Triunfo de El Juli ante toros de casta noruega

El Juli salió a hombros ayer del Coso de la Ribera, tras despachar con éxito dos toros de casta nórdica. Puede parecer insólito el suceso, pues el aficionado cabal desconoce este encaste, pero si se atiende a las pruebas, habrá de reconocerse que el comportamiento de los toros ayer jugados no se corresponde con ninguna de las castas fundacionales hasta ahora reconocidas, y que los indicios apuntan al norte, concretamente a Noruega.

Los bureles de Vellosino, citados al atardecer en Logroño por las tres figuras del toreo ayer anunciadas, se incorporaban al albero lentamente, con aire cansino, evitando levantar polvareda, posiblemente por no molestar, oteaban el horizonte, daban una vuelta de reconocimiento al ruedo y ya estaban indefectiblemente mirando al noroeste, enclave exacto de Noruega, y casualmente también de los chiqueros de Logroño.

Su pelea en varas fue discreta, y el que hizo cuarto no tuvo rubor alguno en despacharse con los piqueros en zona de toriles, en franca huida, actitud también generalizada entre sus hermanos.

Si su lidiador les llamaba acudían a regañadientes y se empleaban, más bien poco, en aligerar postura y huir de las pañosas, a las que, en apariencia, tenían pánico.

Al cuarto o quinto envite se hacían los suecos al salir de la suerte en dirección opuesta a la del torero, mirando para otro lado, habitualmente el noroeste, y desatendían las voces y los cites de los lidiadores, en una actitud que podría tipificarse de desidia.

Ante un panorama así, José Antonio Morante de La Puebla, mentor del hierro y, según la gente del campo salamantino, padre intelectual del mismo, optó por abreviar. Tal vez fuera lo más digno, si bien el paciente público riojano no lo entendió así, y se ensañó con el genio de La Puebla empleando pitos y exabruptos que no deben ser aquí reproducidos.

Diego Urdiales, titular de la cátedra del toreo clásico, hizo un ejercicio de paciencia y se fajó con sus dos antagonistas en un pulso inusual en su Tauromaquia, pues no se trataba de poder al toro, sino de acompañar de la forma más lucida posible su inevitable viaje a chiqueros. Lo logró mejor en el tercero que en el sexto, y sus paisanos le recompensaron con una oreja.

El Juli muestra cada tarde un dominio asombroso del temple, los terrenos y las distancias. Los propios ganaderos ansían que lidie sus toros, ya que de casi todos obtiene rendimiento, y eso revaloriza cualquier divisa. Ayer, sin embargo, optó por abreviar con el segundo, una vez que se hizo el noruego tres o cuatro veces, y dominó la mansedumbre del quinto hasta lograr engolosinarlo y obtener series inverosímiles que justifican su condición de prestigiado lidiador. El público reconoció sus méritos pagándole con dos orejas y puerta grande, si bien una parte de la plaza ovacionó también al toro en el arrastre, lo que pone en cuestión el valor del premio.

 

 

Reseña:

 

Coso de la Ribera de Logroño, dieciocho de septiembre de 2016, más de media plaza en tarde fresca.

Toros de Vellosino, todos negros, desiguales de presentación y escaso trapío. Mansos y descastados, posiblemente de origen noruego.

 

Morante de La Puebla, de verde botella y oro: Media estocada (silencio); Estocada casi entera trasera (pitos)

 

El Juli, de azul cobalto y plata: Pinchazo y estocada trasera caída (silencio); Estocada trasera caída (dos orejas)

 

Diego Urdiales, de tabaco y oro: Estocada y un golpe de descabello (oreja tras aviso); Cuatro pinchazos y estocada (silencio tras aviso)

 

Incidencias: El quinto toro fue ovacionado al arrastre por una parte del público.

 

 

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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