La fiesta perfecta

Los tres componentes de la Fiesta entraron ayer en sintonía propiciando un acontecimiento único, que será recordado por los presentes durante mucho tiempo. Un toro de La Quinta, en tipo Santacoloma, armonioso de hechuras y extraordinariamente bravo. Un torero en sazón, dominador de las suertes, conocedor del toro, con una afición y una torería singulares. Un público entregado, emocionado por lo que los dos protagonistas estaban ofreciendo sobre el albero. Fue la fiesta perfecta, el éxtasis, la apoteosis.

Salió Hurón de toriles con su manto cárdeno, bello de hechuras, sin excesos mas con un soberbio trapío, musculado, con ojos de azabache, embistiendo alegre a cuantos cuerpos móviles se instalaran en su campo visual. Lo recibió Perera sin probaturas, lanceando a la verónica rodilla en tierra, con hondura y verdad. Acudió presto al caballo desmontando al picador, recibiendo un castigo escaso. El matador pidió el cambio de tercio y quitó por gaoneras ajustadas. Esperó en banderillas. Inició el trasteo Perera en el platillo, asentando las zapatillas sobre la arena, con cinco pases cambiados por la espalda sin enmendarse un milímetro. Ligó en redondo y al natural con precisión trigonométrica. Hubo redondos invertidos y arrucinas, pasó con temple exquisito, cambió el señuelo de mano para dibujar pases eternos, en series largas, siempre bien rematadas. Y el toro no se cansaba de embestir, pronto, largo, humillado, por momentos haciendo el avión. Un torrente de bravura ante un torero de casta. Eso es exactamente la Fiesta. Finalizó el trasteo con bernadinas de infarto, y cuando montó la espada un clamor que bajaba del tendido le pidió el indulto. Hasta tres veces lo negó la presidencia, y tres veces el matador, atendiendo al público, abortó el gesto de entrar a herir. Entre tanto siguió pasando por estatuarios y trincherazos, hasta que el presidente, tal vez presionado por el griterío ensordecedor, mostró el pañuelo naranja, salvoconducto de Hurón hacia la inmortalidad. Simuló el volapié sin estoque entre el clamor de los tendidos que eran un delirio. Una vez que la suerte estuvo consumada acompañó al ya mítico Hurón hacia la paz del campo, conduciéndolo con pases por alto hasta la misma puerta de toriles, con la torería que un bravo merece. Perera arrojó después la muleta al suelo en un gesto de liberación y se abrazó emocionado con la cuadrilla al límite del llanto. Los gritos de “torero” se entremezclaban con aplausos rotos y los espectadores levantaban las manos al cielo conscientes del momento que habían vivido. Unos se abrazaban, otros se restregaban los ojos, tal vez incrédulos por lo que veían o queriendo distraer una lágrima.

Ocho mil corazones latiendo al compás del toreo. Una experiencia espiritual. Un momento místico que demuestra que el toreo es el arte al que aspiran todas las artes. La vida gloriosa y bella venciendo a la muerte, en tiempo real y en directo.

Podrá argumentarse que al toro no se le vio en varas: cierto. Podrá objetarse que esperó en banderillas más de lo razonable: cierto. Podrá discutirse si su trapío era suficiente: cierto. Habrá quien haya detectado una cierta tendencia a salirse de la suerte al inicio de la faena: también cierto. Mas la conjunción de la bravura del toro, el arrebato del torero y la emoción del público constituyen la fiesta perfecta. La Fiesta sabrá perdonarnos.

Reseña:

Plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander. Viernes 29 de julio de 2022. Tres cuartos del aforo cubierto en tarde templada y luminosa.

Seis toros de La Quinta en tipo de Santacoloma, cárdenos, de poca caja, con trapío y carbón.

Primero: Cárdeno, en tipo. Un puyazo duro rectificando. Fijo, de viaje largo, con la cabeza a media altura. Aplausos en el arrastre.

Segundo: Cárdeno, en tipo. Un puyazo suave. Largo y pronto al principio de la faena, se apaga pronto y mira a toriles. Palmas.

Tercero: Cárdeno bragado, en tipo. Un puyazo. Incierto, de viaje corto, tirando al final un tornillazo y saliendo suelto. Silencio.

Cuarto: Cárdeno, en tipo y muy serio. Mira a toriles,  sale suelto, con poco celo. Manso. Aplausos en el arrastre.

Quinto: Cárdeno, en tipo. De salida alegre, un puyazo breve desmontando. Muy bravo, indultado. Apoteósis.

Sexto: Cárdeno, en tipo, engatillado, con trapío. Un puyazo duro yéndose a por el cuello del caballo. Pronto, sin humillar, de viaje corto tirando derrotes. Aplausos.

Antonio Ferrera, de primera comunión y oro: Dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso). Metisaca al paso y estocada trasera tendida al paso (ovación y saludos).

Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro: Estocada trasera perpendicular (oreja). Entrada a matar sin estoque (dos orejas y rabo simbólicos).

José Garrido, de verde quirófano y azabache: Dos pinchazos hondos y tres golpes de descabello (silencio tras dos avisos). Dos pinchazos y estocada (ovación).

Incidencias:

Sétima y última corrida de la Feria de Santiago.

Al finalizar el paseíllo la banda de música interpretó el himno nacional con el público puesto en pie.

La Sultana del Norte lucía bellísima engalanada con banderas y guirnaldas.

Mucho público joven en los tendidos.

Mientras Miguel Ángel Perera daba la vuelta al ruedo mostrando la oreja conseguida del segundo toro un gallo saltó de los tendidos.

Perera salió a hombros de la plaza entre el delirio del público.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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