Vista Alegre ruge por la vida

Hirió Roca Rey de muerte al cierraplaza y un rugido se elevó desde el embudo de la calle Martín Agüero hacia el cielo cálido de la tarde como una plegaria. Fue una sacudida telúrica, como si las grises arenas del coso hubiesen resguardado la energía durante años para clamar, liberadas, el canto a la vida. Hubo de acreditar el espada muchos méritos antes de que se produjera el suceso, todos ellos basados en un valor sin límites que expone su vida para que triunfe sobre la muerte que merodea en cada palmo del ruedo. La apoteosis llegó en el sexto de la tarde, iniciada de rodillas en el platillo con pases cambiados, seguida de series largas y templadas por ambos pitones, culminada con un arrimón inverosímil en el que los pitones rozaron en varios momentos la taleguilla. El colofón no fue bueno pues el estoque entró a la primera, mas trasero y desprendido.

Nada impidió que la descarga de energía que emanaba del tendido fuera tal que nadie se acordaba de la hipoteca, ni del análisis de sangre, y menos aún de nóminas o contratos indignos. Sólo importaba la gesta que un muchacho acababa de vivir ante quince mil personas. Ganó la vida y eso es bastante cuando se expone con tal generosidad. Tal vez la antropología tenga explicaciones cabales para este fenómeno, mas el torero no vino a dictar clases magistrales, sino a oficiar el rito que sublima al toreo como el arte de las artes. El arte al filo del precipicio. El arte en directo con el público como protagonista. El arte el que no cabe la rectificación. El arte al que aspiran todas las artes.

Sus compañeros de terna no estuvieron a la altura de las circunstancias. Manzanares pasó periférico y con precauciones a su dos antagonistas, luciendo en el primero la elegancia que le es propia y ayer fue suficiente para ganar un trofeo.

Talavante no ha recuperado aún el ánimo y la frescura de su etapa gloriosa previa a la retirada. Se le vio sin energía, cumpliendo el expediente sin ambición, muleteando sin ajuste ni emoción. Y si un torero no se emociona jamás podrá transmitir al tendido el sentimiento del arte.

Reseña:

Plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao, jueves 22 de agosto de 2024. Casi lleno en tarde cálida con claros y nubes.

Toros de Victoriano del Río, de discreta presentación. De juego diverso, como a continuación se detalla, predominando la nobleza y la falta de raza.

Primero: Negro, vareado, bien armado. Dos puyazos saliendo suelto. Noble de poca codicia. Ovación en el arrastre.

Segundo: Castaño, terciado. Un puyazo y un picotazo. Flojo y descastado. Pitos.

Tercero: Negro, terciado, protestado de salida. Un puyazo y un picotazo. Noble con poco celo. División de opiniones.

Cuarto: Castaño, escurrido y bien armado. Dos puyazos empujando. Noble y pronto. Ovación en el arrastre.

Quinto: Negro, corpudo, pobre de cara. Dos puyazos suaves. Noble justo de raza. División de opiniones.

Sexto: Negro y chico. Dos puyazos suaves saliendo suelto. Noble y con poco celo. Palmas.

José María Manzanares, de nazareno y oro: Estocada (oreja). Pinchazo y estocada (ovación y saludos).

Alejandro Talavante, de pizarra y plata: Tres pinchazos y estocada (silencio). Dos pinchazos hondos y cuatro golpes de descabello (silencio).

Roca Rey, de grana y oro: Estocada casi entera (silencio). Estocada trasera desprendida (oreja).

Incidencias:

Quinto festejo de la Semana Grande bilbaína.

La corrida duró dos horas y media.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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