Los valores del toro

El toro Planteadito, del hierro de Victorino Martín, rindió ayer en el coso de la Ribera de Logroño un emotivo homenaje a sus criadores, y demostró por qué el bravo es un animal excepcional al que el hombre admira y venera desde hace más de 23.000 años.

Saltó a la arena con su media tonelada de músculo acerado, fino de cabos, mirada azabache y armónico galope, y no dio tregua hasta que, tras media hora de combate, cayó abatido por la espada del Cid.

Acometió con entrega a muletas, capotes y cuantos estímulos desfilaron por su campo visual, sin descanso, y dio la sensación de que, si su matador hubiera decidido continuar con la lidia, el toro habría aceptado gustoso el envite hasta el mismo instante de la extenuación.

Hizo demostración de que la casta brava es fijeza, pues sus ojos no apartaban la mirada ni por un instante de la franela del torero, manifestando en todo momento un instinto agresivo propio de un animal único, tocado por los dioses.

Humilló hasta arrastrar el hocico por el albero con tal codicia que perseguía los señuelos con un ansia que sólo puede emanar de la más refinada bravura.

Acreditó altas cotas de nobleza, pues acometía sin dudar, siguiendo los señuelos con bondad, componiendo las armónicas figuras que el torero proponía, en una pugna plena de estética y emoción.

Vendió cara su vida, pues se resistió a doblar las manos, aún con tres palmos de acero cerca del morrillo, y tuvo aún arrestos para levantarse desafiante cuando el machetero se acercaba para finarlo con la puntilla.

Hubo clamorosa petición de indulto, y su matador, tras las últimas series, miraba al palco esperando ver el pañuelo salvador, mas no hubo caso y sí nuevas tandas de naturales, cada cual más lenta y profunda, hasta completar una obra de arte que quedará en la memoria de los aficionados y consagra a El Cid y a Planteadito como paradigma de la Tauromaquia.

Ayer pudo verse sobre el albero riojano un animal adornado por los valores que el ser humano admira desde los albores del tiempo, pues fue fuerte, noble, codicioso y constante, lo que le encumbra al olimpo de los toros memorables.

 

 

Reseña:

 

Coso de la Ribera de Logroño, diecisiete de septiembre de 2016, un cuarto de plaza en tarde fresca y nublada.

Toros de Victorino Martín, todos negros entrepelados, bien presentados en el tipo de la casa. El primero bravo y noble; el segundo bravo, encastado, de asombrosa fijeza y nobleza, premiado con la vuelta al ruedo; el tercero flojo y noble; el cuarto descastado y distraído; el quinto descastado, distraído y avisado; el sexto flojo y noble.

 

Curro Díaz, de palo de rosa y oro: Estocada caída (oreja); Estocada y dos golpes de descabello (silencio)

 

El Cid, de azul marino y oro: Estocada trasera (dos orejas tras dos avisos); Dos pinchazos, media estocada, metisaca, estocada caída y un golpe de descabello (ovación y saludos)

 

Paco Ureña, de azul turquesa y oro: Cuatro pinchazos, estocada y un golpe de descabello (silencio tras aviso); Estocada delantera caída de efecto fulminante (palmas)

 

Incidencias: Fuerte petición de indulto para el segundo toro de nombre Planteadito, de excepcional casta brava, al que se dio una vuelta la ruedo honorífica.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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