enrique ponce toro

El maestro de hipnosis

El maestro Enrique Ponce tiene un don del que disfrutan pocos toreros, pues es capaz de hipnotizar a cuantos hombres y animales encuentre en su rededor, y lograr de ellos el comportamiento que pretende. Véase si no su faena al cuarto toro de esta tarde en Vista Alegre, al que, una vez inducido al trance, condujo con asombrosa suavidad y temple hacia el terreno donde aún podía lograr algún pase más. Se adornó también y dejó las femorales al alcance de los dos puñales que tenía en la frente el de Victoriano, mas no le hirió, porque para ese momento el conjuro ya había causado efecto. Cuando la poca bravura del toro ya se había agotado montó la espada despacioso y dejó en el hoyo de las agujas un volapié cabal, que hizo rodar al bello castaño, tal vez aún hipnotizado. El público enfervorizado pedía los trofeos con pasión, como poseído por el espíritu del triunfo, haciendo uso de pañuelos, almohadillas, chaquetas y cuantos enseres pudieran flamear; y el presidente Matías, también en estado de trance, mostró dos pañuelos blancos en la balaustrada con gesto ausente, como movido por un resorte. Tal vez el maestro de Chiva empleó su conjuro secreto de amplio espectro. Dónde no había toro encontró embroques, donde no había ilusión creo un furor desatado, donde escasean los pañuelos presidenciales generó dos de súbito.

Las claves del sortilegio que aplica el maestro deben ser objeto de análisis, pues esa Tauromaquia enciende a la afición, engorda taquillas, e incluso puede salvar plazas de algún serio peligro. Habrá de concluirse que el fundamento es el conocimiento del toro, sus querencias, las distancias y las alturas, hasta el punto que es el torero que mejor maneja las inercias del bruto, moviéndose en su cercanía con armónica precisión. Ponce vive poseído por la torería, y tiene la generosidad de esparcirla en el aire cálido de las plazas cada atardecer, con una contumacia que conmueve. Una torería diferente, solemne y respetuosa, llena de elegancia, que disfruta del fervor del público y le devuelve afecto también. La vuelta al ruedo triunfal de hoy en Bilbao es un curso acelerado de cuanto se está diciendo.

Cayetano, debutante sobre el ceniciento albero bilbaíno, ha mostrado actitud y determinación encomiables, recibiendo de rodillas, lanceando con ajuste y riesgo en bellas gaoneras, trasteando de todos los modos posibles, en la cercanía y en la lejanía, y se ha tirado a matar con mucha verdad. Es el último dignatario de una estirpe torera que ha hecho historia, y tiene aún una bella epopeya por escribir.

Ginés Marín ha venido al toreo para quedarse. Las telas le vuelan con donosura, y el aroma que desprenden llega al tendido a embriagar pituitarias. Tiene un valor sereno impropio del torero de inspiración que es, se pasa los toros muy cerca, y ha dado signos de madurez insólitos en su edad. Esta tarde ha plantado su fina estampa frente a un hosco toro sexto que aprendía el lenguaje de signos en cada muletazo, sin descomponerse en ningún momento, menos aún después de ser cogido y acosado en el suelo en un instante dramático. La gran estocada que dejó en los rubios valía por si misma un trofeo.

Al finalizar la función dos matadores abandonaron a pie el circo entre ovaciones, mas el tercero lo hizo a hombros, en loor de una multitud aún bajo los efectos del sortilegio de amplio espectro del maestro de hipnosis.

 

Reseña:

 

Plaza de Toros de Vista Alegre de Bilbao, veinticinco de agosto de 2017, tres cuartos del aforo cubierto en tarde nubosa y agradable.

 

Toros de Victoriano del Río bien presentados, con trapío, armónicos, con capas variadas. Primero: Dos puyazos; flojo y descastado. Pitos al arrastre. Segundo: Un puyazo y un picotazo; flojo y noble. Silencio. Tercero: se parte el cuerno derecho por la pala al rematar en un burladero. Tercero bis: Dos puyazos derribando en el primero; bravo, noble y de alegre embestida. Palmas. Cuarto: Dos puyazos; flojo, parado y manso. Ovación. Quinto: Dos puyazos; duro de pezuña, bronco y deslucido. División de opiniones. Sexto: Dos puyazos; flojo, de pronta embestida, desarrolló sentido. Palmas.

 

Enrique Ponce, de marfil y oro: Media estocada tendida y un golpe de descabello (silencio). Gran estocada (dos orejas).

 

Cayetano, de tabaco y oro: Pinchazo y estocada (ovación y saludos tras petición). Pinchazo y estocada casi entera (silencio).

 

Ginés Marín, de celeste y azabache: Tres pinchazos y dos golpes de descabello (ovación y saludos). Gran estocada (oreja).

 

Incidencias:

El rey emérito Juan Carlos I asistió a la corrida acompañado de su hija Elena y del doctor Eduardo Anitua en un palco.

Los tres espadas le brindaron su primer toro, con gran ovación del público y algunos pitidos.

Cayetano instó a sus banderilleros a que emplearan garapullos diferentes a los oficiales de la plaza, e Iván García clavó dos grandes pares con rehiletes adornados con la bandera de España.

Una pequeña porción del público protestó, la mayoría aplaudió, y el torero clavó dos grandes pares tras los cuales hubo que saludar montera en mano.

Enrique Ponce salió a hombros por la puerta grande entre el clamor del público.

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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