Cirugía taurina de la edad de plata

El doctor Jacinto Segovia Caballero (1892 – 1969), cirujano de la plaza de toros de Madrid y militante socialista, es el personaje elegido por Antonio Fernández Casado para escribir otra apasionante biografía. Con un trabajo de documentación riguroso y una prosa precisa y amena, el autor nos aproxima a la vida de este brillante médico, y describe además el modo en que en la edad de plata se curaba a los toreros heridos en el ruedo.

Nacido en el seno de una familia con tradición sanitaria pronto sabe de su vocación, y estudia medicina en la Universidad Central, obteniendo en 1915 el premio extraordinario de Licenciatura en Medicina y Cirugía, accediendo poco después por oposición al cuerpo de médicos internos del Hospital Médico Central.

En 1924, ocho años después de finalizar la carrera de medicina, se afilia a la Agrupación Socialista Madrileña (PSOE), y poco después entra en UGT y en la Agrupación de Médicos Liberales, siendo un miembro activo de cuantos colectivos formó parte.

Sus aportaciones al conocimiento en el tratamiento de cornadas es decisivo, ya que desarrolla nuevas técnicas y lega para las generaciones sucesivas un tratado de gran relevancia editado en 1928 con el título «Estudio de la flora bacteriana de las astas de toro y de las heridas que estos ocasionan»

Es también exigente en lo referente a las condiciones y equipamiento de las enfermerías, así como de la conveniencia de que los médicos se encontraran el en callejón, con acceso franco a la enfermería para conseguir la atención más inmediata posible a los heridos.

Por sus diestras manos pasan centenares de toreros, en una época en la que no era extraño que la terna entera resultara herida en una tarde de toros correosos, así como picadores contusionados por las costaladas, y lesionados por las astas de los toros.

Entre todos cabe destacar a Antonio Sánchez, a quien arranca de las fauces de la muerte, los hermanos Nacional, Torquito, Maera, Sánchez Bejarano, Nicanor Villalta, Manuel Jiménez «Chicuelo», Martín Agüero y Domingo González «Dominguin»

Luis Freg, torero temerario, también salva la vida por obra de Jacinto Segovia, lo mismo que Marcial Lalanda y Antonio Márquez. A Cayetano Ordóñez «Niño de la Palma» le cura seis cornadas, a Cagancho una de mal pronóstico, y a Domingo Ortega una herida de mucha gravedad.

Las técnicas quirúrgicas incluyen bisturí, suero con adrenalina, inyecciones de cafeína, inyecciones de aceite alcanforado, y de ordinario dolores insoportables, salvo cuando puede disponerse de una dosis de morfina. Las amputaciones son práctica habitual, ya fuera de algunos dedos, de un pie entero, o de la pierna en su totalidad, sin que medien medios narcóticos de garantías.

Sin embargo no todo es exitoso, pues entre 1921 y 1936, época en la que el doctor Segovia es cirujano de la plaza de toros de Madrid y del Sanatorio de Toreros, al menos diecisiete profesionales entregan su vida en brazos del cirujano, entre los que cabe destacar a Gitanillo de Triana (1931) e Ignacio Sánchez Mejías (1934), quien tras la cogida de Manzanares rehusa ser operado en la enfermería, y exige ser trasladado a Madrid en ambulancia en un viaje de varias horas.

En 1936, tras el alzamiento de Franco, abandona Madrid para refugiarse primero en Valencia y después exiliarse en Méjico, donde muere en 1969

El nuevo libro de Antonio Fernández Casado es una obra de gran interés, minuciosa y precisa, que glosa la vida y la ciencia de un hombre admirable, y transporta al lector a una época brillante de la tauromaquia.

El libro está ya disponible en las librerías especializadas, en Amazon y en la tienda del Club Cocherito de Bilbao.

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