Un cuarto de siglo de historia del toreo

Morante de la Puebla, el torero más culto de la historia, celebró ayer su primer cuarto de siglo en el escalafón superior en la misma plaza en la que César Rincón le concedió el doctorado. Y lo hizo ganando el derecho a transitar por la Puerta Grande tras una actuación llena de conocimiento, entrega y torería. Manejó el capote con la enjundia que acostumbra en el toreo fundamental y en el recibo de rodillas al tirar una larga cambiada al cuarto en el tercio. Pasó de muleta con primorosos naturales, trincherazos, pases en redondo y obligados de pecho que abrochaban series largas y ligadas. Mató con contundencia al toro que le cogió con saña y estuvo atento a los avatares de la lidia en su condición de cabeza de cartel. Pasará el tiempo y llegará un día en que recordemos tardes como la vivida ayer en el Coliseum, revivamos con nostalgia los lances y los pases que este hombre dibuja cada tarde. Se ha escrito que no tiene valor, pero es uno de los que más cerca se los pasa, asumiendo riesgos para crear arte, no miedo. Se ha escrito que es irregular, pero ha ganado dos puertas grandes en la misma plaza en setenta y dos horas. Se dice que le falta estabilidad emocional, pero es a fecha de hoy el torero de temporada más larga y de mayor compromiso con el toreo. Vive la profesión con una intensidad poco usual cuidando los detalles que hacen del toreo un arte sublime y de él mismo un acontecimiento en la historia del toreo. Morante es un regalo que hay que agradecer a la providencia.

Le acompañaban en el cartel otros dos matadores adalides de la pureza en el arte. Diego Urdiales, torero veterano señalado por la afición como custodio del secreto de la naturalidad, y Juan Ortega, recién llegado a las ferias, dueño de un estilo inconfundible que le define como un torero de culto.

Ambos dejaron retazos de su estilo personal. Ambos añadieron más inspiración a la tarde que Morante tenía señalada en rojo en el calendario años atrás. Se vivió un bello ceremonial en el que los intervinientes respetaron los códigos del arte y se respetaron a si mismos siendo leales a su concepto. No caben temeridades ni populismos. Es el toreo puro lo que se juega.

Ayer el Coliseum burgalés vivió un episodio de su historia que lo será también de la historia grande de la tauromaquia. Morante es ya una leyenda. Gloria a los toreros grandes.

Reseña:

Coliseum de Burgos. Miércoles 29 de junio de 2022. Tres cuartos de plaza en tarde calurosa.

Seis toros de El Torero flojos y nobles,de desigual presentación, en capas negras y castañas.

Primero: Negro, terciado. Dos puyazos, el segundo buscado por el toro. Pronto, noble, flojo, de viaje corto. División de opiniones en el arrastre.

Segundo: Negro, con romana, bien presentado. Un puyazo suave. Noble, con poco celo. Palmas.

Tercero: Negro, terciado con peso al límite del reglamento. Un puyazo suave. Pronto, repetidor, de viaje largo. Palmas.

Cuarto: Castaño, de buena presentación. Un puyazo arrancado de largo empujando. Noble y flojo. Palmas en el arrastre.

Quinto: Negro, bien presentado. Un puyazo duro. Tardo, corto, flojo y noble. Silencio.

Sexto: Negro, musculado y con romana. Un puyazo empujando. Noble de viaje corto. Palmas al arrastre.

Morante de la Puebla, de nazareno y oro: Estocada caída (silencio). Gran estocada (dos orejas).

Diego Urdiales, de gris plomo y oro: Gran estocada (oreja). Estocada caída tendida (ovación y saludos tras petición de oreja).

Juan Ortega, novedad en esta plaza, de marino y oro: Estocada desprendida (ovación tras fuerte petición). Estocada caída (ovación tras fuerte petición).

Incidencias:

Fecha emblemática pues se celebraban veinticinco años exactos desde la toma de alternativa de Morante en este mismo coso.

Juan Ortega se presentaba en Burgos e hizo el paseíllo desmonterado.

Morante de la Puebla pasó a la enfermería tras matar al cuarto a causa de los golpes recibidos en la cogida.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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