, su mando con los toros esquivos, además de algo que tiene, y hasta ayer no se le reconocía lo suficiente: un valor sereno de gran dimensión. Fue dramáticamente cogido por su segundo dos veces, prendido por la entrepierna, volteado, arrojado al suelo y buscado en la arena hasta ser de nuevo izado y golpeado con inquina. Parece increíble que no fuera herido, mas las contusiones han de ser muchas y dolorosas, lo que le llevó a sentarse unos segundos en le estribo, levantar la vista hacia los tendidos y volver a la cara del toro para ensayar los naturales más bellos de la tarde, con un desmayo propio de gran artista y ligazón de maestro. No consiguió trofeos, mas se incorpora de forma definitiva a la corta nómina de toreros de Madrid, con categoría de miembro preferente.
José Garrido pechó con un lote deslucido, en especial el cuarto, de proverbial mansedumbre. Pasó al toro de todas las maneras posibles, buscándolo en la querencia, tratando de contener su huida, si bien la lidia se convirtió en una suerte de persecución en busca de un pase más. Mostró al público venteño sus manoletinas, plenas de valor y ajuste tras las cuales montó el estoque y fe prendido por segunda vez, zarandeado, arrojado al suelo y perseguido hasta las tablas en una carrera frenética, cayendo al suelo y siendo arrollado junto al estribo. Pasó a la enfermería, se le atendió de una cornada de diez centímetros y volvió al ruedo, magullado, para continuar dando Fiesta.
Al finalizar la corrida, tras las fuertes ovaciones con que el público reconoció a los toreros al cruzar de vuelta el circo, había cola en la enfermería, y los toreros doloridos se cedían el paso con gracia y cortesía.
Es la épica de dos héroes que además son caballeros.
Reseña:
Plaza de toros de Las Ventas, más de tres cuartos de plaza en tarde soleada.
Toros de El Puerto de San Lorenzo, cuatro de ellos cinqueños, todos negros, con romana, trapío y discretas arboladuras; mansos, geniudos, peligrosos y duros.
Curro Díaz, de grana y oro: Casi entera delantera (palmas); cuatro pinchazos y golpe de descabello (ovación y saludos); pinchazo, estocada y golpe de descabello (ovación y saludos)
José Garrido, de nazareno y oro: Estocada caída (silencio); pinchazo, media estocada y golpe de descabello de Curro Díaz (silencio tras dos avisos); tres pinchazos y golpe de descabello (ovación tras dos avisos)
Incidencias:
José Garrido fue intervenido en la enfermería por una cornada de diez centímetros en el glúteo que no le impidió continuar la lidia.
Al finalizar el festejo los dos matadores entraron en la enfermería por su propio pie para ser examinados de múltiples contusiones, varetazos y tal vez alguna cornada interna.
Curro Díaz hubo de descabellar el cuarto toro al resultar cogido Garrido y ser conducido a la enfermería.
Javier Bustamante
para Toro Cultura
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