toro zalduendo

Nada que recordar

Venía a Logroño un cartel de triunfadores de San Isidro y no hubo toreo, ni hubo emoción y, por supuesto, tampoco triunfo. En realidad no hubo nada que recordar. Los toros de Zalduendo, con su trapío discreto y su notable romana, salían sucesivamente de los toriles, algunos con más alegría que otros, empujaban con más o menos ardor a los montados, perseguían los señuelos con poco o muy poco celo, y se rajaban más pronto que tarde en actitud claudicante.

Ante un panorama así a los espadas les dio por pagar pases, tantos como fuera posible, más con la derecha que con la izquierda, más destemplados que acompasados, más fuera de cacho que en el terreno de torear, más enganchados que limpios, y el público se aburrió.

Nada destacable salvo la porfía de los matadores a los que habrá que admitir un espíritu de trabajo encomiable, pues fueron varios cientos los derechazos que se vieron en el coso de La Ribera, más de cien naturales, más de un centenar de verónicas, varias docenas de chicuelinas, además de algunos trincherazos, manoletinas y pases de pecho. Nada que reprochar a estos tres lidiadores que buscaron embestidas en todos los terrenos, no dejaron un pase sin dar ni un embroque sin oficiar. Joselito Adame asentó las zapatillas y pasó a sus toros con firmeza, Juan del Álamo recibió de rodillas a su dos quintos lanzando largas cambiadas, y Ginés Marín citó al natural de frente con los pies muy juntos. Sin embargo nada de eso resultará memorable.

Cantidad de trabajo hubo suficiente, producción sobró, y sin embargo al finalizar la función los aficionados abandonaban el tendido con aspecto de haber pasado una mala noche, ojos acuosos y alguna legaña.

Lo que hace del toreo un rito grandioso y un espectáculo incomparable es la encastada nobleza de un toro bravo y la pulsión desatada del hombre por recrear un arte sublime. Ayer faltaron ambas cosas y el resultado no satisfizo a nadie, nadie se benefició, nadie ganó crédito, y no quedó nada para recordar.

 

 

Reseña:

 

Plaza de Toros de la Ribera de Logroño, veintidós de septiembre de 2017, un cuarto del aforo cubierto en tarde agradable.

 

Toros de Zalduendo, bien presentados, en capas negras salvo el último, de pelo castaño. Primero: Dos puyazos. Flojo y descastado. Silencio al arrastre. Segundo: Dos puyazos. Bronco e incierto. Pitos. Tercero: Un puyazo y un picotazo. Manso. Silencio. Cuarto: Dos puyazos. Bravucón. Palmas. Quinto: Devuelto al lesionarse en una voltereta. Quinto bis: Un puyazo y un picotazo. Engallado y descastado. Pitos. Sexto: Dos picotazos. Flojo y noble. Silencio.

 

Joselito Adame, de musgo y oro: Gran estocada (ovación y saludos). Estocada caída (silencio).

 

Juan del Álamo, de azul noche y oro: Estocada (silencio). Pinchazo, bajonazo y un golpe de descabello (silencio).

 

Ginés Marín, de rioja y oro: Bajonazo y un golpe de descabello (silencio tras aviso). Dos pinchazos, pinchazo hondo y bajonazo (silencio tras aviso).

 

 

Incidencias:

Quinto festejo de la Feria de San Mateo 2017

 

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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