Diego Urdiales gana la cátedra.

El maestro Diego Urdiales ganó ayer la cátedra del toreo clásico con explícita y merecida distinción “cum laude”. Después de su clase magistral en Bilbao, aún hoy comentada en los mentideros, comparecía el diestro riojano ante conspicuo tribunal, presidido por Curro Romero, catedrático emérito de la materia, y antes de que pudiera abrirse de capa ya estaba la parroquia ovacionando con fervor. Tal vez conmemorando las dos excelentes faenas vividas un año antes en este mismo coso de la Ribera o quizá como homenaje a la brillante temporada que se le conoce en su tierra, la afición riojana rindió tributo al hombre que comienza a ser un torero de culto. El temario que expuso se centró en cuatro materias; a saber: la distancia, el temple, la reunión y la colocación, y aún tuvo tiempo de desplegar el anexo de la torería. Empleó para su disertación práctica el caso “Delicado”, torito negro de Jandilla, avieso ante capotes y rehileteros, que rindió su encastada nobleza a la delicada muleta de Urdiales. Se venía el torito a la flámula con alegre galope, humillado, buscando su presa con codicia y encontraba cada vez un pase más templado. Recargaba el de Jandilla cada vez que lo burlaba Urdiales y ya estaba el maestro colocado en el lugar de torear. Entregaba su exigente embestida y el torero lo embarcaba con la muleta planchada y remataba en la cadera con un sencillo giro de muñeca. Con semejante libreto ciñó naturales, mandó en redondo, adornó trincherazos y cobró una estocada señera que le valió la cátedra. El aroma que dejó en el aire eclipsó la labor de sus dos compañeros, pues Manzanares, de catafalco y azabache, gastando postura aflamencada, como caído de un cuadro de Romero de Torres, no superó la prueba del remate en la cadera y, magnetizado por el toreo periférico, dibujó dos faenas pulcras, mas alejadas del canon clásico propuesto por Urdiales. Garrido manejó las capas con inspiración renacentista, si bien hubo de recurrir al encimismo en el último tercio como recurso para justificar el desconocimiento de los arcanos del toreo clásico. Arcanos que bien maneja y ha preservado durante decenios el acreditado catedrático Curro Romero y, al parecer, ha confiado ya al nuevo titular de la causa. Gloria para ellos y para el toreo.

 

 

Reseña:

 

Plaza de toros de “La Ribera” de Logroño, veintiuno de septiembre de 2015, tres cuartos de plaza en tarde calurosa.

Toros de Las Ramblas (los tres primeros) flojos y descastados. Toros de Jandilla, noble y encastado en cuarto, avisado en quinto y flojo y noble el sexto.

 

Diego Urdiales, de verde botella y oro: Pinchazo y estocada, una oreja. Gran estocada, dos orejas.

José María Manzanares, de catafalco y azabache: Pinchazo y estocada, silencio. Estocada, silencio.

José Garrido, de azul pavo y oro: Estocada, oreja. Estocada, ovación.

 

Diego Urdiales fue sacado a hombros entre el delirio de la afición y la satisfacción de Curro Romero, a quien brindó el toro del triunfo.

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