El mausoleo de Joselito, obra cumbre de Benlliure

La trágica muerte de Joselito, acaecida en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920, conmociona a la sociedad española, pues ningún aficionado podía concebir que el torero de mejor técnica y más dominador del momento pudiera ser derrotado por un toro. Bailaor, de la vacada de la viuda de Ortega, jugado en quinto lugar, escurrido, cornicorto y burriciego prende al sabio precoz, y le cornea con saña en el bajo vientre causándole la muerte.

La noticia se propaga con rapidez, tiene un gran impacto, y genera multitud de homenajes, entre los que se encuentra en imponente mausoleo del cementerio de San Fernando en Sevilla, bajo el que descansa enterrado.

Mausoleo de Joselito, obra de Benlliure

Su cuñado y compañero de terna en la tarde fatídica, Ignacio Sánchez Mejías, es quien toma la iniciativa para perpetuar la memoria del rey de los toreros, y logra que el 15 de abril de 1921 el Ayuntamiento de Sevilla conceda 21,98 metros cuadrados de terreno en el cementerio de San Fernando para erigir un monumento. El escultor elegido es Mariano Benlliure, tal vez el mejor intérprete del sentimiento taurino, que atraviesa una espléndida madurez y disfruta de prestigio internacional. Tarda tres años en finalizar la obra que es expuesta en el Palacio de Bellas Artes de Sevilla antes de ubicarse definitivamente en su actual emplazamiento. Combina el bronce, material noble, resistente y muy expresivo, con el mármol de carrara, componiendo una escena de gran carga emocional y simbólica. Cuenta con la colaboración de la Fundición Mir y Ferrero, uno de los talleres más prestigiosos del momento, para materializar lo que posiblemente es su obra cumbre como escultor.

Mausoleo de Joselito, obra de Benlliure

El conjunto representa a la comitiva que porta el féretro del maestro el día de su entierro, con una desgarradora belleza. Es un ejemplo de diversidad, pues están presentes todas las clases sociales y todas las edades, mujeres de la época, con vestidos de volante y encaje, mantos, moños y cabelleras onduladas; y hombres de corto con gesto grave y sombreros de ala ancha. En primer término la joven gitana María, esposa de Curro el de la Jeroma, camina compungida, al borde del llanto, portando una imagen de la virgen de la Macarena, de la que tan devoto era el finado que fue vestida de luto por primera vez al conocerse la muerte del torero. Apoyadas en ella otra joven y una niña compartiendo su dolor. Justo detrás portan el féretro una docena de personas entre las que son perfectamente reconocibles Eduardo Miura, quien pese a haber muerto cinco años antes representa a los ganaderos, e Ignacio Sánchez Mejías, intelectual de la generación del 27, escritor y torero. En la cúspide, realizada en de mármol de carrara destaca el rostro de Joselito, obtenido probablemente de la máscara mortuoria generada en la enfermería de la plaza de Talavera, que descansa sobre un almohadón, y la sábana que cubre el cuerpo, por encima de la cuál se encuentra el capote de paseo del diestro hecho en bronce.

Mausoleo de Joselito, obra de Benlliure

Gitanos anónimos de todas las edades completan una obra costumbrista que muestra en bronce el perfil de la pena compartida.

La cripta bajo el mausoleo es accesible por tres trampillas nominadas como Joselito, Ignacio Sánchez Mejías y Rafael El Gallo, hermano del primero. El cementerio de Sevilla alberga además otras obras relevantes del arte funerario, como la que contiene los restos de Juan Belmonte, y el hercúleo toreo de bronce que adorna la tumba de Paquirri, situada justo enfrente de la del joven héroe que transformó el toreo a principios del siglo XX

Javier Bustamante para Toro Cultura

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