Morenito toma el Coliseum

Vino Morenito al Coliseum burgalés con la firme voluntad de hacerse con la plaza, y lo logró. Vestido de gris plomo y azabache, con el mismo terno que lució en Madrid hace menos de un mes, elegante y despacioso, ceremonioso por momentos, con la ambición del que sabe que en esta profesión hay que triunfar para seguir contando. Como muestra de su admirable determinación recibió a su primero a porta gayola situado de rodillas cerca del platillo, para después instrumentar chicuelinas ajustadas que entusiasmaron al público. En el último tercio no escatimó esfuerzos ni riesgos, pues inició el trasteo de nuevo de rodillas en los medios, pasando al noble ejemplar de El Pilar en redondo con temple. Planteó una faena larga, dando al toro distancia y tiempo para encelar sus dulces acometidas, destacando dos series al natural que tuvieron temple y ligazón. Aún tuvo tiempo para una serie final de molinetes rodilla en tierra que elevaron la temperatura de los tendidos. El epílogo, sin embargo, fue poco lucido, pues la espada cayó a la altura de la paletilla, lo que no fue óbice para que el toro doblara y el público pidiera de forma mayoritaria un trofeo que el palco concedió. No se dio tregua el torero de la tierra e inició su segundo turno tirando una larga cambiada de rodillas en el tercio, prólogo de una nueva faena voluntariosa. El negro quinto fue el toro más exigente del encierro, pues se desplazaba con celo, buscando los engaños, saliendo del emboque con la cabeza alta tirando gañafones. Morenito se aplicó en una porfía voluntariosa que finalizó con una estocada desprendida después de pinchar en el primer intento. De nuevo el palco concedió la oreja que solicitaba la mayoría de la afición, certificando el derecho a salir por la puerta grande entre los vítores de sus paisanos.

Antonio Ferrera sorteó un lote de toros nobles y flojos. El primero resultó insulso de puro noble, y su segundo se consumió entre su propias dudas, pues tardaba en arrancarse y cuando lo hacía cortaba el viaje en mitad de los muletazos. El matador bulló alrededor de ambos, por momentos encimista, sobrado de recursos lidiadores, sin encontrar el modo de embellecer las series. Su labor fue silenciada pese a la buena disposición mostrada y el brindis a los tendidos del castaño que hacía primero.

Ginés Marín mostró sobre el albero burgalés el concepto de toreo ligado e inspirado que reivindica cada vez que se viste de luces. Lo mejor de su actuación se vio en su primer turno ante un toro terciado pronto, noble y repetidor. El temple y la ligazón se unieron a la pinturería y a la ligereza de pie, componiendo una obra bella que se frustró en el epílogo, pues enhebró el estoque sobre la piel del toro, sin apenas hacer sangre, en una de las escenas más desafortunadas que se recuerdan en el multiusos. Ante el último del encierro ensayó largos naturales con alguna precipitación y pasó en redondo sin ajuste, enganchando el toro la franela casi en cada serie. Hubo un par de momentos de apuro en los remates de las tandas puesto que  quedaba el torero en terrenos del toro que hubo de resolver con su proverbial agilidad. Hirió dejando medio estoque algo delantero que fue suficiente para que el toro doblara. De nuevo la estética prevaleció sobre la técnica y el público reconoció al torero pidiendo un trofeo que el palco concedió tras enviarle un aviso.

Tarde amable, con toros nobles y ambiente festivo, en la que ganó el que más lo buscó. Morenito reafirma su cartel en esta plaza, que es la suya.

Reseña:

Coliseum de Burgos. Domingo 26 de junio de 2022. Dos tercios de plaza cubierta. Tarde primaveral.

Seis toros de El Pilar cinqueños, con romana, de desigual presentación, en capas negras y castañas.

Primero: Castaño, serio, alto. Un puyazo delantero empujando. Noble, flojo. Aplausos en el arrastre.

Segundo: Negro mulato, chico, escurrido. Un puyazo suave. Noble, flojo. Ovación.

Tercero: Negro, chico, de discreta cornamenta. Un puyazo suave. Pronto, largo, repetidor, noble. Palmas.

Cuarto: Negro, corpudo, musculado, de discreta cornamenta. Tardo, noble y de viaje corto. División de opiniones en el arrastre.

Quinto: Negro, corpudo. Un puyazo duro derribando. Pronto, con celo, tirando gañafones al final de los pases. Aplausos.

Sexto: Colorado ojo perdiz, con romana y amplia caja. Noble. Palmas al arrastre.

Antonio Ferrera, de coral y oro: Estocada y cuatro golpes de descabello (silencio tras aviso). Estocada desprendida (silencio).

Morenito de Aranda, de gris plomo y azabache: Estocada en la paletilla (oreja). Pinchazo y estocada desprendida (oreja).

Ginés Marín, de nazareno y oro: Estocada que enhebra superficialmente la piel y descabello (silencio). Media estocada (oreja tras aviso).

Incidencias:

El tercer toro fue soltado cuando aún estaban sobre el ruedo un arenero y el porta cartel de los datos del toro, teniendo que saltar ambos apresuradamente la barrera.

Morenito de Aranda salió a hombros del Coliseum.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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