El vuelo del capote de José Garrido.
Se hace presente con gesto solemne José Garrido en los medios de la plaza de La Ribera, se echa el capote a la espalda y cita con su vuelo sutil al primer toro de Paco Ureña recién picado. El toro se viene noble al señuelo, humillado, al trote y el torero extremeño dibuja cuatro gaoneras plenas de temple y ajuste, rematando con una revolera airosa. Recibe a los toros que habrá de matar a la verónica, manos bajas, movimiento sutil de cadera, suerte cargada y mentón clavado en el pecho con perfil belmontino, y ya está la atmósfera bullendo de aroma a toreo caro.
Y eso es todo. Al menos todo lo memorable que va a ocurrir el día de la fecha en el moderno coso riojano.
No está la plaza para festejar la recreación de la verónica, pues los cerca de tres mil espectadores son más partidarios del muleteo alegre que de las esencias. Jalean dos faenas largas y superficiales del propio Garrido y de Paco Ureña, y las premian con sendas orejas, sin que se atisbe duende ni inspiración en ninguna de ellas. Faenas contumaces y repetitivas, con largas series, las más de las veces escasas de ajuste, fiel recreación del toreo seriado al que se abona la mayor parte del escalafón.
Cuarto de plaza para testificar la realidad de una tarde escasa de arte, escasa de emoción, escasa de público, en la que las gotas de fino perfume las aporta el torero pacense, y tal vez valgan por si solas la contrata del día siguiente.
Reseña:
Plaza de toros de “La Ribera” de Logroño, veinte de septiembre de 2015, un cuarto de plaza en tarde calurosa.
Toros de José Cruz, con capas castañas y negras, de diferentes hechuras. Nobles los dos primeros, flojo el tercero e inválidos los tres últimos.
Miguel Abellán: Palmas. Silencio.
Paco Ureña: Oreja tras aviso. Palmas.
José Garrido: Oreja tras aviso. Silencio.
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