Descastados
Aunque los taurinos no estén plenamente de acuerdo con el significado del término descastado, es seguro que el cónclave, de manera unánime, convendría que el comportamiento de los toros de El Puerto de San Lorenzo jugados esta tarde sobre el cárdeno albero de Vista Alegre merece semejante calificativo.
Salían con alegría de chiqueros, oteaban telas flameantes y les mostraban la grupa con desprecio, emprendiendo camino opuesto a donde hubiera monteras y capotes. Circundaban el ruedo con majeza charra, vistiendo capas de luto riguroso, y ya tenían el ojo puesto en la puerta por la que salieron, que en lógica bovina habría de devolverles a la dehesa.
Veían las plazas montadas gastando castoreño añejo, artilladas con puyas lacerantes y ponían los pies en polvorosa, en algún caso con evidentes síntomas de pánico, pues en el rostro se les veía a los picadores que iban con la intención de herir, y lo que es peor, de paso calibrar la bravura. Hubo una excepción, que fue el cuarto, quien astilló los burladeros con la penca del rabo enhiesta y empujó con intención en sus dos encuentros con el piquero, si bien devino también en manso por causas aún no del todo aclaradas.
Veían a sus lidiadores, vestidos de sedas y oros rutilantes, muleta en mano, postura aflamencada en el cite, afectación en el rostro, y ánimo de torear y se les venía el cielo encima, pues eso de embestir será para otra estirpe menos lustrosa que la de estos Atanasios, santo y seña de la cabaña brava, que lleva lustros acreditando su reata.
Los matadores anunciados pronto detectaron la catadura del género, y sin embargo hicieron valer el contrato y se pusieron a pegar pases, más derechazos que naturales, más a media altura que por bajo, más protocolarios que emocionantes, más acompañando viajes cansinos que templando embestidas impetuosas.
En semejante trance algunos de los toros reculaban ante las pañosas, y otro, concretamente el cuarto, hizo que se caía, arguyendo la dureza de la lida, y estuvo un rato tumbado para tomar aire y de paso desgastar al rival por el esfuerzo de levantarlo. Hizo amago de volver a echarse, amorcillado, antes de que Ponce entrara a herir, pero el maestro, que en el conocimiento de las intenciones del toro es catedrático, se tiró tras la espada y le ganó la partida en el último suspiro.
A estas horas debe de haber conciliábulo en Puerto de la Calderilla, y ya habrán repasado don Lorenzo y sus hijos el libro de la ganadería, y revisado la críptica fórmula de la casta brava que tan buen resultado ha ofrecido otras tardes. Tal vez hayan llamado a capítulo a algún semental para afearle la conducta, o a alguna vaca por si saltó el cercado y tuvo coyunta con algún torito guapo de media casta. Todo con el rigor solemne que emplea la reconocida familia de criadores charra, devota y practicante del legendario encaste que fundara don Atanasio casi un siglo atrás.
Reseña:
Plaza de Toros de Vista Alegre de Bilbao, veintiseis de agosto de 2017, más de tres cuartos del aforo cubierto en tarde nubosa y agradable.
Toros de Puerto de San Lorenzo justos de presentación, con capas negras. Primero: Dos puyazos; abanto, flojo, manso y descastado. Pitos al arrastre. Segundo: Dos puyazos; flojo, manso y descastado. Palmas. Tercero: Dos puyazos, se lesiona en la mano derecha en el segundo tercio y su matador opta por abreviar. Silencio. Cuarto: Dos puyazos empujando; flojo, parado y manso. Pitos. Quinto: Dos puyazos, el segundo en la puerta de chiqueros, de los que sale suelto; manso y descastado. Pitos. Sexto: Dos puyazos; flojo y descastado. Silencio.
Enrique Ponce, de azul marino y oro: Pinchazo y gran estocada (ovación y saludos). Estocada trasera desprendida (ovación y saludos).
Diego Urdiales, de verde musgo y oro: Estocada (oreja). Cuatro pinchazos, estocada delantera y tres golpes de descabello (silencio).
Roca Rey, de teja y oro: Gran estocada saliendo desarmado (silencio). Gran estocada (oreja con petición de la segunda).
Incidencias:
Se guardó un minuto de silencio en memoria de Dámaso González fallecido esta madrugada.
El público ovacionó a Enrique Ponce tras el paseíllo, quien salió a saludar, invitando a sus compañeros de terna.
Francisco Montes
para Toro Cultura
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