Encerronas en Las Ventas: seis toros y mil demonios
Trece son las tardes en que un matador se ha enfrentado a seis toros en Las Ventas en solitario en lo que va de siglo. Todas ellas han ofrecido registros épicos, pues el sólo anuncio de una gesta así mueve vientos de hazaña. Todas han magnetizado la atención del universo taurino. Casi todas han contribuido a engrosar la leyenda de sus protagonistas. Sin embargo sólo tres finalizaron con el héroe izado a hombros por la puerta de la calle de Alcalá.
El análisis de las causas del éxito y el fracaso de los toreros en un envite así es complejo. Sin embargo existen algunos factores que inciden en el desarrollo de la tarde y muestran claves del devenir del festejo.
Asistencia de público:
La expectación que genera este tipo de eventos es grande. En más del 60% de las citas Las Ventas se ha llenado, o casi llenado, y en una de cada cuatro se ha colgado el bendito cartel de “no hay billetes”. Esas tres tardes de aforo total fueron las de octubre del 2008, con Miguel Ángel Perera; la de mayo de 2013, con Alejandro Talavante; y la de marzo de 2015 con Iván Fandiño. La primera formaba parte del serial de la Feria de Otoño, la segunda se ubicaba en pleno San Isidro, mientras que la de El León de Orduña abría temporada, lo que implica aún mayor mérito.
La asistencia de público a estas corridas singulares es notablemente mayor que la que se produce en el resto de tardes.
En 2018 la ocupación media fue del 74% del aforo, y el cartel de “no hay billetes se colocó en siete de cuarenta veces, es decir, en el 17% de las citas. En la temporada siguiente la asistencia media bajó hasta el 70%, y la taquilla se quedó sin papel en nueve de cuarentaidós eventos, esto es el 21% de casos.
La climatología ha tenido también incidencia en a afluencia de aficionados, pues en las tardes en las que la entrada ha sido más discreta el tiempo fue frío, ventoso e incluso lluvioso.
Sin embargo no puede concluirse que sólo el tiempo justifica entradas discretas, que nunca bajaron de la mitad del aforo, puesto que el caché de los actuantes y su popularidad son elementos muy influyentes.
Es importante reseñar que los toreros anunciados lo han hecho siempre precedidos de triunfos más o menos importantes y desde el reconocimiento de la afición de Madrid, de modo que el conjuro del artista tendría ya de por si efecto en taquilla, anunciándose en solitario, mano a mano o en terna.
Resultados artísticos:
Parece indiscutible que el arte y su emotividad no entienden de unidades de medida. Sin embargo un análisis de causas y efectos debe apoyarse en parámetros cuantitativos, como es en el caso del toreo, el número de trofeos concedidos por la presidencia.
Los resultados porcentuales de las trece citas son los siguientes:
- Tres orejas: 7% de las encerronas
Perera (2008)
- Dos orejas: 15% de las encerronas
Ferrera (2019), Uceda Leal (2004)
- Una oreja: 23% de las encerronas
Ferrera (2021), Morante (2007), El Juli (2003)
- Sin trofeos: 54% de las encerronas
Fandiño (2015), El Cid (2015), Abellán (2014), Talavante (2013), Luque (2010), Talavante (2009), Morante (2004),
Cifras generales:
Setentaiocho toros han enseñoreado trapío sobre el albero venteño en las encerronas, y han entregado al alguacilillo diez orejas. Eso significa que uno de cada ocho toros ha propiciado el triunfo.
Las cifras globales de trofeos en corridas de toros en Madrid en 2017 fueron similares, ya que murieron a estoque 246 toros, cortándose veintisiete orejas, esto es, un triunfo por cada nueve toros. 2018 ofreció un índice ligeramente mejor, puesto que de 240 toros se obtuvieron treintaicinco orejas, es decir, una de cada siete, mientras que en el año siguiente, y último taurinamente normal, el ratio volvió a uno de cada nueve.
La conclusión es que las encerronas arrojan un índice de obtención de trofeos muy similar al del resto de la temporada en corridas a pie.
En cuanto a las salidas a hombros queda acreditado que casi uno de cada cuatro pretendientes lo consigue en las encerronas, índice mucho mejor que el global de la temporada, como evidencia las cinco de cuarentaiuna corridas en 2017, es decir el 12%; las seis de cuarenta en 2018, es decir, el 14%; y las cinco de cuarentaidós, es decir, el 12% en el año siguiente.
Inferir las razones de este fenómeno es, sin duda, complicado, si bien han de investigarse en cuatro factores:
- El comportamiento del ganado
- La exigencia del público
- El agotamiento físico que genera la lidia
- El coste emocional que implica semejante compromiso
Ganaderías anunciadas y resultados ofrecidos:
En ocho de las trece tardes comparecieron en el ruedo toros de diversos hierros. Desde la mezcla suave que escogió Daniel Luque en 2010 compuesta a partes iguales por reses de Núñez del Cuvillo y de Juan Pedro Domecq, hasta el cóctel explosivo al que se enfrentó Iván Fandiño cinco años después con toros de Partido de Resina, Palha, Victorino Martín, Adolfo Martín, Cebada Gago y José Escolar, han hollado el albero madrileño encastes y hierros muy diferentes. Cada matador elige lo que considera más adecuado para el triunfo. Así Talavante lidia seis de Cuvillo en 2009, y otros seis de Victorino Marín un año después. Abellán los de Lorenzo Fraile en 2014. El Cid vuelve a los de la a coronada un año más tarde. Y Ferrera se decanta por los Albaserrada de Adolfo Martín en 2021.
En 2003 El Juli pechó con cinco toros descastados de diversos orígenes, y sólo en quinto de Fuente Ymbro procedió con bravura. Lo mismo le ocurrió a Uceda Leal un año después que encontró su oasis en un sexto de Puerto de San Lorenzo. Los seis que lidió Morante esa misma temporada fallaron según las crónicas. El mismo matador, tres años después, se encontró con un encierro variado en cintas pero blando y desrazado. Perera, en su gran tarde de 2008, vio desde la enfermería cómo el sobresaliente pasaba a un buen toro de Fuente Ymbro, único notable del festejo. Los de Núñez del Cuvillo seleccionados para Talavante en la temporada siguiente fueron pitados si rubor por el público. La mezcla que lidió Luque en 2010 salió sosa y descastada. Los seis de Victorio a los que se enfrentó Talavante tres años más tarde dieron un juego variado, si bien escaso de casta. Miguel Abellán se estrelló en 2014 con una corrida mansa del Puerto de San Lorenzo y Ventana del Puerto de la que sólo se salvó un codicioso tercero. El Cid fue sorprendido ocho meses después por toros mansos de Victorino Martín. La épica encerrona de Iván Fandiño en 2015 deparó variedad de encastes pero una común deficiencia en la embestida. Ferrera en su primer intento en 2019 sólo disfrutó de la encastada nobleza de uno de Victoriano del Río jugado en último lugar, y dos años más tarde se encontró con dos toros notables de Adolfo Martín y cuatro de poca nota.
Sólo siete de los setenta y ocho toros lidiados en estas tardes singulares han recibido elogios de la afición, lo que significa un 9%, sin que se haya registrado vuelta al ruedo alguna del bravo.
Por el contrario la estadística oficial de Las Ventas indica que en 2019 setentaidós de las 423 reses lidiadas en Madrid fueron ovacionadas por el respetable, lo que representa un 17%. Un año antes ese porcentaje ascendía al 12%, incluyendo tres toros de vuelta al ruedo.
Parece que la tecnología aplicada en el campo por los equipos de los matadores punteros en la selección no mejora los resultados en el comportamiento de las reses. Es más, los empeora notablemente. La hechuras, la reata, las reflexiones del ganadero y las confidencias del mayoral, desdicen muchas veces la promesa de la bravura, que siempre es incierta. Lo que sale de chiqueros en una tarde cumbre se comporta, en términos generales, bastante peor que lo hace la media de los toros lidiados. La cuestión capital es, por tanto, cuál es la causa de esta paradoja.
La exigencia del público:
Hacer el paseíllo en Las Ventas con seis esperando en los chiqueros es el sueño de todo torero ambicioso. Sin embargo la empresa que gestiona el coso, y la propia afición no pueden banalizar un hecho semejante. No cualquiera reúne méritos y capacidades para acaparar un cartel así. Todos los que han encabezado estos anuncios singulares lo hacían envueltos en un halo de triunfadores que el público reconocía. Todos eran toreros de Madrid, queridos por Madrid, y deseados por la afición como muestran las cifras de asistencia al coso.
El Juli en 2003 se presentaba en Las Ventas después de liderar el escalafón en la temporada anterior con 112 actuaciones. Sin embargo parte del tendido siete le reprocha el abuso del pico. Él se descara y logra una oreja en ese turno. Resulta significativo que no brindara al respetable hasta el cuarto toro.
Uceda Leal tras torear cincuenta tardes en la temporada anterior, esparció su torería en Las Ventas, y recibió el trato amable de sus paisanos.
Morante era esperado en 2004 como el torero diferente que siempre fue y tratado con respeto, lo mismo que tres años después. Madrid espera a Morante con devoción de novicia.
La tarde épica de Perera en 2008 tuvo como antecedentes treinta puertas grandes en 56 corridas, y el aroma de torero poderoso y fiable.
Talavante en 2009 y 2013 ocupaba por derecho propio un lugar de privilegio en el santoral de la afición madrileña por su quietud, verticalidad y pureza en el emboque, y como tal fue recibido en el coso de la calle de Alcalá.
Daniel Luque era un torero emergente en 2010 que asumía el reto desde su depurada técnica reconocida por aficionados e informadores. Ese año se aupó hasta la sexta plaza del escalafón totalizando sesenta tardes.
Algo similar a los ocurrido con Miguel Abellán en otoño de 2014, tras lidiar más de sesenta corridas y ocupar el sexto lugar del ranking.
El Cid había triunfado repetidas veces en este coso, en el que llegó a matar cinco corridas en una temporada, cruzando dos veces a hombros la puerta grande. Su toreo al natural fue considerado en los mentideros madrileños referente
de la pureza y la ortodoxia.
El caso de Iván Fandiño es paradigma de compromiso con Madrid desde que en septiembre de 2004 ganara una oreja de su primer utrero, hasta que diez años después culminara su trayectoria saliendo izado hacia la calle Alcalá. Lidió varias corridas más antes de su encerrona de marzo de 2015 mostrando un toreo sobrio y puro, y una espada demoledora, muy del gusto de la capital.
Antonio Ferrera, luego de pugnar con ganaderías duras en carteles baratos, hizo fama de torero integral, imaginativo y diferente que caló en Madrid. Las Ventas lo ahijó y el público lo conceptúa como torero largo, capaz de dar espectáculo en todos los tercios.
Cuando suena el pasodoble y las cuadrillas dibujan el garbeo, el público prorrumpe en sonoras ovaciones y rara es la vez que no saca a saludar al tercio al torero antes de la suelta del primer toro. La plaza vive una tarde especial con una temperatura emocional elevada.
Después todo puede ocurrir, ya que Madrid no transige con el toreo efectista ni la falta de torería, y es poco tolerante con el trasteo insustancial y desligado, mas la disposición inicial es siempre de apoyo para que ocurra lo improbable.
El agotamiento físico:
La preparación para un evento de esta naturaleza es exhaustiva. Los toreros se retiran al campo y trabajan su condición física con ejercicios de flexibilidad y resistencia.
En 2015 Iván Fandiño devino en pura fibra tras un retiro en Salamanca que duró desde el principio de temporada, en la que renunció a sus citas en Castellón y Valencia para no relajar el trabajo metódico al que sometió su cuerpo.
En octubre de 2021 Antonio Ferrera, tras lidiar los seis toros que anunciaba el cartel, pidió el sobrero, que le fue concedido para que obtuviera el primer trofeo de la tarde. Pareció pensar que la puerta grande estaba entreabierta, por lo que solicitó el segundo toro de reserva, que no facilitó la presidencia. La condición física del diestro era óptima tras varias lidias totales, y en apariencia habría podido matar una corrida completa si el palco hubiese accedido.
No se recuerda indicio alguno de desfallecimiento o gestos que hicieran pensar en una merma sensible de las fuerza, luego ha de descartarse esta tercera hipótesis.
La carga emocional:
Si atendemos a Juan Belmonte ningún torero firmaría un contrato en un patio de cuadrillas. Si en la capilla hubiese una máquina del tiempo jamás se daría la corrida, ya que todos los intervinientes se desplazarían hasta el día siguiente en una fracción de segundo.
El instante anterior al inicio del paseíllo es atroz. El miedo se palpa en el ambiente. Los rostros lívidos, las manos contraídas, los sudores gélidos. Los toreros miran al infinito. Buscan la compañía narcótica de su cuadrilla. Apuran un cigarrillo y conjuran sus fantasmas con rezos y prácticas supersticiosas. Si se trata de Las Ventas la emoción es doble, y si un matador actúa en solitario ha de triplicarse el efecto.
A más antelación en la confección del cartel más larga es la agonía. Iván Fandiño anunció su gesta de 2015 con dos meses de antelación, si bien él lo sabía antes. Demasiadas semanas soñando con toros que hablan, pitones que rasgan el aire, y venas que se rompen. Demasiados días pensando en el público soberano que dará o quitará gloria. Todas las horas con el pálpito endemoniado y la ansiedad de no poder exorcizarlo.
Soportar una tensión tan intensa durante tanto tiempo es sólo para elegidos. Saber que son seis animales combativos, de fuerza brutal, e inciertas intenciones quebranta el ánimo. Haber visto en el campo sus bruñidas cornamentas, sus cuellos hercúleos, conocer su envergadura, poder distinguirlos por su capa, saber su nombre y conocer su reata induce a la obsesión.
Mantener la concentración durante tres horas cuando la muerte acecha, olvidar el fracaso de la faena anterior, desterrar el pensamiento de derrota, asumir que puede no amanecer, son ejercicios tan encomiables como quiméricos.
Quien mejor lo afronte encontrará embestida en la mansedumbre, aplauso donde siempre hay silencio, fuerzas en un organismo agotado, e inspiración en cualquier estímulo, por nimio que resulte.
El ejercicio del toreo es un desafío emocional. La creación artística es consecuencia de un estado de ánimo idóneo. La actitud adecuada transforma el pensamiento y las sensaciones, transportando al creador a una dimensión en la que el estro está presente, y equidista con la magia y la locura.
Seis capacidades, seis, que configuran el corazón de un artista y la mente de un guerrero.
Javier Bustamante para
Toro Cultura
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