Las claves del éxito de Santander
En un tiempo en que muchos espectáculos presenciales decaen, algunas ferias taurinas recortan la programación, y otras cierran por acoso político o falta de público, la Feria Taurina de Santiago en Santander goza de excelente salud. Las causas de este fenómeno hay que buscarlas en cuatro protagonistas vigorosos que explican el éxito, como son los toros, los toreros, el público y la plaza, entendida ésta como el inmueble además de la manera en que se gestiona la temporada entera.
En 2023 se han celebrado cinco corridas de toros, una novillada y un espectáculo de rejoneo. En los carteles estaban anunciados los toreros más prestigiosos del momento, destacando Morante de la Puebla, contratado dos tardes, que no pudo completar al encontrarse convaleciente de una cogida. Las combinaciones han sido del agrado del público, con una respuesta en taquilla muy notable, como luego se detalla, que asegura la sostenibilidad de la Feria.
Los toros
En la Feria de Santiago se ha producido variedad de encastes, anhelo de todos los aficionados que quieren contrastar para conocer mejor la tipología y el comportamiento del toro. Los Murube de El Canario para rejones, los Santacoloma de La Quinta, los Atanasio del Puerto de San Lorenzo, los Vega Villar de Galache, y los Domecq de Bañuelos, Garcigrande y Núñez de Tarifa.
La presentación ha sido correcta, salvo en el caso de Garcigrande, con toros terciados y escasos de trapío. Ha habido también variedad de capas con negros, cárdenos, berrendos, destacando las pinturas que envió Francisco Galache. Ninguno fue devuelto a los chiqueros y seis de ellos recibieron el reconocimiento del público en forma de fuertes ovaciones. El honor les cupo a dos de La Quinta, a dos de Núñez de Tarifa, a uno de Domingo Hernández y a otro del Puerto de San Lorenzo. Por el contrario el encierro de Galache fue duramente censurado por el público, manso y flojo, rayando en algún caso la invalidez.
Los toreros
Seis de los veinte toreros contratados han salido en volandas por la puerta grande. Lo hicieron Tomás Rufo ganando una oreja en cada uno de sus toros; Roca Rey una más dos; Ginés Marín, dos del cierraplaza; Juan Ortega, dos de su segundo; López Chaves, una más dos; y Guillermo Hermoso de Mendoza, una más una. Solamente uno, Pablo Aguado, escuchó pitos tras estoquear al quinto toro de Bañuelos. En el ámbito de plata es obligado apuntar el par antológico que Curro Javier prendió al quinto de Garcigrande.
Más allá de la estadística la Feria de Santiago ha sido un espectáculo extremo que ha oscilado entre la felicidad de espíritu que genera el arte más exquisito, y el miedo y la tristeza que se producen cuando la tragedia planea sobre el ruedo. Los tres momentos culminantes vividos con pasión por el público tienen tres actores diferentes.
El más relevante de todos lo protagonizó Roca Rey ante la corrida de Antonio Bañuelos. Cogido por su primero pasó a la enfermería maltrecho y pidió matar en sexto lugar para poder recuperarse. Y ese sexto turno pudo ser maldito:
“Citó Roca Rey al último de la tarde al inicio de la faena y el castaño se vino de largo, algo cruzado, a gran velocidad. El torero sacó la muleta con un toque y el toro se le echó encima sin que hubiera un atisbo defensivo, sin alterar la expresión del rostro ni hacer un movimiento instintivo para evitar la cogida. Se vio con claridad que este hombre no tiene plan de evacuación, que se pone en el sitio en que los toros embisten y cogen, y deja al albur de las intenciones del toro su propia vida. Sin matices. Así de seco es su toreo, así de heroica es su actitud. Resultó encunado en este lance y desplazado por la fiereza del toro de Bañuelos cinco metros pegado al testud, hasta dar con la barrera, donde lo empotró y derrotó con saña, dando la sensación de que lo peor podía estar ocurriendo. Para entonces ya volaba el peonaje en su auxilio. El más rápido fue en director de lidia, Cayetano, quien a cuerpo limpio llamó la atención del toro y se lo llevó tropezando y quedando inerme sobre el albero. “Almibarado” lo vio y lo prendió con gran violencia, echándolo hacia arriba como un trapo, cayendo sobre su lomo, desparramándose después hacia la arena cerca del estribo. Los tendidos observaban horrorizados lo que podían ser dos graves cornadas o incluso algo peor. En el hervidero que para entonces era también el ruedo los dos matadores eran escrutados por su gente. Los daños parecían menores. Roca Rey, magullado ya en su primero por una fea cogida, tomó los trastos entre el delirio del público, con gesto de dolor y ostensible cojera, y se fue a la cara del toro para continuar haciendo lo que llevaba toda la tarde haciendo, torear ceñido, valiente en el terreno del toro, más allá de su condición, sin otro objetivo que no fuera el triunfo”
El segundo fue obra de Juan Ortega, prendido por el estro en una tarde memorable:
“Juan Ortega esparció ayer en la plaza de Cuatrocaminos aromas de toreo eterno. Ocurrió con el quinto toro al que había recibido con una docena de verónicas doblándose por bajo, con su sello inconfundible, componiendo la figura solemne y espigada. Lo brindó al público. Sacó al toro a los medios andando por trincheras y molinetes, esos que esculpe por fases, moviéndose y girando acompasado en tres tiempos. Y a parir de ese momento todo fue grande, ceñido, ligado con uno mulato de El Puerto noble que humilló y repitió como un bravo. Buscó la colocación como siempre hace, con paso breve y súbito, piernas largas como un compás, rematando en la cadera a ritmo de pasodoble. Series en redondo encajado, acariciando el aire al tiempo que conducía la embestida pastueña. Cambios de mano precisos para alargar el viaje, más molinetes y un circular de trescientos sesenta grados que parecía que nunca terminaría. Le voló la flámula como sólo les vuela a los maestros del clasicismo, sin alardes, aplicando el valor para engendrar belleza. Abaniqueó en las postrimerías con esencia joselitista, y prendió una bellísima serie de doblones por bajo para cerrar el toro con trazas añejas de la estirpe de Belmonte. Faena justa, en la que se olvidó de la materia y soñó con su propio toreo, ese que se lleva en el alma y que cuando fluye hace soñar también a la afición. Entró a ley y dejó una estocada algo caída que hizo rodar al toro ganado dos orejas en una faena que quedará en la memoria del público por mucho tiempo”
Y el tercero resume la fugaz y exitosa trayectoria del caballero Domingo López Chaves en Santander:
“Domingo López Chaves se presentó ayer en el coso de Cuatrocaminos tras un cuarto de siglo de alternativa en lo que además fue su adiós a la afición santanderina, puesto que ha anunciado que se quita de los toros al final de esta temporada. Y no pudo aprovechar mejor este hola y adiós en un solo acto, ya que obtuvo tres trofeos y abandonó la plaza a hombros por la puerta grande entre las aclamaciones del público. Todo lo que hizo tuvo sentido, desde que salió a saludar con humildad tras romper el paseíllo requerido por la afición, hasta que izado a hombros miraba al cielo y sonreía a los tendidos que le jaleaban. Fue director de lidia solidario, atento a los avatares, haciendo un par de quites de mucho mérito, aplaudió a sus dos toros en el arrastre, recibió brindis largos y se supone que cariñosos de su dos compañeros de terna, lució con generosidad a sus toros, especialmente al cuarto poniéndolo de largo en el caballo, lidió con sentido en el primer tercio, a veces sobre los brazos y otras sobre las piernas. Lanceó campero en los quites, pasó con mando y firmeza, mostrando su magisterio, aflorando su alma de artista, y mató a ley, tirándose como debutante que era, conectando con el espíritu festivo de las peñas. Ayer vivimos en poco más de una hora el compendio de la tauromaquia de este hombre querido por donde va por su magisterio y por su simpatía”
Vivencias como estas hacen del toreo una experiencia transformadora, que muestra cuan vulnerable es el ser humano, cuan grande puede ser su inspiración, y la trascendencia que tiene manejarse con un código de valores al que jamás se renuncia.
El público
En cuatro de las siete tardes se ha rozado el lleno, en dos se cubrió tres cuartos del aforo, y en la novillada se observó una afluencia algo por debajo de este registro. Eso arroja una ocupación media cercana al noventa por ciento de las localidades ofertadas.
El público santanderino es, como en todas las plazas, variopinto. El sol está siempre cuajado por la peñas, bulliciosas mas nunca molestas ni irrespetuosas. No transige con el toro débil o descastado, y hace saber su descontento con silbidos, mas dentro de la urbanidad. Disfruta del toreo en su más amplio espectro y es generoso en la petición de trofeos.
Cuando el torero se perfila mara matar el silencio es absoluto, y cuando por arte o por valor un torero destaca, el público atruena con sus ovaciones, corea y vitorea como pocas aficiones.
El éxito de taquilla se explica por la labor promocional de la empresa, con una notable inversión en publicidad y actos dirigidos a los más jóvenes, como la clase práctica que se celebra en septiembre con alumnos de la escuela taurina. Otro notable argumento es el abono joven, que posibilita la asistencia a los siete festejos por cuarentainueve euros, que se ofreció en número de mil y pronto se agotó.
La plaza
El coso de Cuatrocaminos, conocido también como La Sultana del Norte, es de una gran belleza natural. La arcada neomudéjar que conforma el anillo superior del coso decorada con los hierros de las más afamadas ganaderías de finales del siglo XIX, las cien banderolas que se mecen sobre la andanada al son del aire tibio de la tarde, y los capiteles polícromos en hierro que conforman la arcada superior, confieren a esta plaza un aroma inequívocamente meridional, más propio de las orillas del Guadalquivir que de la costa cantábrica. En un escenario así el arte es más conmovedor, especialmente si su mantenimiento es óptimo, como es el caso. Cada invierno se desmontan las barreras para evitar en efecto demoledor de la humedad, se pintan y reparan cuando comienza la temporada y cada mañana de toros se repasa el estribo para que luzca el anillo en todo su esplendor. La limpieza es seña de identidad del coso, el control de accesos estricto y eficaz, con dotación de medios humanos que atienden al público evitando colas. Estos detalles hacen que la experiencia del cliente sea casi en todo caso grata al margen de los avatares que acontezcan sobre el albero.
Santander es ambiciosa, avanza y ocupa ya un lugar importante entre las ferias de España gracias a una afición entusiasta, a una empresa comprometida y a la sintonía que el Ayuntamiento tiene con la cultura del toreo. Su próximo reto, según asegura la comunidad taurina de Santander, es convertirse en la gran feria del norte.
Javier Bustamante
Para Toro Cultura
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