La corrida en el campo, sin público y por televisión

La situación que atraviesa la tauromaquia desde la irrupción de la crisis sanitaria es altamente preocupante. El aficionado, sustento de la fiesta, está privado de la emoción del toreo y tentado por otros espectáculos domésticos. Los ganaderos no pueden dar salida a sus toros que se acumulan en las dehesas generando costes sin expectativas de monetizarse. Los toreros, de oro y de plata, no ejercen, no cobran, y se sienten frustrados al resultar imposible expresar su arte. Los empresarios ven como sus expectativas de ingresos han sufrido una dramática corrección, y sus planes de futuro se ven truncados por diversas amenazas. Todos los demás estamentos que añaden valor directo al toreo, como la prensa, los sastres, las cuadras de caballos, los acomodadores, areneros y mullilleros sufren también de pura inactividad.

En las últimas semanas hemos asistido con gran dolor al penoso espectáculo que supone entregar hermosos cinqueños al matarife aséptico de naves industriales, con una muerte tan prosaica como injusta. Bravura fallida y muerte indigna para el animal divino. La cotización de la carne de bravo se ha desplomado por su abundancia y la escasa demanda de la hostelería, y ya ni siquiera hay interés por integrarla en la cadena de distribución.

Si hace ya años que el sector debió hacer una reflexión estratégica para encontrar nuevos horizontes, nuevas formas de hacer y nuevas líneas de ingresos, la peste contemporánea obliga, y de urgencia, a un cambio de paradigma. Es imprescindible buscar soluciones imaginativas, tal vez audaces, y por tanto arriesgadas.

Esta redacción se ha puesto en contacto con ganaderos, toreros y empresarios detectando la lógica confusión que emana de la incertidumbre, así como la disposición a valorar alternativas para paliar la situación de inanición que vive la fiesta.

En un contexto así han surgido diversas iniciativas que pretenden paliar el enorme sufrimiento que está padeciendo el toreo. Algunas se discuten en despachos de empresarios y medios de comunicación, otras se comparten entre aficionados en las redes sociales, muchas veces con escasa convicción y cierta resignación.

Es indudable que hay que dar salida a los toros y mantener activos a los toreros, sin que sea posible convocar al público a una corrida presencial. Parece que la única opción viable es retransmitir en remoto lidias en espacios privados, y las fincas con sus plazas de tientas son el escenario ideal. Una actividad así podría financiarse con sponsors que reciban en términos de imagen el retorno de su inversión, o bien articulando un procedimiento de pago por visión, como se realiza en otros eventos, incluidas las corridas convencionales.

Un ejemplo de cuanto se está diciendo es la propuesta de la Asociación Nacional de Mayorales, dirigida por José Luis Castro, que tiene un planteamiento explícito en esta materia.

El objetivo de este colectivo es organizar corridas de toros en las plazas de tientas de los ganaderos interesados en dar salida a su ganado, a puerta cerrada, y retransmitidas por televisión de pago. El formato que se ofrece es de cuatro toros para dos matadores, no necesariamente de la parte alta del escalafón, vestidos de luces con sus cuadrillas habituales. Los toros habrán de ser los de más edad, pues son los que tienen menos opciones de ser lidiados en el futuro, al estar próximos a cumplir los seis años. Las medidas sanitarias sería extremas, con equipo médico especializado, UVI móvil e incluso un helicóptero presto a evacuar a un torero herido si fuera necesario. Además se ofrecería un reportaje sobre la ganadería, el entorno en el que viven los toros, y se transmitiría en directo tanto el sorteo como el enchiqueramiento.

Esta asociación estaría en contacto con Movistar Toros, pues es un colaborador necesario para el proyecto, desde la absoluta convicción de que tanto los ganaderos con reses de edad, como los matadores mucho tiempo inactivos, estarán interesados en participar en el proyecto.

Este tipo de iniciativas tiene partidarios y detractores, así como pros y contras que pueden discutirse, si bien es evidente que el progreso se fundamenta en la innovación, la prueba, el error y el perfeccionamiento.

Lo peor es no hacer nada. Lo segundo peor es equivocarse; así al menos se habrá aprendido del error.

Redacción

Toro Cultura

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