Uno a hombros, dos a la enfermería

En encierro venido de Zahariche, de inconfundibles hechuras miureñas, alto, agalgado, en cárdeno y negro, con cornamentas prominentes, lidió en juego diverso, predominando la poca casta, desarrollando sentido y manseando al final de los trasteos. Mucho volumen para tan poco toro. Al margen de su disposición natural, encontró delante una terna de valientes que se emplearon en distintos registros y obtuvieron resultados diversos, mas no les dieron fiesta, y sí faenas largas y poco estructuradas.

Inédito quedó Rubén Pinar, pues recibió a su primero de cinco años y medio con una larga cambiada de rodillas junto a las tablas, pasó dubitativo, se revolvió con agilidad felina y descubrió al torero de rodillas, lo prendió por la axila, lo zaranderó con saña y lo tiró por los aires cayendo vertical sobre el cuello, quedando inerte boca abajo sobre el albero, componiendo una escena espeluznante. Daba la sensación de cogida fatal cuando el peonaje lo tomó en brazos y lo condujo desmadejado con la mirada perdida en un viaje dramático hacia la enfermería. Pronto llegaron noticias oficiosas: no había sangre y sí contusiones, desmayos, amnesia y fuertes dolores. Él quiso volver al ruedo, mas el buen sentido de los doctores le persuadió y fue conducido a la Clínica Universitaria para afinar el diagnóstico.

La corrida quedaba por tanto en un mano a mano que se antojaba épico y se jugó en el cara o cruz del valor y la complicidad.

Juan Leal volvió a proponer toreo temerario, recibiendo a su segundo a porta gayola, obstinado en hacer faena larga, sin más resultado que la acumulación de medios pases en las cercanías de los pitones, tanto de rodillas como erguido, en pases cambiados de vértigo, naturales, redondos, martinetes y molinetes que casi siempre eran deslucidos por los enganchones. Fue herido en la mano derecha por el tercer toro, y aguantó con perfil estoico la aspereza de su lote que derrotaba, aprendía y desarrollaba un instinto defensivo incompatible con el lucimiento. No afinó en la suerte suprema, especialmente en el quinto turno, pese a los cual el público reconoció sus méritos con una vuelta al ruedo, ovaciones y saludos. Tres duros combates y un solo concepto: valor temerario para atropellar la razón.

Jesús Enrique Colombo, que venía mermado físicamente, empleó otro registro que gusta más en Pamplona y le reportó el éxito de la puerta grande: la complicidad con el sol. Lució alegre con la capa en verónicas, chicuelinas, delantales y lopecinas. Se empleó atlético pareando a su tres toros con más voluntad que acierto, al cuarteo y al violín, brindando a las peñas de manera muy explícita. Construyó faenas largas, de poca retórica, al hilo del pitón, hasta que sus toros desarrollaron sentido y decidieron esperar con arreones y medias embestidas. Ejecutó con eficacia el volapié, con dos grandes estocadas y otra menos acertada en su primer turno, lo que le valió dos orejas, la puerta grande y el reconocimiento de las peñas que con tanto ahínco persiguió.

La profunda verdad de la Fiesta, gloria y tragedia en un mismo acto, se manifestó ayer de nuevo en Pamplona en una dura batalla. Uno a hombros, dos en la enfermería. Rubén Pinar está fuera de peligro.

Reseña:

Plaza de toros Monumental de Pamplona. Viernes catorce de julio de 2023. Lleno en tarde bochornosa.

Seis toros de Miura con edad y trapío, en tipo miureño, en cárdeno y negro. De juego desigual, predominando la falta de casta. Los cuatro primeros cinqueños, el primero cercano a los seis años.

Primero: Cárdeno obscuro listón corpudo. Dos puyazos aguantando. Espera con la cara alta en banderillas. Bronco, tardo, corto de viaje, derrota. Descastado. Silencio en el arrastre.

Segundo: Negro mulato. De alegre salida rematando en los burladeros. Un puyazo y un picotazo. Flojo, de viaje corto, acaba rajado. Silencio.

Tercero: Cárdeno obscuro, con menos volumen. Dos puyazos dejándose pegar. Flojo y descastado con muerte de bravo. Silencio en el arrastre.

Cuarto: Negro bragado. Dos puyazos duros, en primero trasero rectificado, empleándose. Pronto, humillado, repetidor. Acaba aburriéndose. Palmas.

Quinto: Negro, alto, agalgado, de ancha mazorca y amplia cuna. Dos puyazos, el primero durísimo corneando el peto. Repite y humilla en los primeros pases, después se orienta en una embestida ahogada. Silencio.

Sexto: Cárdeno bragado. Dos puyazos, el primero muy duro empujando. Pronto y largo se para pronto. Silencio.

Rubén Pinar, de celeste y oro: Cogido en el primero.

Juan Leal, de primera comunión y oro: Pinchazo, estocada delantera caida (ovación y saludos). Media estocada perpendicular que se traga el toro (vuelta al ruedo). Estocada atravesada que hace guardia y dos golpes de descabello (ovación y saludos).

Jesús Enrique Colombo, de gris plomo y oro: Estocada trasera caída (oreja). Gran estocada levemente contraria (palmas). Gran estocada (oreja).

Incidencias:

Rubén Pinar fue atendido en la enfermería de múltiples contusiones, desmayos y amnesia. Fue derivado al Hospital Universitario de Navarra para continuar el diagnóstico.

Juan Leal fue curado en la enfermería de una cornada en la mano.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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