Ortega brilla, Talavante cobra

Juan Ortega volvió a exhibir ayer en Burgos su toreo de ritmo y compás, inspirado en el temperamento sevillano y en el barroco universal. Sus movimientos, desde que se abre el portón del patio de cuadrillas hasta que abandona el coso, son medidos y armónicos, de  tronco flexible y extremidades largas que por momentos parecen juncos. Está adornado por ese don que no se puede definir y que se llama torería. Se sale de tablas a medios con trincherazos en los prolegómenos, alegra con molinetes y pases de las flores, maciza con naturales de frente exquisitos, y culmina pasando largo doblándose por bajo. Esculpe la Verónica con aires de Triana y esboza la media con muñeca de seda. Aplica el ritmo que pide el toro, se adorna aún sin quererlo, pues es su naturaleza, y deja en el aire el aroma del toreo añejo, el que siente y del que se está convirtiendo en principal embajador. Ayer en el Coliseum ganó una oreja que pudieron ser más si hubiese manejado certero el estoque, mas sus lances de capa y sus faenas de muleta quedaron en el recuerdo de los aficionados para mucho tiempo.

Alejandro Talavante ha cambiado el embrujo de sus temporadas prepandémicas por el simple aseo con el que despacha los toros en los últimos años. No hay ya imaginación ni arrojo, falta improvisación y ya no le cantan los flamencos porque no inspira. Pasa periférico, y maneja el estoque con alivio, hiriendo en lugares menos honrosos que es su época dorada. Sin embargo el pobre bagaje que mostró ayer en Burgos fue suficiente para que el bonancible público local le concediera un trofeo en cada turno, si bien con peticiones minoritarias que el palco validó de modo generoso.

No brilló Diego Urdiales ante un abreplaza flojo y manso cuyo comportamiento estuvo condicionado por un puyazo trasero y un par de banderillas en mitad del lomo que, con toda probabilidad, mermaron su fortaleza. Tampoco surgió la pureza en el cuarto, otro toro flojo y sin celo, que claudicó pronto y se puso escarbón y gazapón para mayor escarnio.

En el toreo los números dicen poco. Ayer vivimos otra tarde de puerta grande en el Coliseum, premio que va perdiendo prestigio pues se devalúa al ritmo que se otorga con méritos escasos ante animales de tan poca entidad.

Y al mismo tiempo vivimos otra tarde de exquisita torería de Juan Ortega, que no necesita trofeos para calar en los corazones de los aficionados.

Reseña:

Coliseum de Burgos. Martes 27 de junio de 2023. Más de tres cuartos del aforo cubierto en tarde soleada.

Seis toros de Antonio Bañuelos discretos de presencia y de poca casta.

Primero: Negro justo de trapío. Un puyazo trasero empleándose. Flojo, descastado, buscando las tablas. Bronca en el arrastre.

Segundo: Negro. Un puyazo. Blando, pierde las manos, descastado. División de opiniones.

Tercero: Negro bragado, remata en los burladeros perdiendo un pitón. Un puyazo duro. Flojo, parado, descastado. Palmas en el arrastre.

Cuarto: Negro con poca cara. Un puyazo. Flojo, parado, descastado, acaba escarbando y gazapón. Pitos.

Quinto: Castaño, mejor presentado. Un puyazo y un picotazo. Sufre una voltereta en el primer tercio. Flojo, se desplaza pronto sin celo. Palmas.

Sexto: Castaño. Un puyazo duro empujando. Noble, flojo, sin entrega. Palmas.

Diego Urdiales, de verde musgo y oro: Estocada y dos golpes de descabello (silencio). Pinchazo y media estocada trasera tendida (silencio tras aviso).

Alejandro Talavante, de azul marino y oro: Estocada caída (oreja). Estocada caída delantera (oreja).

Juan Ortega, de tabaco y oro: Pinchazo hondo y estocada (oreja). Pinchazo y estocada caída (ovación)

Incidencias:

El ganadero Antonio Bañuelos volvió a recoger un trofeo por su desempeño profesional de manos de la alcaldesa de Burgos.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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