Las anomalías del tiempo

Vino la afición a la plaza de toros de Azpeitia a vivir la inspiración de tres consumados maestros y salió con el alma plena de arte y alguna pregunta metafísica en la mente. Fue Juan Ortega quien planteó semejantes cuestiones. Había saludado a sus toros con verónicas ceñidas, medidas, rematadas en la cadera, con la cadencia que sólo él sabe imprimir a los lances, rematadas con media inverosímil. Se dobló muleta en mano con la flexibilidad y largura de un junco aguantando impávido algún parón, entregado, renunciando a su terreno. Pasó al natural como si el cuerpo no importara, despacioso, con el ritmo pausado del cante grande, desgarrado, con el alma por delante del sentimiento. Y fue entonces cuando se comprobó que había templado la embestida de los de Lorero Charro hasta ralentizarla, desafiando las leyes de la física que abordan velocidades e inercias de cuerpos que se mueven. Cuerpos que se desplazan según un patrón que la ciencia consagra desde que en el siglo XVII Newton enunció sus principios, con velocidad tangencial y aceleración centrípeta. Sin embargo la interacción entre los señuelos del maestro y los cuerpos de sus toros contravenía el modelo. Sencillamente lo que ocurría sobre el albero de La Bombonera no era posible. Salvo que se pusieran en cuestión los postulados clásicos.

De ahí que flotaran en el aire algunas preguntas aún sin respuesta. ¿Es el tiempo una variable absoluta? ¿Puede expandirse o comprimirse en una nueva escala? ¿Es posible manipularlo hasta pervertir su valor natural? No hubo respuesta porque el maestro no venía a aleccionar sobre ciencia, sino a insinuar arte y sentimiento. Desde la óptica de la razón puede hablarse de anomalías puntuales del crono, tal vez inexplicables para quien estuvo en la plaza. Tal vez absurdas para quien vea el vídeo. Tal vez inexistentes para quien estudie las imágenes en un frío laboratorio segundo a segundo con sus décimas y centésimas correspondientes. Desde la óptica de la emoción ayer asistimos en el coso guipuzcoano a una vivencia colectiva que sobrecoge por insólita, ya que un hombre nos hizo sentir la emoción intensa del juego con el tiempo y con la muerte más allá de lo que la mente pueda procesar. Y ese don distingue a los privilegiados.

Morante de la Puebla volvió a faenar con éxito, pasando pinturero, improvisando pases armónicos al servicio de su concepto. Ayudados por alto, pases también por alto sobre la derecha, naturales ajustados, molinetes y cuanto dictaba su imaginación. Es un placer observar que el genio ha vuelto por el camino del compromiso y del estilo que lo ha hecho universal. Su espíritu de artista único a buen seguro se verá fortalecido por triunfos como el de ayer, y pronto veremos además la pasión y el desgarro que le han encumbrado a lo más alto de la tauromaquia. Morante arrebatado es mucho más Morante.

Daniel Luque no entiende me medianías. Triunfar como dogma, al margen de la catadura del toro. Triunfar por compromiso y por responsabilidad. Así las cosas ligó templó y mandó cuando hubo toro, incluyendo bellas tandas de naturales de frente, manoletinas y series del pase al que da nombre. Cuando faltó la bravura y la fuerza recurrió al arrimón, tirando incluso la muleta con los muslos a pocos centímetros de los pitones. Este hombre es un gran profesional que responde siempre, y especialmente a quienes depositaron la confianza en él en los momentos más difíciles.

Reseña:

Plaza de toros de Azpeitia, miércoles 31 de julio de 2024, festividad de San Ignacio. Lleno en tarde calurosa.

Toros de Loreto Charro de buena presentación salvo cuarto y sexto, en capas negras, colorada y chorreada. De comportamiento desigual, como a continuación se detalla, predominando la nobleza.

Primero: Negro, abanto de salida. Un puyazo duro derribando. Flojo, parado y de poco celo. Bronca en el arrastre.

Segundo: Negro, cinqueño, bien presentado. Un puyazo. Pronto, noble y repetidor. Ovación.

Tercero: Castaño chorreado en verdugo. Un puyazo pronto saliendo suelto. Tardo, soltando la cara, deslucido. Palmas.

Cuarto: Negro, chico. Un puyazo suave. Noble de poco celo. Ovación.

Quinto: Colorado, con trapío, ovacionado de salida. Un puyazo. Noble, flojo sin celo. Ovación en el arrastre.

Sexto: Negro, chico. Un puyazo duro. Noble y flojo. Aplausos.

Morante de la Puebla, de catafalco y plata: Cuatro pinchazos y estocada casi entera caída (silencio). Estocada (dos orejas).

Daniel Luque, de naranja y oro: Pinchazo hondo y tres golpes de descabello (ovación y saludos tras aviso). Estocada caída (dos orejas).

Juan Ortega, de verde hoja y oro: Pinchazo, pinchazo hondo y dos golpes de descabello (ovación y saludos). Estocada (dos orejas).

Incidencias:

Primer festejo de la feria de San Ignacio de Azpeitia.

Muchos jóvenes en los tendidos que jalearon los éxitos de los toreros sin interferir en ningún momento en el buen desarrollo de la lidia.

Daniel Luque recibió una placa conmemorativa de su éxito en la pasada feria.

Los tres matadores salieron a hombros.

El festejo duró dos horas y media.

Javier Bustamante

para Toro Cultura