Antonio Fernández Casado: caballero erudito, militante de la Tauromaquia

La muerte de Antonio Fernández Casado supone una pérdida irreparable para la cultura del toreo, y un duro golpe para todos aquellos que nos honrábamos con su amistad. Le conocí una tarde de mayo de 2015 en el hotel Ercilla de Bilbao donde nos emplazó para una amable y sugerente entrevista. Su criterio fue siempre claro y lo expresaba con pasión y precisión a todo el que le preguntaba. Regeneración. Hacer del toreo un acontecimiento cultural moderno, adaptado a los tiempos, superando carencias heredadas que ya duran siglos. El título de aquella entrevista fue una frase brillante y trascendente de Antonio: «La Fiesta necesita militantes de la Tauromaquia», militantes a los que él prestaba siempre su apoyo.

Resumir su trayectoria profesional en pocas palabras es una tarea ardua, pues el éxito le acompañó y, surgiendo como barman de la cafetería Monterrey de la Gran Vía bilbaína, llegó a dirigir comercialmente el hotel Ercilla, la cadena Tryp, y a fundar la marca High Tech. Su legado académico en materia de gestión hotelera es imprescindible, ya que publicó numerosos libros sobre la modernización del management, muchos de los cuales siguen siendo referencia en universidades y escuelas de negocios.

Fundó además la Editorial Cátedra Taurina, a través de la cuál difundió la cultura del toreo con más de una docena de títulos, especialmente en del País Vasco, tierra en la que la Tauromaquia está particularmente amenzazada. Conoció todos los registros de la Fiesta, pues fue también aspirante a torero, y recorrió capeas y tentaderos con la humildad de un maletilla durante cuatro años, viviendo en sus carnes la dureza de la profesión que más admiró.

Antonio fue una persona desprendida y generosa que prestaba su ayuda a cuantos la requerían. Recuerdo sus invitaciones para presentar los libros de Toro Cultura en el Club Cocherito que presidió durante ocho años, y sus gestiones para hacer lo propio en el aula Taurina de la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Recuerdo sus propuestas para participar en tertulias y coloquios en foros diversos. Recuerdo sus consejos y su disposición a facilitar cualquier iniciativa que fuera en pro de la Fiesta.

La última vez que estuve personalmente con él fue en agosto de 2019, en la entrega del Premio Iván Fandiño a los valores humanos, en el hotel Carlton de Bilbao. Recuerdo aún su sonrisa, su gesto amable, y las palabras de aliento que simpre empleaba con todos los que compartíamos con él principios y metas. Aprovechó la situación para regalarnos otro de sus excelentes trabajos de documentación, «De San Antón a Vista Alegre», síntesis histórica del toreo en la capital vizcaína. Antonio me envió en noviembre de 2020 su libro sobre el doctor Jacinto Segovia, ocho meses antes de morir, como siempre con una carta amable. No sabía que ese iba a ser la nuestro último contacto.

Cuando supe de su muerte sentí un pellizco en el corazón, y quedé conmocionado durante unos minutos, recordando los momentos que compartimos juntos. Se marcha un hombre de gran talla en todos los ámbitos, que tenía aún mucho por aportar, pues cada vez que hablaba con él me contaba en qué estaba trabajando, qué libro preparaba, qué proyecto le hacía soñar. Deja un recuerdo de humanidad imborrable y un legado cultural inmarcesible que conocerán generaciones sucesivas, y estudiarán otros eruditos en el futuro. Estoy seguro de que la figura de Antonio Fernández Casado, ya histórica,  inspirará a toreros, pintores y escritores, para que su recuerdo quede ligado para siempre a su pasión principal: la Tauromaquia.  Gracias por tanto, Antonio.

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

 

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