Ureña se erige en mesías de la verdad
Se rompió el paseíllo en la plaza de Vista Alegre y el público, puesto en pie, irrumpió en una fuerte ovación rememorando la última tarde de Paco Ureña en este coso, la de las cuatro orejas de dos toros de Jandilla, tarde prepandémica de imborrable recuerdo. Salió a saludar el titular de la causa invitando a sus compañeros, que lo hicieron tímidamente para no restar protagonismo al torero que siempre dice la verdad. No varió su discurso, vestido de berenjena y oro, con un mensaje claro: “Yo me pongo en el sitio de torear, sin artificios ni oropel, y que el toro elija, franelas o femorales”. Así fue y así trascurrió la tarde, con el aroma quimérico de la legitimidad, haciendo cierto lo improbable, concediendo ventajas y no tomándose ninguna. Y todo para torear. Cada embroque era una aventura, cada serie una odisea, cada cite un asomo al abismo. Certeza inverosímil al natural, éxito improbable en redondo, inmolación canónica en las estocadas. Y triunfo ineluctable al final. Las sombras, que se ceñían sobre el enjuto cuerpo del matador en cada suspiro de faena, sólo ganaron a la luz en la estocada al tercero. Tan derecho se tiró a herir que el toro sólo podía cogerle, zarandearle sobre el pitón derecho y arrojarlo al suelo donde le buscó con saña y lo habría encontrado si no llega el quite providencial. Parecía herido, mas no cedió al intento de las cuadrillas de llevárselo en volandas. Magullado y dolorido paseó la oreja ganada en una vuelta al ruedo agónica, pues apenas podía caminar y el rostro, afilado por el esfuerzo y el dolor, se esforzaba en contener la queja. Pasó a la enfermería para recomponer el destrozo, y retornó a las arenas parduzcas de Bilbao a lidiar al sexto, tras la incertidumbre en que vivían los tendidos. No cambió el sujeto ni el predicado, tampoco la caligrafía firme, ni la elocuencia de su verbo. “Yo sólo se decir verdad, quien quiera mentira que mire a otro” revelaba sin palabras con el lenguaje universal y callado del toreo. Aguantó, tragó, soportó coladas y embestidas inciertas, medias arrancadas, parones y miradas aviesas. Mas Paco Ureña prefiere la cornada a la falacia.
Ante la inoperancia de su lote, Morante de la Puebla, el torero más culto de la historia, decidió abdicar de su condición de torero y echar la tarde entregado a la escultura. Esculpió en el aire cálido y luminoso de Vista Alegre media docena de carteles de toros, que si los ve Benlliure habría perfeccionado más aún su obra. Mano baja, apreturas en el embroque, rostro de creador poseído por las musas, mentón clavado en el pecho y remate con aroma a Morante, que ya va siendo hora que patente su perfume.
Alejandro Talavante llegó apresurado tras largo viaje para sustituir al héroe de Vista Alegre, cogido la víspera en tarde épica. La premura del viaje no le restó el sentido del temple ni la elasticidad a sus muñecas, mas tal vez perdió la noción de la distancia a la que pasarse los toros. Lidió fácil sobre ambas manos en su primer turno ganando una oreja y no quiso comprometerse en el segundo, pues el toro exigía otra colocación para hacer faena. Consolida así su triunfo de dos días atrás, mas deja en la afición la sensación de que aún no ha vuelto del todo a ser ese artista elegante y valeroso que fue durante tantos años.
Reseña:
Plaza de toros de Vista Alegre en Bilbao. Viernes 26 de agosto. Tres cuartos del aforo vendido en tarde calurosa.
Toros de Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto (3º), de buena presentación y juego diverso, predominando la mansedumbre.
Primero: Negro, corpudo y musculado. Dos puyazos entrando con alegría. Manso. Pitos en el arrastre.
Segundo: Negro, de buena presentación. Dos puyazos. Escaso de raza. Palmas.
Tercero: Negro, con trapío, aplaudido de salida. Un puyazo y un picotazo saliendo suelto en clara huida. Manso e incierto. Palmas.
Cuarto: Castaño de gran trapío. Dos puyazos. Flojo con instinto defensivo. Bronca.
Quinto: Negro de mucho volumen, musculado. Dos puyazos, el primero caído y trasero. Se para pronto, sin celo. Pitos en el arrastre.
Sexto: Negro, capacho, con romana. Dos puyazos. Pronto, de embestida corta, noble y flojo. División de opiniones.
Morante de la Puebla, de chocolate con hilo blanco, medias blancas y camisa color pistacho: Estocada casi entera perpendicular (ovación y saludos). Estocada casi entera a paso de banderillas (pitos).
Talavante, de marino y oro: Estocada y un golpe de descabello (oreja). Estocada caída (silencio).
Ureña, de berenjena y oro: Gran estocada resultando cogido (oreja). Gran estocada (oreja).
Incidencias:
Séptima corrida de la Semana Grande de Bilbao.
Talavante sustituía a Roca Rey, cogido la víspera en este mismo escenario.
La corrida comenzó con quince minutos de retraso a causa de la complicada logística de la sustitución.
Azuquita fue cogido por el tercer toro pasando a la enfermería sin poder continuar la lidia.
Paco Ureña, cogido al matar al tercero, pasó a la enfermería de la que salió para lidiar el sexto.
La banda de música municipal de Bilbao interpretó pasodobles con su habitual brillantez.
Javier Bustamante
para Toro Cultura
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