Tarde de grandes emociones

Trasteaba al natural Dávila Miura al primero del Puerto de San Lorenzo cuando la pata izquierda le golpeó en un pie derribándolo. El toro lo vio caído en la arena y embistió con saña a la altura del pecho, enganchándolo, izándolo y volteándolo con gran violencia, yendo a parar de nuevo al albero de espaldas, exánime. La sensación era de cornada grave, y las cuadrillas lo retiraron hacia las tablas en busca del boquete. Providencialmente no hubo cornada, pero sí heridas en el rostro y una fuerte paliza. La taleguilla estaba perforada a la altura del vientre, la camisa empapada de sangre, el corbatín era un colgajo y el chaleco estaba hecho jirones. Un chorro de agua en la nuca y un par de minutos para recuperar el resuello fueron suficientes para que tomara el estoque y dejara una estocada a ley después de un pinchazo arriba. Tras pasear la oreja ganada a fuego pasó a la enfermería para reparar la piel y el vestido y salió a lidiar el cuarto que brindó al público dolorido y renqueante. No hubo claudicación, más bien al contrario. Pasó por ambos pitones con temple y ligazón, recordando al público de Santander las tardes de gloria que ha vivido en este coso. Más allá de su toreo, que fue sereno y firme toda la tarde, este hombre de apellido legendario dio ayer una lección de vergüenza torera que debería mostrarse a los alumnos de las escuelas taurinas para componer el carácter. Observar el gesto solemne y gallardo con el que escuchó el himno nacional justifica ya el pago de la entrada.

El Juli vino a reconocérselo al brindarle el que hacía quinto, y dejar en el aire templado de la tarde junto al Cantábrico esencias de toreo trigonométrico. En sus dos turnos empleó el mismo patrón: cerrar el primer tercio con quites vistosos que llegan al público, y comenzar la faena de muleta toreando sin probaturas. Ayer fueron chicuelinas y zapopinas, para, ya con la flámula en las manos, doblarse para pasar largo o comenzar erguido el toreo en redondo. El bravo que hizo segundo, brindado al público, había derribado a caballo y picador con estrépito, y embistió con prontitud, largura y humillación. La respuesta de su matador fue de gran firmeza, pasando por ambas manos en series bien ligadas, emocionantes por la pujanza del toro y por la maestría del espada. Faena breve e intensa, resuelta con una estocada desprendida que le valió una oreja. Idéntico premio obtuvo del quinto, un manso de buen corazón que no tuvo rubor en buscar los toriles, maniobra que acompañó el diestro obteniendo pases muy celebrados por el público que acabaría jaleando su salida a hombros de la plaza de Cuatro Caminos.

Roca Rey no tuvo toro en su primer turno, pues el manso que huía con la cara alta reservándose la embestida se echó junto a las tablas y hubo de ser apuntillado sin sentir el estoque. Cerró la tarde con un negro capacho, flojo y noble que reculaba ante la hercúlea figura que vestía de tabaco y oro. Mostró su valor indómito pasando de rodillas al inicio del trasteo, instrumentando circulares invertidos, achicando los espacios hasta dejar los pitones a pocos centímetros de sus femorales, y arrojando la muleta a la arena en un desplante que enardeció al público. Cuando ya se atisbaba la puerta grande entre gritos de “torero”, pinchó dos veces y empleó el verduguillo para finiquitar al toro del que ganó una oreja.

Ayer, en el coso de Santander, se vivió la Fiesta con pasión en varios de sus registros. La vergüenza torera de un hombre retirado que no ha perdido la afición ni la torería; el magisterio maduro de quien conoce el arte del toro como muy pocos; y el arrojo inverosímil de un joven que tiene valor y carisma para convertirse en una figura de época.

El público, tercer protagonista del toreo, llenó el coso, vibró, gozó y sufrió en una tarde de grandes emociones. Y es que la emoción del toreo es única, y no puede encontrarse en ningún otro espectáculo.

Reseña:

Plaza de toros de Cuatro Caminos de Santander. Miércoles de julio de 2022. Lleno en tarde templada y luminosa, con muchos jóvenes en los tendidos.

Cuatro toros de Puerto de San Lorenzo y dos de La Ventana del Puerto (segundo y quinto) de desigual presentación, en capas negras, de juego diverso.

Primero: Negro, bien presentado. Busca el caballo y entra dos veces, recibiendo un puyazo y un picotazo. Pronto, noble, repetidor, humillado, con carbón. Aplausos en el arrastre.

Segundo: Negro bragado, bien presentado. Devuelto por cojo entre una parada de ocho cabestros enormes.

Segundo bis: Negro jirón con romana y trapío. Un puyazo duro derribando. Noble, pronto, repetidor, humillado, muere de pie. Bravo. Ovación.

Tercero: Negro, bien presentado. Un puyazo rectificando. Tardo, corto, cara alta, recula y busca toriles. Se echa y hay que apuntillarlo sin estoquearlo. Flojo y manso. Gran bronca.

Cuarto: Negro, terciado, engatillado. Un puyazo. Tardo, huidizo, con la cara alta. Flojo y manso. Pitos en el arrastre.

Quinto: Negro, brocho, terciado. Un puyazo suave. Manso con carbón. Palmas.

Sexto: Negro, capacho, correctamente presentado. Un picotazo. Flojo y manso. Palmas al arrastre.

Eduardo Dávila Miura, de verde hoja y oro: Pinchazo hondo y estocada (oreja). Pinchazo y estocada trasera atravesada (vuelta al ruedo).

El Juli, de azul noche y oro: Estocada desprendida (oreja). Media estocada trasera (oreja).

Roca Rey, de primera tabaco y oro: Sin entrar a herir porque el toro se echa (silencio). Pinchazo, pinchazo hondo y un golpe de descabello (oreja).

Incidencias:

Al finalizar el paseíllo la banda de música interpretó el himno nacional escuchado en respetuoso silencio por el público puesto en pie.

La Sultana del Norte lucía entusiasta, abarrotada de público, engalanada con banderas y guirnaldas.

Eduardo Dávila Miura reaparecía por una tarde para celebrar un cuarto de siglo como matador de toros.

Fue invitado a saludar por las ovaciones del publico antes de comenzar la lidia y lo hizo acompañado por sus dos compañeros.

El primer toro le prendió de forma dramática y fue atendido tras pasear una oreja en la enfermería de contusiones múltiples y dos heridas en la barbilla y el labio.

El Juli salió a hombros por la puerta grande.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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