López Chaves: “Antes me ganaba la mente, ahora le gano yo a ella”

Tras más de veinte años como matador, Domingo López Chaves vive una segunda juventud artística. Después de temporadas de triunfo en las que conoció el sabor del éxito y llegó a superar las cincuenta corridas, ha permanecido en el ostracismo más de diez años, en los que debió conformarse con tres o cuatro paseíllos. Un tiempo en el que tuvo que valerse de lo mejor de si para que su ilusión se mantuviera intacta, su voluntad le impulsara a seguir entrenándose, y su sueño permaneciera vivo. Siempre se ha enfrentado a lo más fiero que daba el campo, toros de impresionante trapío, de gran alzada las más de las veces, y habitualmente aviesas intenciones. Y lo ha hecho sin una queja. Ahora, en una etapa de espléndida madurez que le ha devuelto a las plazas más importantes, confiesa disfrutar de esos momentos que antes eran un calvario, y nos explica las claves de esa evolución que le ha convertido en un torero feliz. Es, sin duda, un claro ejemplo de perseverancia.

Acude puntual a nuestra cita en la Plaza Mayor de Salamanca, un marco de honda significación para él, pues nació en Ledesma, y ésta es la ciudad en la que enmarca muchos de sus mejores recuerdos, y también sus proyectos más inmediatos.

Su actitud alegre, su mirada firme y su verbo fácil hacen de la conversación una bella experiencia, sin barreras ni defensas, para ahondar en su cultura y sus valores, que son los del toreo recio y eterno del campo charro.

¿Visualizabas una nueva etapa como esta, en la que ibas a volver a las plazas más importantes?

Yo soñaba con ello, pero la mente me decía que era muy difícil volver a estar ahí. El toro es muy grande porque en diez minutos te puede cambiar todo. Lo soñaba. El toro no me pesaba, estaba feliz, estaba manejando bien. Son muchos años aprendiendo de un compañero, de un novillero, de un aficionado, de un apoderado, hablando de toros, puedo aprender contigo. Ha sido un sueño inesperado.

No esperabas volver a estar en torero importante.

Es que tampoco me siento así.

Síntoma de humildad, que es otro valor.

No siento que soy tanto porque veo como andan mis compañeros, figuras u otros que matan corridas de toros conmigo. Los veo a un nivel muy alto. Estoy entrando ahí, pero no se que pasará el año que viene. Me enriquece esta entrevista, que antes no la tenía, y la admiración que ha causado en aficionados jóvenes que no me conocían y ahora me conocen.

Te vemos en los patios de cuadrillas de plazas importantes y eres un ejemplo de concentración. ¿Puede esa concentración restar energía al torero?

Me ha pasado. Una concentración excesiva que me ha hecho llegar a la plaza derrotado. La mente es muy poderosa. Cuando me metía esa presión y pensaba las veinticuatro horas del día con una fecha, en una corrida importante, obsesionado, llegaba al patio de cuadrillas derrotado.

Te responsabilizabas demasiado.

Sí. La clave de este año es ser feliz.

Mi mujer y mis dos hijos me acompañan en el momento en el que me visto de luces, por ejemplo aquí en Salamanca. Llegamos a la habitación del hotel y tengo el vestido en la silla y ellos juegan, se ponen la montera. Hace años me pasa eso y me habría muerto, pero pasa el tiempo y me lo tomo de otra manera. Ahora disfruto con eso.

Y hora y media después estás lidiando.

Sí, pero evadirme de todo eso es lo que me ha dado fuerza y me ha dado valor. Por ejemplo en Madrid salgo a dar una vuelta con mi mujer, como, vienen mis amigos a la habitación, me gusta hablar, reírme. Para mi ha sido un cambio tremendo.

Ahora llego al patio de cuadrillas y estoy fuerte. Siento que el trabajo tiene que estar hecho de antes. Sé que tengo la técnica, los conocimientos. Puede que un toro me trastorne, somos humanos, pero a mi la mente ya no me tiene que poder. Este año ha sido un impulso constante a la mente.

Antes me ganaba la mente, ahora le gano yo a ella. Es muy fuerte.

Antes la mente te podía, ¿qué pasaba para que no te dejara estar en paz, o como tú querías estar?

La responsabilidad, no estar seguro de mí mismo, el miedo, una cornada que te quita el sitio… Las cornadas duras son las que te afectan a la cabeza. Es bonito tener cornadas, me siento orgulloso, son necesarias para que la gente vea que esto es muy duro y difícil.

Tienes que tener una meta y saber por dónde tienes que ir para llegar, pero no debes obsesionarte con llegar a la meta antes de recorrer el camino.

Lo que has conseguido esta temporada en Madrid, estando bien en San Isidro y en Otoño es algo extraordinario. ¿Cómo lo viviste?

Feliz. Me iba con mi mujer en el coche cantando. Lo que antes era un muy mal rato ahora es todo alegría.

¿Cómo vives ahora concentración?

La concentración tiene que ser en invierno. La mente tiene que saber que el cuerpo está fuerte, que está preparado. Tengo que convencer a la mente de que tengo un potencial. Conozco al toro, lo observo.

Entrenar es importante, pero me aportan mucho las tertulias de toros, me encantan y aprendo. Los mayores son mi debilidad, pero la ignorancia de un chaval es también bonita.

¿Te aportan técnicamente?

No, me aporta beber del toro, del toreo. Esta conversación me está aportando, me permite pensar y sentirme torero.

Veo vídeos con detalles técnicos, pero me gusta más la conversación.

Sin embargo eres también un gran torero de campo.

Los tentaderos me han alimentado en los años que he toreado poco. Me han mantenido vivo. He tenido siempre la corrida de Ledesma, Vic Fezensac y alguna otra que salía por la provincia. Pero los tentaderos me han dado este poso que tengo ahora, he sentido el toreo con las vacas, y me preguntaba si sería capaz de hacérselo también a los toros. Y en las pocas corridas que tenía lo iba haciendo poco a poco, porque no es lo mismo la embestida de una vaca que la de un toro.

Años difíciles en los que has demostrado una perseverancia ejemplar.

La gente me preguntaba si seguía toreando o me había retirado, y me reventaba, aunque ponía siempre buenas palabras. Mi clave para seguir vivo ha sido el apoyo de los ganaderos salmantinos.

En 2007 mataste 54 corridas, fueron años espléndidos.

Aquí te pones tú y te quitas tú mismo. Estás y luego dejas de estar. Hablan del sistema, pero el sistema está como tiene que estar. Tardarás en llegar cinco, dos o uno, pero el sistema tiene que ser así. El público demanda a unos toreros que están bien. Aquí no hay trampa ni cartón. No hay enchufados. Pueden estarlo una o dos tardes, una temporada, pero el valor lo marca el toro. Están en las ferias los que tienen que estar. Hay que estar preparado para las oportunidades, y la suerte del momento, que embista ese toro.

Tu idilio con Madrid en esta temporada será difícil de olvidar.

En Madrid no ha habido esas orejas que antes ansiaba. Pero yo voy a disfrutar, a disfrutar de cada embestida, yo ya no pienso en las orejas. Pienso en cada muletazo, en una faena bonita en dejar al toro que se exprese galopando al caballo, ponerlo bien en suerte, todo es tauromaquia. Poderle al toro, someterlo, y dentro de eso intentar crear algo, llámalo arte…

Lo llamo arte sublime.

Los artistas se expresan según sienten, pero lo primero es someterlo, y una vez que está sometido vamos a hacerlo bonito. Me gusta quitarles toda esa fiereza, esa agresividad, y lo hago con despaciosidad, con templanza. Ese es mi sueño.

Templanza, poso, torería, y siempre matando las más duras.

Gracias a Dios.

Te enorgullece, ¿no las cambiarías por otras más nobles?

No. Gracias a eso he conocido el mundo. Es que si no estaría en casa.

¿No sería más cómodo hacerlo con alguno de Cuvillo, por ejemplo?

Sería más cómodo en la mente, pero delante del toro no. En todas las ganaderías hay toros agresivos, con malas miradas, que hieren. Te dejan estar más relajado y sentir más, pero yo prefiero lo duro. Si los tratas despacio el toro se relaja y te lo da después despacio.

Si los toco más agresivo empiezan a soltar más la cara, a ser más fieros, no ralentiza la embestida. El toro es un animal que responde a lo que recibe. Por eso me gusta tratar al toro con suavidad. Lástima de que no me diera cuenta veinte años antes.

La madurez tarda en llegar, y hace falta paciencia.

Con este año que he pasado me siento recompensado por los diez anteriores de parón. Por orgullo. Yo me veía capaz, pero quería que lo viera la gente. Con el reconocimiento de todos los aficionados me siento recompensado, que sepan que en esos diez años estaba ahí preparado y ha salido lo que yo tenía dentro. Los sueños y la razón iban por diferentes caminos.

Era un sueño improbable, pero no imposible.

Ha podido el sueño. Me levantaba todos los días buscando ese sueño, aunque la mente me dijera otra cosa. Nosotros los toreros tenemos que dejarnos llevar por los sentimientos, pero la mente no te deja pasar esa frontera, porque ahí quema. Luego está el orgullo de uno mismo. Los toreros nos movemos por sensaciones, por momentos, por miedo, por valor. El miedo a lo mejor te hace tirar más para adelante.

Estoy oyendo lo que digo y pienso que a lo mejor es una bobada lo que estoy diciendo.

No, no, no. En absoluto, quiero oírte al natural, y me interesa mucho esa reflexión.

El miedo muchas veces te hace buscar otras cosas.

¿Cuál es el límite entre dar el paso para ponerse en el sitio y no darlo? Parece que hay un yo que te dice, ”no pases la frontera, tienes una familia y una vida plena”, y otro yo que te dice “pásala porque hoy tienes que triunfar, hoy o nunca”

Ese momento es muy especial. No todos los toros te hacen dar ese paso. Cuando estás en una plaza importante, con un toro que pide el curriculum, hay un momento en el que dices “ahora hay que tirar para adelante”

Y tener mucho valor.

A lo mejor no es el valor lo que te empuja. A veces es el afán de poder al toro, el amor propio. Hay que tener valor, que se va adquiriendo, pero son más cosas, el deseo de emocionar a la gente, poderle al toro, ganar a tus compañeros …

Diego Urdiales nos decía que hay momentos en los que te abandonas y no tienes sensación de riesgo. No se puede pensar racionalmente, se olvida el cuerpo y la mente se vuele creadora.

Es total. Cuando llegas a ese punto te metes en una burbuja de abandono y de entrega. Porque si no hay abandono no hay entrega. Haces cosas inesperadas, tú mismo te sorprendes. Al toro le pierdes el respeto. Y entonces ya viene el triunfo, la entrega del aficionado. Pero no siempre llega ese abandono.

Hay una secreción hormonal muy intensa con una dosis de hormonas muy potente. ¿Cuándo terminas la faena qué sientes?

Tranquilidad. Son sensaciones intensas porque el corazón está fuerte, pero piensas “he sido capaz”. Sabes que cada tarde es una guerra, una batalla. Siento tranquilidad cuando lo he dado todo. Mi obligación es entrenar, coger los trastos, sentir el capote y la muleta. Cuando no he sido capaz de estar a la altura de la exigencia del toro siento amargura.

Y a lo mejor el público no se ha dado cuenta.

Sí, pero siento que los he engañado. Han venido a verme y no me han visto. Es muy amargo. Para que eso no pase está la entrega. Es la clave de esta temporada. Me llego a la furgoneta, me doy el aprobado, y me siento bien.

El hecho de volver a montarte en la furgoneta es ya un éxito.

Así es. Yo antes de torear hablo conmigo en la ducha. Cuando el agua me tapona los oídos y siento mis palabras retumbando dentro de mi me pregunto: ¿Volveré yo esta noche? ¿Será ésta mi última ducha? Algo así de básico.

Es como despedirse de la vida cada tarde que te vistes de luces

Así es. Y cuando vuelvo tras la corrida doy gracias a Dios, porque yo soy además muy creyente.

Es una vivencia muy dura.

Sí. Es cuestión de mentalidad y este año estaba más mentalizado porque quería guerra y en la guerra estaba.

El hecho de despedirte de todo, ganar la batalla, y volver a tener todo de nuevo debe ser muy gratificante. La vida del torero es ciclotímica.

Y además hablamos de esos límites en 15 minutos.

¿Cómo afrontas las horas previas a la corrida?

Un día de corrida te levantas y aún medio dormido te acuerdas de que esa tarde toreas, por ejemplo en Madrid. ¡Buf!, ¡Madrid!, ese toro, y ya te derrumbas un poco, te quedas sin energía. La presión, las ganas de la gente, el toro de Madrid, que es un torazo. Y para que no se haga esa bola más grande abro la ventana, veo el día, y corto con esos pensamientos negativos. Empiezo a pensar en cosas positivas, veo mi altar, y me crezco. Y a lo mejor al medio día, antes de vestirme me viene otro bajón, y hay que intentar superarlo.

¿Duermes bien esos días?

Sí, una barbaridad. Lo mismo duermo diez horas. Esos días no tengo rutinas, porque te obligan, y si las rompes te trastornas. Antes era de rutinas, pero te crean pesadez en la mente. Desayuno un café, una tostada con aceite y tomate. Doy un paseo, como a la una o a las dos, y a veces no como. No echo siesta, escucho música.

¿Qué música escuchas?

Me gusta el flamenco, porque me inspira.

¿Tienes supersticiones?

No, pero este año he pedido la misma habitación en Madrid.

Y llega el momento en que te dicen que hay que vestirse.

Ahora lo disfruto una barbaridad. Antes lo pasaba fatal. Es que ya sé lo que quiero. Por eso tengo tanta admiración a los que llegan a figuras jóvenes. Tienen una capacidad mental tremenda. A mi la edad me ha enseñado muchas cosas, a aprender de lo bueno y de lo malo.

Siempre he dicho que en mi profesión de torero no cambiaría nada. Incluso los pinchazos que me han privado de orejas en Madrid, tampoco los cambiaría.

Diste el pinchazo porque tenías que dar el pinchazo.

Así es, y admito todo. Me siento figura del toreo por lo que he hecho fuera de la plaza. Por amigos que he hecho, no por lo material. Me ha enseñado, me ha dado otros valores en la vida, y eso te hace fuerte. Por eso yo ahora mismo disfruto tanto. Le puedo a la presión aunque a veces me pese.

¿Cuál es el valor del toreo más importante?

La vida es una lidia constante, en la que te enfrentas a muchas cosas. He aprendido la tranquilidad, el respeto, que no abunda fuera del toreo. Sobre todo el respeto.

Comenzando por respetarse a sí mismo.

Yo vivo como persona, esté o no vestido de luces. No puede ser que el torero suplante a la persona, no puedes sacar pecho porque a humildad debe estar por encima de todo.

¿Te han tratado bien en los despachos?

Sí. Me han tratado como me he merecido. Cuando he estado, he estado; y cuando no, no. El torero no debe engañarse nunca. Como te engañes viene la ruina.

Sin embargo muchos toreros se engañan y engañan a su entorno.

Yo fui de novillero a Madrid, corté dos orejas, después volví y ya no estuve tan bien. La credibilidad la perdí yo mismo.

Soy matador, hay triunfos importantes y vuelvo a la cumbre. No asimilé bien una cornada que me hizo mucho daño psicológico. Ya no estaba a gusto con el toro, y no era yo, me costaba dar ese paso. Estaba entre dos aguas, y en el toreo no puedes hacer eso. Si estás, estás. Si no es engañar y engañarse.

Y el sistema te puso en tu sitio.

El sistema es muy fácil: no te ve y te aparta. Pero te has quitado tú mismo. Y ahora estoy de vuelta. Me he puesto yo mismo, porque estoy bien. Tal vez llevaba preparado más tiempo, pero siempre hay un punto de espera. Valoro la suerte que yo he tenido por volver a vivir ese momento. Tal vez otros lo han podido tener pero no lo han demostrado.

No todos los toreros están de acuerdo con eso.

Las empresas me han tratado bien y cuando han tenido que subir un poco lo han hecho.

En el toro no tienes que tener rencor ninguno. Los rencores son muy malos; ni al toro, ni a la empresa, ni a los compañeros. Te crean amargura.

Valores y lecciones de vida que has aprendido, algunas veces a precio de sangre. Gracias, Domingo, por compartir con Toro Cultura tus experiencias y tu filosofía de vida.

Gracias a vosotros y saludos para los lectores.

Javier Bustamante para Toro Cultura

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