Joaquín Núñez del Cuvillo: “La clave del éxito es mucha dedicación, mucha paciencia, y mucho orden”

Atardece lentamente en “El Grullo” entre viejas encinas, bandadas de palomas y ecos de bramidos lejanos. Se acerca el solsticio de invierno, y el campo de Medina Sidonia sigue siendo confortable, pues el sol no termina de ponerse, y el aire aromático está en calma. La luz comienza a escasear en el caserío, pues una avería eléctrica prolonga las sombras y dota al salón campero de don Joaquín Núñez del Cuvillo de un ambiente de armoniosa solera. Sólo la chimenea, encendida, aporta luz y calor a una escena añeja. La sala, llena de fotografías de seis generaciones de ganaderos, trofeos ganados por los toros de esta casa, una cabeza legendaria y algunas escopetas de caza, compone una atmósfera mágica, propicia para la confidencia, en la que fluye en verbo fácil del creador de esta divisa, que es la favorita de las figuras.

Don Joaquín, su casa es pródiga en indultos como ninguna otra en el campo bravo.

Los toros de indulto es una pena matarlos. Todo lo que puede servir para perfeccionar la tauromaquia ha de respetarse. Siempre lo digo, es una pena que no se perdone la vida a más toros. Los que se indultan ligan bien. Su calidad más excepcional es seguir embistiendo y el torero toreando. Y creando emoción.

¿La duración es para usted lo más importante?

Hay que fomentarla. Todo es heredable y si se busca en la selección la duración también lo es. Del mismo modo que se evitaron las caídas con una buena selección, la duración también puede conseguirse.

Las caídas se han superado gracias al tesón de los ganaderos y a la alquimia de los tentaderos.

Sí. Yo comencé con un desecho de Osborne que embestía bien, pero se caía mucho, tanto que no la querían los toreros, pero a base de selección y mezcla con otras ramas logré que se mantuviera en pie.

¿Era falta de casta, falta de fuerza o las dos cosas a la vez?

La preparación del toro es muy importante. Como un caballo o un atleta se perfecciona a base de entrenamiento. Ahora tenemos el corretoros y hay que entrenarlos. Con sentido común, empezando un año antes de que se lidien. Y paulatinamente, porque al principio el toro se asfixia después de cuatro carreras porque no está acostumbrado a correr. Es muy vago, sólo hace ejercicio cuando se pelea. Andan muy despacio. Se empieza con una carrera a la semana, después dos, después tres. Además está la herencia. Cuando una vaca que come como las otras tiene menos fuerza es por herencia.

Don Joaquín Núñez del Cuvillo en el sanctasantórum de El Grullo.

¿Qué tipo de toro busca usted?

El que les gusta a los toreros. Los míos les gustan y esa es la suerte que tengo yo. Hay ganaderos que tienen un toro que a ellos les gusta mucho, pero a torero no. No son mejores ni peores, pero nosotros buscamos un toro que embista bien, que repita y que transmita.

Los aficionados valoran también el temperamento del toro y las dificultades resueltas en la lidia.

Hay ganaderías muy brillantes, con mucho temperamento, y a lo mejor el torero les corta las orejas, pero no quieren matarla más por el mal rato que han pasado.

Cierto; el torero tiene la tendencia natural y humana a acomodarse.

Tiene que buscar arte, valor, riesgo. Salvo un sector de la afición de Madrid que valora mucho el riesgo, los demás disfrutan cuando el torero lo hace bien, el toro también, y sin sobresaltos, aunque el riesgo siempre está presente.

Hay figuras del toreo que llevan 30 años en lo alto del escalafón, eso no ha pasado nunca. ¿Se ha humanizado excesivamente el toreo?

Cuando vemos faenas antiguas, por ejemplo de Gallito, son todo mantazos, y al final le toca el pitón. Ahora se ha ganado en naturalidad, que es muy complicada. Curro Romero, Morante, tienen un estilo tan bello que te ponen en pie. No hay dos toreros iguales, se huye de lo común, y cuando uno tiene una chispa especial gusta. Ahora tenemos también a Roca, y a José Tomás, que torea poco.

José Tomás parece que sea de otro universo.

Tiene una gran personalidad, torea poco, le cogen mucho los toros y siempre triunfa. Se prepara mucho, ve el vídeo del padre de cada toro, el vídeo de la madre, estudia las hechuras. Cuando lidia un toro de Cuvillo puede que le salga un marrajo, pero el padre y la madre son buenos. Le da mucha solemnidad a lo que hace, lo tiene muy bien estudiado, y no se mueve aunque los toros le pasen rozando. No hay un paso mal dado, ni un enganchón. Es José Tomás.

De los clásicos cuáles le gustan más.

Soy amigo de todos y me debo a todos. Tengo la suerte de que piden lo mío y eso me facilita mucho. Hay algunos muy grandes, José Tomás; Espartaco que tenía algo distinto; Jesulín que llenaba las plazas y llegó a matar 135 corridas en un año. Otros se mantienen en base al valor. Con Octavio Chacón tengo mucha relación, ha venido por aquí mucho, ha pasado necesidad pero ha remontado, y se ha ganado su sitio en el toreo.

La bravura es un concepto que se discute, y que no es igual para todos los ganaderos. ¿Qué es para usted?

Si me pregunta eso cuando era chico le habría dicho algo diferente a lo que le diría hoy. En 1920 en toro más bravo era el que destripaba a más caballos. Esa era la medida, pero esto evoluciona.

Usted tiene un buen observatorio y es un testigo privilegiado de esa evolución.

Verá, en el año 82 aparecen los tomavistas, y yo empecé a grabar todos los tentaderos de mis 38 años de ganadero. Había fundado la ganadería un año antes pero no había esa tecnología.

¿Tiene imágenes de todo?

Todos los tentaderos, todas las corridas, todos los festivales, los tengo grabados. Y fichas escritas de cada res, con notas, genealogía y comentarios.

Don Joaquín mostrando la ficha de la vaca Granadera, nacida en 1987

El suyo es un conocimiento casi científico.

Si en los años 20 los ganaderos hubiesen tenido ésto la historia del toreo sería distinta. En aquella época el ganadero tentaba con siete u ocho puyazos, y le daba igual lo que pasara con la muleta, le daba igual el toreo, algunos ni miraban los pases de muleta. Cuando empecé a una vaca buena le daba tres, cuatro o cinco puyazos, y ahora a una vaca le damos dos puyazos, que es lo que se da a un toro en una plaza de primera.

Está claro que la dinámica de la lidia ha cambiado.

Antes la medida de la bravura era el caballo, se medía por caballos muertos. Es muy bonita la suerte de varas, a todos nos gusta. En los años sesenta el premio al toro más bravo se lo llevaba el que iba de más lejos al caballo. Sin embargo ahora la emoción viene de las embestidas, pasárselo cerca y quedarse quieto.

Usted sabe muy bien de lo que habla, porque esta casa tiene cuatro trofeos de la Real Maestranza de Sevilla a la corrida más brava.

Aquí los tiene, y además un premio al mejor toro, el primer toro indultado en Sevilla que lo indultó Manzanares.

Trofeos de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla ganados por Núñez del Cuvillo.

Otros ganaderos dicen que si no se exige a las vacas en el tentadero en la suerte de varas, sus hijos se derrumbarán después en todos los tercios.

Está claro que las bravas van más al caballo que las mansas, y que la mansa cuando recibe un puyazo huye. Pero a eso hay que darle un valor relativo. También la que humilla embiste mejor que la que va a media altura. Algunas van de muy lejos, y embisten todo lo que tu quieras, pero a media altura no sirven para torear. Lo del caballo no es ninguna tontería.

Recuerdo un tentadero de un ganadero amigo, que metió un toro berrendo precioso en la plaza que daba gusto verlo galopar al caballo. Le pegó cinco puyazos y el ganadero estaba encantado. Pero llegó al último tercio y no tenía un pase. ¿Es bravo o no es bravo?

La bravura es un difícil compendio de virtudes.

Si están embistiendo mucho tiempo medio rajaos, pues son mansos, pero están embistiendo. Si embiste bien … Esto es muy difícil. Lo del caballo es indudable, lo que pasa es que ahora se le da menos importancia de la que se le daba antes. Fíjese, yo tomo dos notas de cada vaca, una de bravura y otra de toreabilidad. La bravura es una cosa orientativa, que se tiene también en cuenta.

Pero usted se fija sobre todo en el comportamiento de cada res en la muleta, que es lo que hoy más importa.

Así es.

Usted empezó como ganadero a principios de la década de los ochenta.

Sí, en agosto del 82

Es decir, que usted tenía 52 años. Parece un poco tarde para iniciarse en un negocio a largo plazo como éste.

Sí, ya me hubiera gustado hacerlo antes, pero es cuando pude económicamente. Mi padre no llegó a tener la ganadería brava, mi tío Carlos sí. En esta pared puede ver carteles de mi abuelo y de mi bisabuelo, o sea, que esto viene de familia. Mi mujer es Benjumea, una familia con muchas generaciones de ganaderos de bravo. En tiempo de Joselito decían “A los Benjumeas ni los veas” Pero bueno, eran ganaderos.

Tiene orígenes ganaderos pero no ha heredado un hierro, lo ha creado usted con su propio criterio.

Lo que pasa es que tenemos un formación natural porque yo he ido muchas veces a los toros, a veces con mi padre. Teníamos formas diferentes de ver las cosas, aunque al final llegábamos al mismo sitio. Aquí hace falta que la gente se divierta, que los toreros funcionen y que los toros sean buenos.

«Aquí hace falta que la gente se divierta, que los toreros funcionen y que los toros sean buenos»

Creo que lo fundamental es que haya emoción en el ruedo.

Algunos ganaderos consiguen lo que quieren, pero lo que quieren es una pena, porque son toros muy violentos, que en cualquier momento le mandan al torero para adentro. Octavio Chacón, por ejemplo, ha aguantado mucho de eso.

Siempre fajándose con las más duras y en los lugares de mayor compromiso.

Victorino es otro mundo, lo admiro mucho como ganadero. Ver a un torero que le van a echar mano, para mí es desagradable. A los que les gusta mucho la emoción y el riesgo valoran mucho ese toro.

Es compatible la emoción con la belleza y la calidad. Y luego que el tío se quede quieto, y tener las facultades para poderlo hacer. Ahí tienes a un Ponce, que es un fenómeno. Le sirven todos los toros, y no le tocan. Eso son virtudes. Y Espartaco, otro al que criticaban, pero llenaba las plazas, luego algo tenía.

Creo, don Joaquín, que es usted en la actualidad el ganadero con más éxito. ¿Cuál es su secreto?

Hay diez o doce ganaderos que estamos muy dedicados. Y nos luce el pelo porque vendemos bien los toros. El secreto es: mucha dedicación, mucha paciencia, y mucho orden. Ese secreto lo puede patentar, porque es para todo.

Y usted lo ha aplicado a conciencia.

Yo empecé de cero, aunque mi abuelo tenía un capital, pero eran muchos tíos y muchos primos, así que tuve que emprender negocios. Estuve con importación de fertilizantes, y en cuanto gané un poco de dinero invertí en el campo, primero en manso, con lo que estuve diez años, en una finca pequeña. Retinto, de carne. Hice una ganadería muy selecta, moviéndome en busca de los mejores sementales, y cuando me quité me pagaron el doble de lo que yo invertí. Después me metí en el charolés, y luego, cuando tuve mejor economía, me metí en el bravo, con otros negocios a parte.

Don Joaquín, artífice de uno de los hierros de más éxito de la actualidad.

Hasta conseguir una de las ganaderías de mayor éxito del siglo XXI. Gracias, don Joaquín, por compartir con nuestros lectores su conocimiento y sus experiencias.

Gracias a ustedes, y a ver si coincidimos en las Ferias.

Javier Bustamante para Toro Cultura

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