Aromas diversos

Transcurría la tarde entre insulsas mansedumbres hasta que Ginés Marín se puso firme, encajado, en el sitio que requería el enorme quinto y le obligó, templando en un palmo de terreno las nobles embestidas por el pitón izquierdo. Fue una serie de mando e inspiración que sacó al público de su letargo. Antes el corpudo negro cinqueño pasó sin ser dominado por ambos pitones y todo parecía indicar que no habría faena. Sin embargo el torero indicó el camino y lució su temple y ligazón en otro par de tandas con regusto torero, hasta que lo abatió con una gran estocada. Tardó en doblar el toro, pues tenía aún carbón en sus bodegas y no se manejó el verduguillo. El premio a la perseverancia se quedó en una oreja. Ya en su primer turno el diestro de coral y oro había hecho volar los señuelos con fantasía y precisión, pasando al natural sin enmendar, escribiendo un bello epílogo con doblones de sabor añejo. Toreo fresco, con aroma floral que llega al tendido sin filtros, directo e inspirador.

Miguel Ángel Perera administró con su poderío habitual, pasando largo y templado, la pujanza inicial del corpudo primero hasta que claudicó buscando las tablas. Pinchó antes de estoquear y el público le sacó al tercio a saludar. El cuarto murió de pie tras perseguir sin celo alguno el señuelo, yendo y viniendo como obligado por contrato, sin afán de dominar ni de ser dominado. La estocada caída que recibió provocó unas tibias palmas que evidenciaron el escaso registro del trasteo.

Todo en Ángel Téllez es ceremonia. Comparece en el patio de cuadrillas con veinte minutos de antelación. Permanece solo, entre el ardiente sol que se cuela por la boca de acceso al ruedo, y la sombra que proyecta el dintel sobre su rostro. Imperturbable, con mirada ausente, ajeno a lo que ocurre. Cuerpo largo, vertical, ojos de azabache, serenos, labio carnoso, ceja poblada en negro, nariz afilada, cabello lustroso, rectilíneo, y leves manos portando pacientes el capote de seda. En un instante se deja llevar, pasando con la derecha al aire, despacioso, visualizando lo que ocurrirá poco después. Cuando el paseíllo es inminente se cala la montera tras cuatro suspiros callados mirando al forro. Sin prisa. Después iza el capotillo de seda tras ponérselo delante de los ojos, a poca distancia, para contemplar su adorno floral de rosas polícromas durante tres suspiros que nadie escucha. Se lo ciñe como si no existiera el tiempo, desea suerte al resto de los toreros con un gesto solemne y salta a la arena garbeando quedo, marcando cada paso en las arenas parduzcas de Vista Alegre, rezagado de sus dos compañeros de terna. Se llega a la presidencia saluda con una reverencia y ya está ensayando con la capa de percal presto a entrar en combate. Son  detalles esenciales que definen  un torero. La manera en que se mueve, la forma en que se levanta tras ser volteado en un quite, el modo en que cita el natural, con solemnidad abacial y verticalidad de ciprés. Nunca descompone la figura y menos aún claudica de la pureza que le identifica. Jamás rectifica un terreno y pasa a ley. Ayer todo eso no fue suficiente para triunfar el Bilbao, pues sorteó un manso que arrollaba por el derecho, y un noble más pendiente de la paz del chiquero que de la flámula de Téllez. Las ovaciones que escuchó en ambos turnos son un reconocimiento a su concepción de la lidia, y al aroma añejo de maderas nobles que esparció en el aire cálido de Bilbao, que es el perfume eterno del toreo.

Reseña:

Plaza de toros de Vista Alegre en Bilbao. Martes 23 de agosto. Cerca de un cuarto de plaza cubierta en tarde soleada y calurosa.

Seis toros de Garcigrande, de gran trapío y romana en capas negras y castañas. Con carbón, de juego diverso, predominando la mansedumbre.

Primero: Negro, corpudo, cinqueño. Dos puyazos, sin entrega. Noble, con carbón busca pronto la huida. Ovación en el arrastre.

Segundo: Castaño, veleto, ovacionado de salida. Dos puyazos suaves. Noble y pronto. Ovación.

Tercero: Negro, corpudo, abanto. Dos puyazos, el primero junto a toriles. Con carbón y muchos pies; arrolla por el derecho, escarba y busca los chiqueros. Manso. Pitos en el arrastre.

Cuarto: Negro cinqueño. Dos puyazos. Se mueve sin celo, con carbón y muchos pies. División de opiniones.

Quinto: Negro, de enorme volumen, cinqueño. Dos puyazos. Noble, largo, repetidor y con carbón. Ovación en el arrastre.

Sexto: Jabonero sucio, cinqueño de gran trapío. Un puyazo y un picotazo. Se desplaza con nobleza y sin celo; claudica pronto. Palmas.

Miguel Ángel Perera, de nazareno y oro: Pinchazo y estocada (ovación y saludos). Estocada caída (palmas).

Ginés Marín, de coral y oro: Estocada y un golpe de descabello (vuelta al ruedo). Estocada (oreja tras aviso).

Ángel Téllez, de tabaco y oro: Pinchazo y estocada trasera tendida (ovación y saludos). Estocada desprendida (ovación y saludos).

Incidencias:

Cuarta corrida de la Semana Grande de Bilbao.

La banda de música municipal de Bilbao interpretó pasodobles con su habitual brillantez.

Javier Bustamante

para Toro Cultura

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