La caballería ligera recupera el bastión del norte

Tras casi tres horas de asedio, el baluarte que hace de puerta del norte, fue tomado ayer por la caballería ligera en un alarde de compromiso con la causa.

Encabezaba el destacamento el general Hermoso de Mendoza, buen conocedor de la orografía y sociología de la zona, maestro consumado y cabeza del escalafón, que va para mito de la disciplina ecuestre.

Le acompañaba coronel Manuel Manzanares, hijo de una leyenda del arte y hermano de un consumado maestro de la infantería.

Y completaba la partida la alférez Lea Vicens, joven aliada de cuerpo menudo, rostro armónico y mirada azabache, prodigio de la monta y la doma.

La plaza fortificada había sido tomada la fecha precedente por el general Desánimo, quien había instaurado un régimen de malestar y pesimismo que amenazaba con erradicar de forma definitiva la Fiesta de esta plaza.

Resultó capital que la autoridad local, presente ayer en un palco, fuera condescendiente con la caballería rebelde y que, pese a errores evidentes en el uso de las armas blancas, premiara su contumacia con la entrega de las llaves de la puerta, que ayer se abrió de par en par cuando el sol se ponía sobre el fino horizonte de la llanada.

La primera parte de la refriega fue una lucha encarnizada entre los bandos sin que la caballería insurrecta lograra ventaja, tal vez condicionada por el lote que envió Luis Terrón, manso y descastado hasta ese instante.

Sin embargo el ejército atacante debió conjurarse a la hora de la tregua logística para afilar sus mejores armas y asaltar definitivamente el baluarte.

El general Hermoso, fiel a su variado libreto, toreó a caballo en el más estricto sentido del término, dominó a su endeble oponente e impuso terrenos como corresponde a un gran estratega, con pasajes de mérito, sin que faltaran banderillas cortas y rosas.

El coronel Manzanares hizo una lidia encendida a un oponente con más pies y codicia que los precedentes, clavó con precisión y variedad, administrando con mesura el tempo de la batalla.

Cuando parecía que el ejército amotinado podía, de forma definitiva, ganar la plaza, surgió la alférez Lea Vicens de entre las tinieblas del patio de caballos con gesto enrabietado y parecía caída de un cuadro de Julio Romero de Torres. Ocupó terrenos, libró derrotes, templó al trote y al galope, solventó embroques con precisión cartesiana, prendió al violín y emocionó de tal manera al público vitoriano que exorcizó de forma definitiva la ciudadela, poseída hasta ese instante por la perniciosa presencia del general Desánimo.

Una gran victoria que deja el camino expedito, mas hoy deberá la infantería establecerse en plaza y recuperar definitivamente el valioso bastión del norte, puerta de todas las tauromaquias cantábricas.

 

Reseña:

 

Multiusos de Vitoria, cinco de agosto de 2016, casi media de plaza en tarde soleada.

Toros de Luis Terrón, de perfil murubeño, con cuajo y romana; descastados y flojos salvo quinto y sexto, que mostraron más codicia.

 

Pablo Hermoso de Mendoza, de añil: Rejonazo contrario (ovación y saludos); Metisaca (dos orejas)

 

Manuel Manzanares, de azul marino: Dos pinchazos y rejón (silencio); Pinchazo y rejón (dos orejas)

 

Lea Vicens, de grana: Tres pinchazos, rejón trasero, intento de descabello antes de que el toro doble (silencio tras aviso); Dos pinchazos y rejón (dos orejas)

 

Incidencias: El mayoral de la ganadería salió a hombros sin que nadie le concediera tal honor ni los toros que patrocina hicieran mérito alguno para ello.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

 

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