Las tres dimensiones del toreo

La Fiesta es tan diversa como uno quiera imaginar. Desde hace dos siglos y medio se discute sobre los tres perfiles del torero que ya entonces encarnaban Costillares, Pedro Romero y Pepe Hillo, es decir, el torero inspirado, el torero dominador de la técnica y el torero valiente sin dialéctica. El cartel de ayer en Burgos es un claro ejemplo de que el debate sigue vivo, pues al paradigma del arte y la inspiración, Morante, se unían un matador veterano valiente en proceso de retiro, Cordobés, y un torero mejicano dueño de una técnica depurada y eficaz, Adame. Aún mayor sería la variedad si contempláramos a quien se cayó del cartel horas antes del comienzo del festejo, un matador de dinastía, valiente y corajudo, como es Cayetano. Pero éste no cuenta para el análisis de la tarde.

Podrá decirse que era una terna heterogénea, quizá demasiado, y bien vino para que la afición y el público que casi llenaban el Coliseum pudieran contrastar estilos y establecer favoritismos.

El Cordobés, valiente y bullidor torero en otro tiempo, con serias dolencias óseas hoy, operado de cadera y en proceso de retiro fue una sombra de lo que era. Mandó a sus peones a poner el toro en el caballo y a sacarlo, inhibiéndose en lo posible de la lidia. Sin sitio ni facultades pasó a su primero con máximas precauciones tomando siempre ventaja en los embroques. El público, que recuerda sus tardes de gloria en este mismo escenario, estuvo generoso, jaleando los martinetes, e incluso un amago de toreo de rodillas que no llegó a fructificar. Mató con eficacia y la afición solicitaba el trofeo al ritmo de Oe, Oe, Oeeee. El mismo matador pedía al palco la segunda oreja señalando la petición entusiasta de los tendidos. El caballo de picar barrenó a su segundo con la connivencia del matador que gesticulaba en sentido contrario. El castigo fue excesivo y el toro quedó pronto sin recorrido, al amparo de las tablas, dando claros síntomas de que iba a echarse. El espada siguió ensayando medios pases hasta que el toro se tumbó y no hubo modo de levantarlo. La presidencia concedió el apuntillamiento vista la indisposición del toro.

Morante de la Puebla, el torero más culto de la historia, celebraba en el escenario de su alternativa un cuarto de siglo de triunfos, y no decepcionó. Manejó la capa con vuelos de seda y pasó de muleta con la inspiración de un poeta, tanto en el toreo fundamental como en pases de adorno, como molinetes, trincherillas y pases de la firma. Este hombre encuentra embestidas donde los demás sólo ven pitones, compone la figura como nadie, se los pasa más cerca que ninguno, y torea hacia dentro rematando en la cadera como mandan los cánones de la estética clásica. Con su primero, un toro noble, pronto y repetidor, dibujó una faena larga y variada que llegó al corazón de los burgaleses, premiándose con dos trofeos. En su segundo turno se encontró con un toro desrazado y de viaje corto con el que estuvo decidido y compuso algunos pasajes tan bellos como meritorios. Gloria a los toreros de arte.

Joselito Adame mostró un perfil técnico encomiable, además de una quietud sólo compatible con el espíritu sereno que parece acompañarle esta temporada. Manejó con soltura al manso tercero, evitando sus pretensiones de huir a chiqueros, y administró la proverbial nobleza del que cerraba plaza, en dos faenas macizas a la vez que pulcras, presididas por el temple y la ligazón. Alegró la tarde con quites variados, como chicuelinas, gaoneras, delantales y lopecinas, siempre ceñidas y vistosas. En el último tercio templó y mandó al natural y en redondo, con molinetes, estatuarios, circulares invertidos y trincherazos, algunos de refinada estética. Manejó bien el estoque, especialmente ante e sexto, lo que le valió un doble trofeo y el derecho a salir por la puerta grande.

Tres toreros, tres estilos. La Fiesta muestra diversos perfiles, y el público puede comparar. Es parte de su grandeza. Ayer fue una exhibición de variedad que con toda seguridad resultaría muy didáctica para el aficionado.

Reseña:

Coliseum de Burgos. Lunes 27 de junio de 2022. Casi lleno en los tendidos. Tarde fresca.

Seis toros de Antonio Bañuelos justos de casta,de desigual presentación, en capas negras y castañas.

Primero: Negro, escurrido de carnes, de discreta encornadura. Un puyazo delantero empujando. Noble, pronto, humillado. Ovación en el arrastre.

Segundo: Castaño, corpudo, musculado, brocho. Un puyazo suave, saliendo hacia chiqueros en clara huida. Noble, pronto, repetidor. Ovación.

Tercero: Negro listón, bien presentado. Un puyazo suave. Manso geniudo, acaba distraído. Silencio.

Cuarto: Negro, silleto, de buenas hechuras. Un puyazo muy duro rectificando. Flojo, tardo, noble y de viaje corto. Acaba derrengado y se echa antes de la estocada siendo apuntillado. Pitos en el arrastre.

Quinto: Negro, de correcta presentación. Un puyazo duro. Flojo y descastado. Pitos.

Sexto: Castaño, abrochado y musculado. Noble, repetidor, pronto y humillado. Ovación al arrastre.

El Cordobés, de marino y oro: Estocada (oreja). Apuntillado por la cuadrilla sin entrar a matar (silencio).

Morante de la Puebla, de catafalco y oro: Estocada desprendida (dos orejas). Pinchazo hondo y un golpe de descabello (silencio).

Joselito Adame, de marino y oro: Estocada y cinco golpes de descabello (silencio tras aviso). Estocada (dos orejas).

Incidencias:

El Cordobés, que cumplirá cincuenta y cuatro años el próximo día 30, fue homenajeado por las peñas y obsequiado con una tarta de cumpleaños.

Morante de la Puebla y Joselito Adame salieron a hombros del Coliseum.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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